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Mátalo por mí

matalo_por_miTítulo original: Kill for me
Origen: Canadá
Dirección: Michael Greenspan
Guión: Christopher Dodd, Michael Greenspan, Christian Forte
Intérpretes: Katie Cassidy, Tracy Spiridakos, Donal Logue, Adam DiMarco, Shannon Chan-Kent, Torrance Coombs, Chelah Horsdal, Ryan Robbins, Colin Lawrence, Leah Gibson, Andrew Zachar
Fotografía: James Liston
Montaje: Mark Shearer
Música: Michael Brook
Duración: 95 minutos
Año: 2013


6 puntos


Nosotras contra los hombres

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

matalo_por_mi_tres“Vos sos libre, yo quiero lo mismo”, le dice Hayley a Amanda, luego de pedirle que asesine a su padre. Lo que en verdad está demandando es un intercambio: es que en su momento, la mejor amiga y compañera de cuarto de Amanda, Natalie, desapareció misteriosamente y Amanda acusó al ex novio, Cameron, de ser el responsable. Cuando Cameron, que afirma ser inocente pero carácter violento tiene, intenta agredir a Amanda, es cuando aparece Hayley, nueva compañera de cuarto –y amante- al rescate, asesinándolo de un hachazo en la cabeza. Y ahora, luego de salvarla del abuso de Cameron, le pide a Amanda que haga lo mismo, que la libere de su padre abusador, casi como una prueba –lógica a su modo- de amor. El problema es que Amanda no concuerda tanto con la lógica de hierro de Hayley.

Es cierto que, viendo el argumento, Mátalo por mí daba para terminar siendo el telefilm de la semana, o uno de esos dramones de corte independiente, donde la cámara en mano disfraza las arbitrariedades del guión. Y algo de ambas vertientes se puede intuir, pero el director y co-guionista Michael Greenspan va caminando por la cornisa sin terminar de caerse, preocupándose antes que nada por los avatares de las protagonistas. Lo que presenta el realizador es esencialmente una historia de amor, que adquiere resonancias genéricas no tanto por ser un vínculo romántico entre mujeres, sino por estar construido en oposición a una masculinidad opresiva, violenta e invasiva.

Ese relato amoroso es el que se impone a las vueltas de tuerca del guión, lo que evita que el film, luego de plantear su conflicto –que establece con paciencia pero no lentitud-, no ceda a la tentación de convertir a Hayley en la chica mala y obsesiva que persigue a la débil Amanda. Ambos personajes, de distintas formas, están en igualdad de condiciones, por más que una esté dispuesta a matar y la otra no: cada una tiene su mirada sobre el mundo, su dilema particular, su conjunto de temores, la sombra machista y hasta misógina que la persigue y atormenta.

A ese posicionamiento narrativo, Greenspan le agrega una puesta en escena alejada de los chiches visuales o la crudeza autoimpuesta, y más cerca de la sobriedad en el seguimiento de las protagonistas. Casi no hay plano donde no estén Hayley o Amanda, o donde no se trabaje el punto de vista de alguna de ellas, fortaleciendo la mirada femenina de los acontecimientos y, de paso, profundizando la complejidad de la reflexión sobre la justicia por mano propia y la violencia de género. Esta mesura se traslada a las actuaciones: tanto Tracy Spiridakos (Hayley), como Katie Cassidy (Amanda) son estrellas televisivas (la primera trabajó en Revolution, la segunda forma parte del elenco de Arrow), pero no caen en modismos fáciles, focalizando acertadamente en los dilemas interiores de sus personajes y sus vínculos con el contexto, interactuando con los códigos del melodrama y el suspenso con el equilibrio justo. Algo parecido se puede decir de Donal Logue (la serie Gotham), que como el padre de Hayley brinda una composición donde lo temible se entremezcla con lo manipulador.

No hay que dejar de decir que los minutos finales de Mátalo por mí caen en unas cuantas decisiones  que amenazan romper el verosímil y donde lo discursivo pone en crisis la narración. Pero aún así, la película no deja de ser honesta en su propuesta y la elección final de un personaje –tomando responsabilidad por sus actos- lo explicita aún más. Esa coherencia eleva un poco más el resultado general.

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