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24 líneas por segundo: yo caminé con fantasmas

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

creedEntre muchas otras cosas, Creed: corazón de campeón es una película de fantasmas. Fundamentalmente de fantasmas. El heroísmo deportivo, la pasión, el romance como elemento indispensable para trazar un camino, la mirada social sobre la pobreza como fundamento que forja el carácter de un boxeador, esa Filadelfia que es la misma de Shyamalan en Sexto sentido (algo tiene esa ciudad con los espíritus). Todo esto formó la saga Rocky y está presente, también, en la película de Ryan Coogler. Pero están los fantasmas, por encima de todo, sobrevolando y atormentando a nuestros protagonistas. Para Adonis Johnson, el fantasma de Apollo, su padre, es la base de su búsqueda: hace sombras sobre una pelea suya proyectada en una pared. No es cualquier pelea, es la mítica pelea con Rocky Balboa. Creed asume allí, en un doble sentido reflexivo, el carácter fantasmagórico del cine a la vez que la propia mitología de la saga, que también ronda y atormenta al propio Coogler: ¿repetir el trazo o reescribir y recomenzar? Gran dilema del film. Pero está Balboa (¿o está Stallone?) con su historia, que es también la historia de todos nosotros. Creed no es un film que empiece en el minuto cero, sino que es una parte más de algo que comenzó hace ya casi cuatro décadas. Stallone dividió su carrera en los últimos años sobre dos vertientes, siempre sentenciadas por el paso del tiempo: en Los indestructibles se divierte con ello, con Rocky Balboa lo asume triste y trágicamente. Porque Balboa, de todos los que aparecen en Creed, es el que más fantasmas arrastra: no sólo a Apollo -amigo y rival-, sino a Adrian, a su hijo -distanciado y viviendo en otro país-, ahora también a Paulie. Parece difícil que Balboa pueda disfrutar de otro presente: está viejo, los suyos ya nos están ahí para sostenerlo, incluso los gimnasios que recorre están tapizados de nombres, peleas, grandes momentos que ya no están ahí. Por eso que las decisiones de Balboa son lógicas; Creed es una película de una enorme coherencia: es una película que como pocas habla del cine (aprehende su representación metafísica y también la tangible), de ese carácter autoconsciente de fantasma que con sus sombras construye el mito. Y nos emociona profundamente.

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