No estás en la home
Funcinema

Recapitulación de Game of thrones: The door

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

game_of_thronesATENCIÓN: SPOILERS

Los Stark continúan siendo los grandes protagonistas de esta temporada de Game of thrones, con un contrapeso interesante en Daenarys y Meereen como interesantes contrapesos, aunque en el caso de The door, lo que se impuso fue la sensación de tristeza y angustia en el marco de la despedida.

Las subtramas que cumplieron funciones de transición rumbo a momentos decisivos fueron las de Sansa y Arya: ambas han tomado decisiones riesgosas, apuestas en realidad, que podrían terminar muy mal o muy bien, lo cual se verá seguramente en los capítulos que vienen. Pero hay que decir que The door supo entregarles momentos sólidos, incómodos y conmovedores a la vez, que indagaron en las huellas –físicas y psicológicas- que marcan a estas jóvenes que ya son mujeres. La conversación entre Sansa y Baelish, y la puesta teatral que contempla Arya (donde se satiriza el asesinato de su padre) son secuencias donde la violencia se hace presente de maneras sutiles, metafóricas incluso, pero aún así sumamente potentes.

Por otro lado, los acontecimientos de la Isla de Hierro empiezan a tener más pertinencia e impacto en el espectador, porque los vaivenes en el vínculo de hermandad entre Theon y Yara ya están más asentados, aunque Euron Greyjoy arruina sus planes imponiéndose como nuevo rey, después de admitir sin problemas que asesinó a su hermano para quedarse con el trono. Sus planes son simples: construir una gran flota y ofrecérsela a Daenerys como prenda de oferta para concretar un bello matrimonio, literal y estratégico. Allí empieza a avizorarse lo que puede venir a futuro, ese confluir de fuerzas en un gigantesco enfrentamiento por el dominio absoluto de Westeros.

Los que también tienen planes son Tyrion y Varys para legitimar las decisiones que supuestamente tomó o avaló Daenerys, y qué mejor que la religión para eso. Los dioses pueden ser muy funcionales para respaldar las acciones de los gobernantes y ahí tenemos al vehículo perfecto: otra sacerdotisa del Señor de la Luz, Kinvara, que en apenas unos minutos demuestra ser tan carismática –y probablemente peligrosa- como Melisandre, sacudiendo los cimientos de un personaje como Varys, que usualmente ha tenido pleno dominio de sí mismo.

Daenerys aún no tiene ni idea de que Euron Greyjoy quiere entregarle en bandeja una flota naval y casarse con ella, ni de los planes de Tyrion y Varys, porque está muy ocupada en despedirse. Jorah, tan fiel como terco, ha vuelto a su vida una vez más, para enseguida tener que irse nuevamente: ella le ordena que busque una cura para su enfermedad, que se presume mortal, y él, como siempre, obedece. La verdad que lo de Jorah es conmovedor: es alguien que cometió un error terrible y que ha buscado todas las formas posibles para repararlo, para obtener el perdón de la mujer que ama, y hasta para perdonarse a sí mismo, aunque su expiación parece estar unida inevitablemente a su propia perdición. Su noble confesión a Daenerys de que la ama es un perfecto retrato de su carácter, de sus virtudes y defectos, del camino que ha recorrido, de dónde está parado, y hasta de su futuro. Uno desea ser un poco como Jorah, y a la vez piensa “diablos, lo que menos querría es estar en su lugar”. Jorah es el eterno campeón moral, el destinado a perder y aún así triunfar desde la forma en que acciona. ¿Cómo no sentirse identificado con él, aunque sea indirectamente?

¿Y cómo no sentir una profunda desazón y angustia frente a lo ocurrido con Hodor? Ya se podía intuir que era un personaje destinado a la tragedia y/o el sacrificio, pero la forma en que deja la serie causa desasosiego a partir de la incertidumbre que genera respecto a los poderes de Bran, que encima ahora es el nuevo Cuervo de Tres Ojos. Bran, indudablemente, deberá cargar sobre sus espaldas con el peso de la influencia –positiva y negativa- que tiene sobre acontecimientos presentes, pasados y futuros. Eso de ser una especie de Dios que lo ve todo no es gratis. El cuerpo de Hodor –notable performance del irlandés Kristian Nairn a lo largo de toda la serie- lo atestigua. The door –donde el director Jack Bender, formado en la escuela de Lost, muestra su capacidad para trabajar con sensibilidad tanto el suspenso como el drama- es un episodio que cuesta mirar, porque decir adiós siempre es difícil.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.