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24 líneas por segundo: la cultura del personalismo

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

lionel messiArgentina se quedó otra vez con las manos vacías en un torneo de fútbol. Y, lógicamente, salir segundo no alcanza cuando las expectativas del pueblo están -tal vez- un poco por encima de las capacidades del equipo. Pero no es mi objetivo hacer un análisis deportivo (que para eso están los especialistas, y bastante mal que lo hacen), sino detenerme en algo que surge cada vez que pasan cosas como esta: y que es el notable nivel de agravio sobre el jugador referente, en este caso el talentoso Lionel Messi. Por una cuestión cultural, idiosincrática, depositamos en el referente todas nuestras expectativas, cayendo en el peor de los personalismos: ese que pone tanto peso en el individuo que, ante el fracaso, la mirada positiva se revierte y se convierte en oprobiosa. El líder ya no es líder, sino un pecho frío bueno para nada, un inútil inservible que no siente lo que debería sentir. Pero como este es un sitio de cine, pensemos esta conducta de la masa desde un punto de vista cinéfilo para hallar algún tipo de certeza sobre por qué somos como somos. Las últimas épicas deportivas de la selección hay que buscarlas por los 80’s, donde un Diego Maradona representaba la imagen del líder. Es que somos, como cultura, tan cristianos, que el “salvador” es una figura que se nos hace necesaria (tanto que hasta el técnico de aquella selección tenía por segundo nombre esa palabra: Salvador). Eran tiempos, los 80’s, de Stallone, Schwarzenegger, Van Damme, Chuck Norris, Duro de matar. Los héroes individuales que nos rescataban de un mal general. Pero los tiempos han cambiado, como que pasaron tres décadas, y ya los héroes individuales no son el centro del universo. Pensemos en Los indestructibles, en cómo aquellos héroes de los 80’s deben rodearse de un grupo para ganar jugando en equipo; pensemos en los hits de acción del momento, en Rápidos y furiosos y sus elencos cada vez más numerosos. O pensemos en las comedias de los 80’s, centradas en el comediante de turno, y cómo en el presente las comedias se piensan desde un lugar más socialista, donde todos los personajes tienen su momento de lucimiento personal. Esa derrota del héroe individual a favor de un grupo consistente es una idea que, como concepto, no hemos abrazado todavía por estas tierras en exceso personalistas. Y pensamos que la luz de Messi (o del Cristo que sea) nos va a salvar. Sólo eso. Nada más que eso. Cambiar un paradigma no es fracasar, es renovarse ante lo que demanda cada tiempo: es inteligencia, lo otro es terquedad y conservadurismo. Dejar de pensar en el héroe individual no nos llevará necesariamente al triunfo (desde lo personal el éxito me importa poco en el deporte), pero sí nos hará más tolerantes al fracaso; más coherentes y más lógicos en función de las propias capacidades.

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