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No llores, vuela

aloft1Título original: Aloft
Origen: España / Canadá / Francia
Dirección: Claudia Llosa
Guión: Claudia Llosa
Intérpretes: Jennifer Connelly, Cillian Murphy, Mélanie Laurent, Oona Chaplin, Ian Tracey, Peter McRobbie, Zen McGrath, William Shimell, Winta McGrath, Andy Murray, Nancy Drake, Judy Cook, Carson Nattrass
Fotografía: Nicolas Bolduc
Montaje: Guillermo de la Cal
Música: Michael Brook
Duración: 96 minutos
Año: 2014
Compañía editora: Blushine


6 puntos


Un drama gélido de madres e hijos

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

aloft2El comienzo de No llores, vuela, coproducción española, canadiense y francesa dirigida por la peruana Claudia Llosa, es sumamente subyugante: una mujer se adentran en un territorio un poco hostil, donde un grupo de personas esperan ser elegidas por una especie de chamán que sana enfermos. La mujer va con sus dos hijos, y uno de ellos lleva como mascota un halcón. El animal será fundamental en ese, el primero de los episodios trágicamente imprevisibles que van modelando la tensa relación entre Nana e Iván, madre e hijo respectivamente. Es un comienzo potente, intrigante, incluso hasta en la falta de algo que nos determine un tiempo preciso, de ahí la extrañeza que desprenden sus imágenes. Es, también, un arranque que lamentablemente marca un límite para una película que a partir de ahí avanzará con aciertos y errores, sin alcanzar nunca una real trascendencia cinematográfica.

Llosa repite como sus películas anteriores (cuyo film más popular es La teta asustada) aquello que tiene que ver con los elementos míticos, el espacio y la presencia de mujeres fuertes. El film avanza en dos tiempos: en el pasado, es la madre (Jennifer Connelly) y la dura experiencia de criar a dos niños -uno de ellos padece una rara enfermedad-, sin la presencia de un padre; en el presente, una periodista (Mélanie Laurent) busca al hijo, a Ivan (Cillian Murphy) para que la ayude en el rastreo de su madre, convertida ahora en una mujer sanadora. No llores, vuela se sostendrá entonces en dos texturas diferentes: el pasado, contado como un drama familiar bastante oscuro; el presente, una suerte de road movie por pasajes congelados y plagados de simbolismos. Lo que siempre está en juego es la relativización de los mitos, en este caso de lo maternal.

Llosa logra en No llores, vuela una película de imágenes imponentes, tiene la capacidad para hacer del paisaje un personaje más: lo críptico de algunos pasajes genera un fuerte vínculo entre los personajes, el entorno y los espectadores. Es, decididamente, un film desolador, que a pesar de lo gélido de la postal (y de la presencia siempre distante de la fría Connelly) nunca pierde de vista la calidez que requieren sus criaturas. Pero la directora es también capaz de demostrar un gran talento para la dirección de actores: Connelly, Laurent y Murphy están realmente soberbios en sus roles, aportando la serenidad necesaria para construir personajes dolidos en su más pura esencia. La mujer no le perdona a su hijo ciertas acciones, el hijo -ya crecido- pena por la desaparición de su madre, que lo abandonó y a la que acusa de un fraude como sanadora.

Claro está, esa road movie tiene como objetivo el reencuentro entre madre e hijo, y ahí se generan algunos de los problemas finales de No llores, vuela. En primera instancia, el duelo entre ambos personajes está resuelto un poco a las apuradas, con un final abrupto que no termina por decodificar la forma en que los vínculos se han movilizado. Y en segunda instancia, la presencia siempre complicada de las aves en este film termina por convertirse en una metáfora realmente previsible y algo trillada. Un film para nada desdeñable, pero que carece en su final de la potencia que requería la suma de pesares acumulados por los personajes.

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