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Saverio, el cruel


Buena


La locura de lo racional

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

saverioSin ser particularmente lograda, hay algo en Saverio, el cruel que la termina consolidando como una obra atractiva e interesante, que se da por algo muy elemental e indispensable en el teatro, que es la conexión fluida entre un texto y su puesta en escena. En este caso, lo que tenemos es un texto original, escrito por Roberto Arlt, que es tan ambicioso como desestabilizador en sus mecanismos y giros en la trama, que terminan empalmando, paradójicamente, con una transposición convencional pero que se revela a la vez como funcional.

El relato se centra en Saverio, un corredor de manteca que a pesar de ser un pleno convencido de las bondades de la manteca, apenas si puede vivir de su propio oficio, y que se convierte en el blanco de una elaborada broma por parte de una joven rica en extremo caprichosa en conjunción con su corte de aduladores. Pero también se podría decir que elige una postura incómoda, porque se permite desarrollar e indagar en el punto de vista de ese conjunto de ricos bromistas, a los que se intuye aburridos de su vida y que eligen a un miembro de una clase a la que consideran inferior para reírse de él, con la otra parte creyéndose por completo su papel, con una ingenuidad tan llamativa como coherente con su carácter. Allí, en esa interacción de clases, donde entran en juego la chanza y la subestimación, pero también la sumisión y credulidad del otro, es donde Saverio, el cruel arriesga más, porque elude la corrección política, tirando dardos para todos lados.

Pero Saverio, el cruel no se queda ahí, dejando abierta la puerta para introducir todo un entramado vinculado a la posibilidad de un ejercicio delirante del totalitarismo que se zambulle de cabeza en lo hilarante y ridículo, provocando esa clase de risa que alterna entre lo espontáneo y la distancia un tanto incómoda. Claro que allí se empieza a notar que a la puesta, a pesar de ser eficaz, le falta algo de vuelo como para alcanzar las alturas y riesgos que el texto le reclama. De hecho, en ciertos pasajes más esquemáticos, la obra cae en una chatura que empantana el ritmo narrativo.

Aún así, en su tramo final, Saverio, el cruel da una vuelta de tuerca muy particular que problematiza nociones como la realidad y la ficción, la locura y el raciocinio, revelando cómo son construcciones que desde la sociedad se quieren poner en polos opuestos pero en verdad están mucho más enlazadas de lo que parecen. Ese giro que va dando el texto permite que la lectura política y social se refuerce –con una clase intentando convertirse en otra, sin poder, inevitablemente, conseguirlo-, adquiriendo connotaciones trágicas y potenciando el impacto final de la obra, de la mano de actuaciones, un vestuario y armado de luces convenientemente barrocos y desbordados. De esta manera, Saverio, el cruel, que fue estrenada originalmente hace 78 años, evidencia una fuerte actualidad.


Autoría: Roberto Arlt Actúan: Claudia Abdul, Ricardo Bustos, Guadalupe García, Emiliano Mazzeo, Cecilia Milsztein, Mayra Mucci, Nicolás Van De Moortele Vestuario y Diseño de Escenografía: Jorgelina Herrero Pons Realización de Escenografía: Sergio Sagiryan Edición de sonido: Lucas Bustos Operación de Luces: Gabriel Cultura Fotografía: Pablo Kalhat Diseño gráfico: Celeste Suardiaz Asesoramiento Musical: Alberto Milsztein Producción artística: Anabella Valencia Producción: Teatro El Popular Dirección: Cristian Sabaz Duración: 70 minutos Sala: Teatro El Popular (Chile 2076 – CABA) – Sábados a las 20:00.

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