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Peretti y Winograd: “la única manera de poder dirigir una película es hacerla personal”

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

El director Ariel Winograd y el actor Diego Peretti son gente con amplia experiencia en el terreno de la comedia. Ahora, juntos, potencian sus talentos para llevar adelante Sin hijos, la película que se estrena este jueves 14 y que trata sobre un padre divorciado que no le cuenta a su nueva novia que tiene una hija. Winograd y Peretti dialogaron con FANCINEMA sobre esta producción nacional que se acerca al territorio de la comedia familiar y que los encuentra a ambos, también padres en la vida real, descubriendo rasgos personales en la construcción de sus personajes y situaciones.


DIEGO PERETTI:

“no le agrego nada al personaje cuando su historia no me lo pide”

perettiLa producción de Sin hijos comenzó hace un par de años, y Diego Peretti se involucró casi desde el comienzo. Pero recién el año pasado, cuando estaba terminando la puesta de la obra El placard, fue que el proyecto revivió y se puso una fecha precisa para el rodaje. Fue un trabajo de verano, al menos para el actor, que rodó entre el 12 de enero y el 22 de febrero de este año. Un período corto, si se piensa en otras producciones, pero que para Peretti fue realmente muy satisfactorio. Me encantó trabajar con Maribel Verdú y Ariel Winograd, que venía de filmar tres comedias, demostró un gran conocimiento del género y lo que quería filmar”, comentó.

-Los tiempos del rodaje fueron cortos. ¿Hubo alguna dificultad respecto a eso o te lo tomaste como un desafío?
No fue particularmente dificultoso. Trabajamos mucho, eso sí, todos los días. Pero hubo una muy buena pre-producción, con lo que estaba muy claro lo que queríamos hacer.

-¿Cómo fue el trabajo previo en el guión que realizaron con Winograd?
Realmente muy bueno. Con Ariel no nos conocíamos, pero ya en la primera vez que nos juntamos él tenía una idea sólida del matiz que le quería dar a la película y yo estuve por suerte plenamente de acuerdo. Después estuvimos durante un mes y medio juntándonos para cambiar algunas escenas y ciertos detalles, pero todo se desarrolló de manera fluida.

-¿Cómo fue el trabajo con el resto del elenco?
Con todos se fue armando un trabajo muy armonioso y fluido. De hecho, hasta tuve oportunidad de aportar mi punto de vista en el casting de Guadalupe Manent, quien es realmente una muy buena actriz. Hay veces que los rodajes pueden ser particularmente duros y dificultosos, pero en este caso fue todo lo contrario. Todo fluyó sin inconvenientes.

-Me llama la atención que muchos de los personajes que trabajás tienen que ver con los lazos familiares: hay mucho hincapié en sus roles como padres, hijos o hermanos. Acá también hay mucho lazo familiar. ¿A vos te atrajo eso como instancia en común? ¿Lo pensás a la hora de elegir una película?
No, la verdad que no. Leo la historia, veo si me atrae, si está escrita con buen gusto, si los diálogos son buenos, si los giros en la trama son interesantes y creativos, si son lógicas las transformaciones del personaje que voy a encarnar, si pasa lo mismo con los otros personajes, el director, el elenco, todo eso que hace que uno acepte o no un trabajo.

-¿Cómo fue el trabajo que hiciste con tu personaje, siendo alguien que tiene que recorrer todo un camino de crecimiento?
¿Viste cuando un guión está bien escrito? Bueno, hay que dejarse llevar por el guión, concentrarse en cada una de las escenas, hablar mucho con el director para saber en qué estado anímico está en cada una de las secuencias para que no haya un salto ilógico de una escena a otra… En este caso, no había ninguna característica en el personaje que marcara algo muy apartado de lo que yo soy: no era ni un gordo, ni un anoréxico, tampoco tenía una discapacidad, no hablaba un idioma distinto al mío, no era rengo… Entonces, yo no le agrego nada al personaje cuando su historia no me lo pide. Sí tenía muy estudiadas cada una de las líneas y había hablado mucho con Ariel sobre qué queríamos en cada una de las escenas.

-¿Había ciertos dilemas que tenía el personaje con los que te sentiste identificado?
El hecho de ser padre de una nena. La mía es más grande, pero la edad que tiene el personaje de la hija en la película, mi nena la tuvo hace poco, entonces recuerdo mi relación con ella y entonces me vi identificado con algunas situaciones.

-¿Te pasó por ejemplo con ciertos momentos donde se entabla una relación de igualdad entre los dos personajes?
En el caso de la película eso está más remarcado, porque ahí está el problema, en la falta de límites. Eso hace que la nena tome las riendas de la relación. Están con un límite un tanto difuso y ambiguo. Por eso, cuando entra una tercera persona, eso se ve con más claridad.


ARIEL WINOGRAD:

“creo mucho en la comedia construida a partir del drama”

winogradEl guión de Sin hijos le llegó a Winograd en 2013, a partir del vínculo que existe entre Tres Planos y Patagonik desde Vino para robar. Si bien para el director era un material al que había que reformular, encontraba en esa base un germen ligado a la historia y a la idea de paternidad con la que él sentía identificado. Su objetivo principal era hacer de este texto ajeno algo personal. Desde ahí, entonces, es que se pusieron a trabajar.

-¿Vos le hiciste modificaciones al guión? ¿Cómo fue ese proceso?
El proceso de trabajo con el guión fue hermoso. Obviamente requirió de una gran cantidad de tiempo, con lo que comenzamos a tener reuniones con Mariano Vera, que es el guionista, y Juan. Cuando llegamos a una versión que nos gustaba, se compartió con Diego (Peretti) y a partir de ahí también estuvimos trabajando durante tres meses con Diego, repensando y reescribiendo algunas cosas que podían mejorar. Después de eso, volvimos a trabajar con Juan y Mariano, y a partir de ahí salió la película. Fue un trabajo, como siempre en estos casos, de mucho aporte de todos los involucrados, porque incluso con los personajes de Martín Piroyanski, de Fontova, de Guillermo Arengo hubo mucho trabajo fino, de ir sabiendo qué es lo que queríamos contar y qué le pasaba a cada personaje.

-¿Vos en qué aspecto decís que es personal la película?
Al no ser un guión mío, la única manera de poder dirigir una película es hacerla personal. Eso implica modificar cierto punto de vista, o una estética, darle una impronta que a uno lo acerque. Y yo la verdad que no hubiera podido hacer Sin hijos si no la tomaba como algo personal.

-¿Hubo una conexión previa que buscaste hacer con otro cine de comedia argentino o de otros países como para poder hacer del film algo tuyo?
Yo con la comedia argentina, salvo el caso de Vóley, Relatos salvajes -que más allá de ser mucho más que una comedia, tiene toques de ese género- o Tiempo de valientes, no encuentro una identificación. Sí siento influencia -aunque me parece una palabra un poco grande- por parte de la comedia americana y la inglesa. Entonces tomo ciertos elementos del cine de Judd Apatow, que es mi mayor referente dentro de la comedia.

-Vos hacés referencia a Apatow. En un punto, ¿Sin hijos es también una película de crecimiento, como también lo son muchas de las películas de ese director?
Sí, los personajes tienen que crecer, pero lo hacen como pueden. La película también tiene claras referencias a Un lugar llamado Notting Hill y Un gran chico, con lo que hay además cosas de la comedia inglesa, no es que tomé una sola dirección en particular. Incluso me interesa mucho un tipo como Louis C.K., que con lo que está haciendo ya supera la comedia, está inventando un nuevo género. Uno toma eso, no puede estar ajeno. Entonces lo que traté de hacer fue algo con lo que pudiera sentirme identificado, es decir, un film que pudiera ir a ver, que sea divertido y a la vez con cierta profundidad. Donde más me sentí identificado fue en la línea padre-hija: pensaba mucho en mi hija mientras miraba la película. Ella tiene seis años y hay muchos juguetes suyos en la película.

-Llama la atención cómo usaste la cámara para filmar ese espacio pequeño y grande a la vez que es la casa del protagonista, usando panorámicas y planos secuencia. ¿Cómo se decidió ese trabajo en la puesta en escena?
Como Sin hijos transcurre en buena medida dentro de ese departamento, yo no quería que se sintiera como una película que no respire. Entonces jugamos mucho con las ventanas, permitiendo ver la ciudad. No quería que quedara como una comedia medio “tapón” y que se notaran los decorados. Entonces trabajamos un montón con el director de arte y el de fotografía, en pensar y encontrar un departamento acorde a lo que necesitábamos. Sin embargo, para determinadas circunstancias, no importa cuán grande sea un lugar, siempre va a terminar siendo de alguna manera chico. Yo quería que ese momento del desarme y rearme de su casa que hace el protagonista sea un plano secuencia y lo que terminó surgiendo es un homenaje a Blow out, la película de Brian De Palma con John Travolta. Me pareció divertido hacerlo de esa forma y estar desde el punto de vista de él, que lo sintamos un poquito más cercano. El plano secuencia buscó de esta manera ser una herramienta para que vibremos con el personaje, para que nos identifiquemos con esa bola de nieve de la que no puede salir. Me gusta mucho aportar movimiento desde una puesta que sea ágil y dinámica, para que el espectador nunca se embole.

-¿Cómo se llegó al casting de Guadalupe Manent, quien interpreta a la hija del personaje de Peretti?
Fue a través de un casting que estuvo desarrollado por María Laura Berch, una directora de coach de chicos, quien ha estado en casi todas las películas donde aparecen chicos y están bien. Vimos a 600 chicas, quedaron tres y cada una tenía un punto de vista diferente, es decir, hubieran sido diferentes películas de acuerdo a quién termináramos eligiendo. Cuando estábamos a punto de cerrar el casting, la vimos a ella cantando en el programa de Susana Giménez con Valeria Lynch, nos llamó la atención, decidimos hacerle un casting y fue un desastre, tremendo. Entonces decidimos hacerle un coaching, trabajar con ella una semana para ver cómo funcionaba y la verdad que Guadalupe es una genia, una esponja que absorbe y aprende a pasos agigantados como si fuera una actriz que hubiera hecho dos mil películas. Todos los días era sorprendernos un poco más pero fue un proceso de crecimiento dentro de la película, donde pasamos en primera instancia de decirle “Guada, no mires a cámara” a las últimas semanas, donde actuaba súper canchera. Fue un proceso hermoso porque involucró verla crecer y el resultado se ve en la película. Yo estoy muy orgulloso de su actuación, porque si la interpretación de ella estaba mal, la película se caía.

-Noto que no sólo el personaje de Peretti hace su aprendizaje, sino también los demás. ¿Cómo fue encontrar al resto de los actores?
Se hizo un casting con un director de casting que fue Walter Rippel y después se fue pensando quién era cada uno de estos personajes. Con Martín (Piroyanski) es la cuarta película que hago, me encanta trabajar con él y su personaje fue uno de los que más laburamos, porque en el guión no estaba así. Cada personaje fue tomando su propia forma. Para darte un ejemplo, a Arengo, que hace de un pediatra, lo mandé a visitar precisamente a mi pediatra para que lo conozca y trate de copiarlo un poco. Con el Negro (Fontova) nos parecía muy gracioso que pudiera ser el padre de Peretti y lo fuimos explorando desde ese lado. Lo mismo con el personaje de Marina (Bellati), que es una madre pero como el padre ya se hace bastante cargo de su hija, tiene rearmada su vida y se dedica a armar otra familia, a vivir en el campo, un tanto apartada de la ciudad. Hubo un trabajo muy personal con cada uno de ellos, porque ya en el guión estaba presente esa cuestión de que los personajes secundarios no sólo son funcionales a la trama principal sino que también deben tener su pequeña trama con un crecimiento y un cierre. En lo que respecta al caso de Maribel Verdú, es una actriz con una enorme presencia pero que además estuvo plenamente involucrada en el proceso, siempre abierta al juego. Fue un rodaje muy duro y difícil por los tiempos y por la búsqueda de una puesta que saliera del mero plano-contraplano, pero también muy divertido. Eso no significa que nos estuviéramos riendo todo el tiempo: como había un análisis puntual escena por escena, eso nos permitió ver también el lado serio o dramático dependiendo de las secuencias, y eso es algo en lo que yo creo mucho, en la comedia construida a partir del drama. Incluso, como Guadalupe tiene un lunar, le terminamos haciendo un lunar a Peretti, Piroyanski y Fontova, como resaltando que era una familia de lunares.

-Trabajaste con Piroyanski por cuarta vez. ¿Qué creés que te pasa con él que tienen esa química?
Lo amo (risas). Somos muy amigos, nos entendemos muy bien y nos sentimos muy cómodos trabajando juntos. Tenemos una visión similar en cuanto a la comedia y cómo hacerla, con lo que a la hora de filmar siempre pensamos juntos cómo potenciar lo que estamos haciendo. De hecho, yo siempre digo que los personajes que hace Piroyanski en cada una de mis películas es diferente pero a la vez siempre es Piroyanski. Algo parecido puedo decir de Rago: volví a laburar con él porque lo quiero un montón y, a pesar de que tiene un papel muy pequeño -cuando él en verdad está para papeles mucho más grandes-, me gusta estar con él en la filmación, nos entendemos un montón. Siempre trato de trabajar con gente que entienda la comedia, que se tome la profesión desde el humor.

-¿Cómo pensás a esta película dentro de tu carrera?
Muy buena pregunta. La pienso como una muy linda cuarta película. Siento que no deja de ser una comedia más dentro de las comedias que hice, pero que toca otro tipo de comedia. Eso es lo que me pone más feliz: siento que tiene un poquito más de profundidad que las otras y que se anima a explorar un poco más ciertos lazos y no es tan cínica. Cara de queso es para mí directamente una comedia negra; Mi primera boda es blanca, hiperblanca, brillante; Vino para robar es una comedia dentro de una película de robos, mucho más estratégica, donde los personajes juegan distintos roles y en la que la comedia se da por las torpezas o inconvenientes que les van surgiendo. En el caso de Sin hijos, la comedia va por otro lado, más profundo, tocando otras teclas.

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