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Deshonrada


Muy buena


Luces y sombras de un país

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

deshonradaAl arte argentino siempre le ha resultado difícil hacerse cargo del peronismo, o más bien, no tanto del peronismo en sí, sino de sus consecuencias, los amores y odios, las pasiones inconmensurables que desató, la forma en que supo producir y reproducir -porque ya estaban latentes- comportamientos, normas, visiones, quiebres y tensiones en la sociedad argentina. Por eso es una excelente noticia la aparición de una obra como Deshonrada, que va a fondo con la cuestión, sin temor a recoger el guante respecto a esas divisiones, sin pretender cerrar las heridas, sino exponiéndolas aún más, con la convicción de que el enterrar bajo la alfombra el tema no es precisamente la mejor respuesta.

Aunque la autoría figure exclusivamente como de Gonzalo Demaría, podemos intuir que en Deshonrada los autores son varios más, desde distintas posiciones: Alfredo Arias desde la dirección y la composición del espacio escénico; Marcos Montes y Alejandra Radano desde las actuaciones; y hasta nombres como Gonzalo Córdova y Diego Vila en rubros técnicos como la iluminación y la música, respectivamente. ¿Por qué? Porque estamos frente a un texto que adopta múltiples lenguajes, diversas formas discursivas, con multitud de referencias históricas y culturales, que encuentran el equilibrio apropiado para interpelar a un público mucho más masivo del que podría creer y sin resignar complejidad.

Lo que pone en escena Deshonrada es un interrogatorio, uno más entre tantos, pero que aquí pasa a significar muchas cosas. Los protagonistas son Fanny Navarro, una estrella de cine, que ha pasado a ser nada más –y nada menos- que una actriz emblemática del Régimen Peronista, y Gandhi –irónico apellido, dada la situación-, un sujeto que fue en algún momento un cirujano de autopsias, pero que ha descubierto su verdadera vocación como interrogador e integrante de una de las comisiones de la Revolución Libertadora. Ella, que en algún momento fue adorada por el público y pasará ser estigmatizada como una expresión patente de lo más repudiable dentro de la sociedad argentina, no sabe por qué está ahí; si por su amistad con Eva Perón, por haber colaborado en la persecución de los artistas opositores al gobierno peronista, por ser la amante de Juan Duarte… o por ser su asesina. A la par de la paulatina resolución de este enigma, lo que se irá estableciendo es un duelo dialéctico entre los dos personajes, trasladado incluso a lo físico, siempre pautado por los gritos y agresiones. Un duelo irresoluto, que no termina, porque parece destinado a ser infinito.

A pesar de ser una obra aparentemente despojada, con sólo dos personajes y un escenario donde se destaca apenas una larga mesa, Deshonrada pone a dialogar toda la iconicidad propia del primer peronismo -y las fuerzas que se le opusieron-, su mitología y sus herramientas culturales. Lo hace apoyándose en un juego permanente de luces y sombras a través de la iluminación –estupendamente coordinada con los movimientos de los actores-, que van revelando, como en una danza macabra, aspectos ocultos de los protagonistas, como si fueran capas de cebolla, pero también ocultándolos, expresando de esta manera los enigmas y agujeros negros no sólo de estos personajes, sino también de ese país indescifrable que sigue siendo la Argentina, aún para los propios argentinos.

De esta manera, Deshonrada se va revelando como un relato que expone y oculta a la vez, que muestra a esa actriz caída en desgracia que es Navarro y a ese interrogador enfermizo que es Gandhi como dos caras de la misma moneda: ambos se prestan a un juego de máscaras, de roles extremos, de odios inconmensurables y eternos, mientras tratan de conservar la información que los haga fuertes y el sentido de pertenencia que los continúe definiendo. Allí, es cuando Deshonrada consigue universalizar su mirada, tanto desde lo político como desde lo artístico: las confrontaciones actuales apenas si variaron, lo mismo que ese escenario donde se construye la ficción, que es una forma que adoptan tanto la verdad como la mentira.


Autoría: Gonzalo Demaría Actúan: Marcos Montes, Alejandra Radano Vestuario: Pablo Ramírez Escenografía: Carlos Felisatti Iluminación: Gonzalo Córdova Accesorios: Larry Hager Espacio escénico: Alfredo Arias Música: Diego Vila Sonido: Santi Lesca Fotografía: Gustavo Di Mario Asistente de producción: Maximiliano Gallo Producción: Groupe Tse, Alfredo Arias Coordinación de producción: Luciana Milione Dirección: Alfredo Arias Sala: Centro Cultural General San Martín (Sarmiento 1551 – CABA) – Miércoles, jueves y sábados a las 20:30. Hasta el 02/05/2015.

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