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Recapitulación de Game of thrones: The house of black and white

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

game_of_thronesEn Game of thrones, siempre, todo termina siendo personal, aún lo que parece muy lejano. Esa es una de sus grandes virtudes, la manera en que expone como todas las decisiones y acciones involucran contenidos íntimos, subjetivos, definitivamente individualistas. Los que se han permitido pensar el mundo más allá de sus ambiciones personales, como varios de los Stark, han terminado muy mal, por lo cual no es extraño que, desde diferentes ángulos, los que permanecen con vida también tienen en cuenta sus necesidades. The house of black and white es una nueva demostración de ello.

Para Arya Stark todo es definitivamente personal. También el aprendizaje que emprenderá al llegar a Braavos y presentarse frente a la Casa de Blanco y Negro, donde busca que la formen para convertirse en una integrante de ese grupo de asesinos conocido como los Hombres sin Rostro. Ahí tenemos el retorno de ese magnífico personaje llamado Jaqen H’ghar, ese Hombre Sin Rostro que es un enigma envuelto en un enigma envuelto en otro enigma. Arya parece ser todo lo contrario: simple en sus motivaciones (la venganza, básicamente) y carácter, aunque la serie ha ido demostrando que es un personaje más complejo de lo que aparenta. Si algo se destaca en ella es su capacidad para aprender; todo su devenir en la serie ha sido un aprendizaje, un proceso de adaptación a múltiples circunstancias, por lo que esperamos que el aprendizaje que se le viene en esta temporada, luego de muchos avances y retrocesos, lo termine finalmente superando.

También todo es personal para Brienne, quien se escuda en el honor para seguir teniendo un propósito en mundo, como si lo único que la definiera fuera su palabra, su devoción hacia otros y sus habilidades como guerrera. Pod, quien ahora es su forzado escudero, guarda similitudes con ella, porque también es alguien que se define a sí mismo a partir de su lealtad. Por ahora, esa necesaria confluencia entre los dos no se da y son una pareja despareja, lo cual explica en buena medida cómo Brianne ha sido rechazada primero por Arya y ahora por Sansa Stark como protectora.

¿Cuándo Cersei no se ha manejado en la vida como si ella fuera el centro del mundo? A ella le importa sólo ella, o las personas a su alrededor cuyas ausencias le pueden importar, lo cual no deja de otorgarle una profunda humanidad. Ya ha perdido a su hijo mayor y a su padre. Ahora está preocupada (y con razón) por la seguridad de su hija, quien está en Dorne, a merced de una familia que no se lleva precisamente bien con los Lannister. Sí, todo es muy personal para Cersei y por ende para Jamie, quien deberá ir al rescate de su hija.

El pobre Jon Stark se sigue debatiendo entre lo estrictamente personal y su deber para con sus compañeros de la Guardia Nocturna. Stannis Baratheon, astuto, lo sabe, y por eso lo tienta con el mayor premio de todos: convertirlo en Señor de Invernalia, luego de otorgarle el apellido Stark. ¿Qué mayor tentación que el reconocimiento personal, el darle finalmente una identidad que le quite de encima el apodo de “bastardo”? Y sin embargo, Jon, estoico, planea negarse. Aún así, en una secuencia apasionante –con un suspenso digno de película deportiva- lo terminan eligiendo como nuevo Comandante de la Guardia Nocturna. Su lealtad para con sus compañeros finalmente ha tenido premio… si es que podemos considerarlo un premio.

Y tenemos finalmente a Daenerys, quien vivirá, en carne propia, cómo la política, a la hora de tomar medidas de vida o muerte, puede convertirse en algo demasiado personal. Esas piedras pasándole cerca, arrojadas por quienes antes eran sus más fervientes devotos,  muestran que no todo es eterno, que no hay decisiones fáciles y que el precio a pagar puede ser muy alto.

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