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El Martín Fierro


Muy buena


De las duras pampas a la pista circense

Por Gisele Cebrian

(@GiseleCebrian)

martin fierro 1La producción del Teatro Nacional Cervantes El Martín Fierro, obra itinerante con dirección de Tony Lestingi, se presenta los martes de enero y febrero a las 21:30 en el Teatro Auditórium. La irreverente versión de Claudio Gallardou del famoso poema de José Hernández rescata el interés humano por la figura del gaucho perseguido y se ocupa de hacer explícita una de las demandas más sobresalientes del gran libro nacional: la de justicia con el hijo de la tierra, un grito inmemorial del que fueron y son dueños tantos otros grupos marginados y criminalizados.

En un escenario que recuerda las arenas del precursor circo criollo de los hermanos Podestá y evoca el ambiente de aquellas primeras representaciones teatrales en Argentina con un payaso que se llamó Juan Moreira, en El Martín Fierro, la economía de recursos es perfectamente suplida por cuatro artistas integrales que recitan, cantan, payan, bailan folklore, ejecutan instrumentos y rasguean con precisión las cuerdas del clown, la pantomima, la comedia y el melodrama.

Carlos María Scappatura despliega en el rol protagónico un gran manejo de la voz para dotar al gaucho de un carácter firme y temerario, y la destreza  necesaria para trenzarse en una pelea con sable y poncho, escena típica de la literatura gauchesca. Mercedes Torres demuestra ser otra artista completa y, con sus gestos y miradas, en los papeles femeninos o en los zapatos de un histriónico cabo, lanza al público una red que lo mantendrá cautivo durante toda la función.

Los pasajes desopilantes de la obra se concentran, en gran medida, en los preámbulos y racontos a cargo de Bolonio, un refinado y retórico maestro de pista (Hernán Lewkowicz), y Bondiola, el desfachatado cómico que lo acompaña (Luciano Medina), para quienes el desenlace depara una sorpresa. Son estos, sobre todo, los encargados de provocar las risas de los más pequeños, ya que es una obra ideal para disfrutar en familia.

La puesta está organizada en dos partes, que resumen los hechos más trascendentes de las dos partes del poema: El gaucho Martín Fierro (1872) y La vuelta de Martín Fierro (1879). Cuenta la situación inicial, la vida en la Pampa de Fierro, las costumbres, los bailes, la familia, y su modo de vivir cantando. Luego, la fatalidad, la pérdida de todo, el juramento de ser “más malo que una fiera”, convertido en desertor, primero, y delincuente, después de matar al moreno en una gresca de pulpería. Y, finalmente, narra el regreso de la frontera donde convivió junto al rebelde sargento Cruz con los indios salvajes, una vuelta al pago vencedor y un encuentro distinto con sus hijos.

Los sucesos son recitados, a veces por el protagonista, otras por los cómicos de la compañía, o representados por sus adversarios, lo que es novedoso respecto al original donde sólo conocemos la perspectiva de Fierro. Gallardou se permitió imaginar posibles maneras en que las desgracias en la vida de Fierro pudieran ser vistas por los ojos de los policías de la partida que lo tenía cercado, o de los indios a quienes se enfrentó en el desierto por amor a una cautiva. Y también cometió la audacia de cambiar el final por uno más merecido por Fierro, ante las caras de asombro de la platea.

La caricatura que la obra realiza de los indios encierra el único -y, por eso, llamativo- rasgo de vulgaridad en una puesta que se destaca por la toma de partido por los desposeídos y desplazados del proceso civilizatorio. ¿Y qué otra opción deja el texto de Hernández? Pero en este punto no difiere bastante de la visión de su autor: una cosa es el gaucho y otra muy distinta, el indio. Tomando la voz, ellos se ocupan de contar a la platea que son las víctimas de la Campaña del Desierto, de Roca, y de la zanja de Alsina, pero de inmediato se ponen en ridículo con sus torpezas idiomáticas, en un mar de onomatopeyas y expresiones que suena gracioso.

NO A LA SOLEMNIDAD

martin fierro 2Si bien, fundamentalmente el público se ríe durante poco más de una hora, también se encuentra con momentos de verdadero dramatismo que consiguen una indudable empatía con el personaje que sufre. Sin embargo, esos momentos en que amenaza una gravedad inesperada, son cortados rápidamente por un anticlímax que nos recuerda que estamos asistiendo a una representación circense. Y la fiesta vuelve a comenzar.

Un vestuario apropiado que los únicos cuatro intérpretes deben mudar en cuestión de segundos para componer tres o cuatro personajes distintos y las máscaras con que transforman sus rostros caracterizan a los personajes diseñados con una estética caricaturesca basada en las imágenes de Molina Campos. La apuesta coreográfica es otro rasgo notable, ya que los movimientos acompasados y rítmicos de los personajes vuelven poéticas cabalgatas, luchas con espadas o huídas a pie.

La ruptura de la cuarta pared parece el título de una preceptiva berreta para esta obra que, sistemáticamente, infringe los límites entre la historia de Fierro, la representación por parte de “la compañía del Cervantes” y la situación teatral concreta, con permanentes apelaciones e interacciones con el público.

Enmarcada en el Plan Federal de Giras con el que el Teatro Nacional Cervantes acercó el género dramático a los sitios más recónditos del país, desde 2012 esta obra fue presentándose , gratis o a precios populares (en el Auditórium, la entradas general cuesta 100 pesos) en salas teatrales, patios de escuelas, plazas, en la calle. ¿Y qué mejor oferta, si el propósito era el de formar públicos donde antes no habían existido, que esta épica nacional, la leyenda del desgraciado gaucho que -quien más, quién menos- todos conocemos?

El aplauso cerrado del final y la réplica del público al grito de “¡viva la patria!” que emana potente de la garganta de Fierro demuestran que, a 140 años de la aparición de la primera parte del gran poema nacional, cuyos versos se extendieron como reguero de pólvora entre las poblaciones rurales (en su gran mayoría analfabetas), continúa vigente la identificación del público con el devenir de un personaje hambriento de protección del Estado, justicia e igualdad ante la Ley.


Autor: versión de Claudio Gallardou sobre Martín Fierro, de José Hernández. Dirección: Tony Lestingi. Intérpretes: Hernán Lewkowicz, Luciano Medina, Carlos María Scappatura, Mercedes Torre. Vestuario y escenografía: Jorge Miceli. Iluminación: Jorge Merzari. Producción: Alejandro Bontas. Fotografía: Mauricio Cáceres. Diseño gráfico: Verónica Duh / Ana Dulce Collados. Coreografía: Soledad Argañaraz. Música original: Oscar Cardozo OcampoSala. Máscaras: Claudio Gallardou / Soledad Argañaraz. Sala: . Sala: Astor Piazzolla (Boulevard Marítimo 2280 – Mar del Plata): martes a las 21:30 (hasta el 26/02/2016).

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