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Funcinema

BAFICI 2014: mini-críticas de FANCINEMA


Algunas chicas o las ruinas circulares, de Santiago Palavecino / 8 puntos


chicasSiempre es mejor estar en casa. Pero por eso mismo hay que escapar de allí. Quizá un poco más cuando casa no es hogar. ¿O más cuando lo es? ¿Pero hay forma de huir? Cecilia, al llegar a la casona de campo de Delfina, una amiga casada con Sergio, un hombre más grande que ella y padre de Paula, sentirá que en su estado (está atravesando una crisis matrimonial) más le valdría no permanecer allí. Pero no puede irse. Paula ha intentado suicidarse y Nené y María, sus dos amigas, se aparecerán por allí para ayudarla a salir literal y simbólicamente. Cecilia se une al grupo de las jóvenes y vivirá una adolescencia tardía entre charlas, fiestas, drogas, juegos sexuales y tiro al blanco. Santiago Palavecino, en su tercera película, consigue plasmar, con una pericia notable, -tanto en la dirección como en el guión-, algo así como un cine de género de autor. Una especie de thriller, con toques de terror, con un suspenso en latencia permanente pero narrado con técnicas de la modernidad. Utilizando el flashforward como anticipo (desde la imagen) o premonición (desde la trama), despliega imágenes que se subsumen en duermevelas o ensoñaciones de las protagonistas. Deja vu intrigantes y pesadillescos que diluyen toda posibilidad de anclaje temporal. ¿Sucedió o va a suceder lo que vemos? ¿Está sucediendo ante nuestra mirada? Con una circularidad que agobia y aprieta el estómago, estas chicas se enlazan, se escapan, ríen y lloran, se buscan y huyen de las otras y de sí mismas sin conseguirlo. Mientras por la ventana de un cuarto se observan imágenes proyectadas que dan cuenta de un paisaje móvil, nos preguntamos si lo que se vive en la casa cerrada no es entonces la ficción de una realidad o un sueño. Y el mito de las mujeres que se cuentan todo se hace añicos. Estas chicas hablan pero se dicen poco. Sostienen secretos que las unen de un pasado en ese mismo lugar acaecidos durante la boda de Delfina. Ocultan información y ni siquiera cuando son puestas en evidencia aceptan jugar al sincericidio, ni siquiera a la sinceridad. Algunas chicas está plagado de signos y marcas de un horror que se ve venir desde el principio, una tragedia que se avecina y no se puede evitar. Pero aún así la cámara respeta a sus protagonistas y no las muestra como maniquíes ni el guión las mueve como títeres. Son ellas las que parecen decidir retardar el final o retrasar el juego o adelantar las pistas. La seguridad ansiada termina siendo la fatalidad anunciada y al espectador sólo le queda dejarse arrastrar por esa belleza inquietante. Javier Luzi


Carta a un padre, de Edgardo Cozarinsky / 6 puntos


Edgardo Cozarinsky construye su último filme como una forma de recuperar la memoria familiar (y en menor medida la de la nacionalidad). Indagando sobre sus orígenes en términos de línea paterna, recobra aquella infancia a la que se accede a partir de las voces de los sobrevivientes y los recuerdos tangibles que se poseen (pasaportes, fotos, postales, recortes y cartas) para narrar a un padre judío que llegó a estas tierras escapando de la guerra y la muerte y encontró hogar y familia en una colonia entrerriana. Hijo que también hizo el camino inverso de su padre, Cozarinsky va desentrañando la historia propia aludiendo a determinados sucesos de la Historia mundial (pero la mayor parte de ellos en lo que tienen que ver con las raíces europeas). Documental clásico en sus procedimientos, con apenas algunos apuntes que no se extienden más que en su presentación (las fotografías de la adhesión al nazismo en el país con un acto en el Luna Park), el director no consigue alcanzar la potencia que exhibió en otras de sus producciones (La guerra de un solo hombre, Citizen Langlois, Fantasmas de Tánger) y sólo pinta una especie de melancolía que, en sus mejores momentos, se torna poética (el plano fijo de un atardecer con la luz en fuga), en otros los echa a perder explicándolos (las piedras en la tumba paterna, la sombra en el camino), y en la mayoría recurre a los lugares más comunes (el fuego de una hoguera, el cementerio del pueblo). Si para hablar del origen es necesario detenerse a mostrar, dos veces, un plano de una mano cavando la tierra hay algo que está fallando. Javier Luzi


Ciencias naturales, de Matías Lucchesi / 8 puntos


ciencias naturalesLa ópera prima de Matías Lucchesi cuenta la historia de Lila, una niña alumna de una escuela rural, que quiere huir de allí a toda costa para conocer a su padre, del que tiene apenas alguna referencia oída a hurtadillas en conversaciones entre su madre y su abuela. Sólo su maestra de Ciencias Naturales prestará atención a su deseo y tratará de acercarse a la pequeña. La película se convierte en una suerte de “road movie” en busca de algo parecido a la identidad, aunque solo pretende ese gesto sencillo que supone el reconocimiento. Lucchesi no necesita explicar la razón para la decisión inquebrantable de Lila. La potencia de su deseo es el punto de arranque de la película. Los personajes vinculados a Lila y Jimena, la maestra, aún en su sencillez, están tan bien construidos como los de las protagonistas. Todos ellos cuentan más con sus silencios que con sus palabras. El espacio serrano, frío y árido se convierte en el mundo dramático perfecto para esos silencios y dolores. La integración de la geografía al relato es un acierto del director, pues el ritmo y la profundidad de la película son deudores de aquellas temperaturas gélidas, del viento y aquellas distancias inacabables. La película cuenta con muy buenas actuaciones, pero las de Paula Hertzog y Paola Barrientos son notables. Ambas otorgan a sus personajes una gran riqueza interior sutilmente visible y a la vez constituyen una dupla cuya unidad crece a lo largo del relato. Ciencias naturales es una pequeña gran película en la que Lucchesi demuestra ser un director con mucha capacidad para utilizar los recursos que le brinda el cine. Daniel Cholakian


Cleveland contra Wall Street, de Jean-Stéphane Bron / 8 puntos


En el período que siguió a la crisis del 2008, la ciudad de Cleveland intentó llevar a juicio a los principales bancos de Wall Street para demostrar su responsabilidad en los desalojos que sufrieron miles de sus habitantes. Por la resistencia que opusieron estos bancos, el juicio se vio aplazado de manera indeterminada. El director suizo Jean-Stéphane Bron decidió organizar un juicio ficticio, “un juicio de cine” como dice, pero con un verdadero juez, verdaderos abogados y un verdadero jurado. Como precisa a modo de introducción, “nada ha sido escrito o ensayado (…), no hay actores, cada uno aquí tiene su propio papel”. Este dispositivo, que corresponde a lo que los economistas llamarían un “experimento de laboratorio”, tiene varios méritos. Primero, permite esclarecer de manera muy pedagógica los mecanismos económicos y financieros que llevaron a la primera gran crisis del Siglo XXI. Segundo, permite establecer las responsabilidades de los bancos en la trama de los hechos, sin que sea un pliego completamente de cargo, ya que les deja la oportunidad de defenderse con la presencia de un abogado. En fin, agregando a los testimonios registrados en la sala del tribunal las deliberaciones del jurado, permite sacar un poco a la luz los arcanos de la justicia. Obviamente el principal límite de este dispositivo es que es precisamente esto, un dispositivo, que intenta averiguar lo que hubiera pasado si el juicio hubiera ocurrido realmente, pero que lo hace de manera necesariamente imperfecta –es por ejemplo muy probable que los bancos hubieran mandado más de un abogado. Infelizmente, el juicio de los bancos y de sus responsabilidades en la peor crisis económica desde 1929, que mucha gente todavía padece, sigue siendo una ficción. Nicolas Garcette


Connu de nos services, de Jean-Stéphane Bron / 9 puntos


Primer documental del director suizo Jean-Stéphane Bron, realizado en 1997, recorre la vida de su compatriota Claude Muret, un militante de izquierda, desde su primera participación en una protesta en 1964 hasta su casamiento en 1977, siguiendo como hilo narrativo los archivos que la policía compiló sobre sus actividades durante este período. Intercala imágenes de archivos de los eventos de la época con entrevistas al propio Muret, sus compañeros y compañeras de lucha y a los policías encargados de vigilarlos. Esta confrontación indirecta entre las dos “bandas” veinte años después, junto con los discursos proporcionados por cada una, hacen de este documental una obra sumamente sabrosa, siempre entretenida –ayudada en esto por el aspecto lúdico que atraviesa la militancia de la época-, hasta muy divertida en algunos momentos –por ejemplo, cuando Muret habla del retrato de Stalin en la casa de sus padres-, más dramático en otros, siempre de gran interés, ya que transcribe toda la complejidad y las paradojas de los actores que participaron de esta época turbulenta. Al final, se desprende de este bello film una nostalgia compartida por todos los actores, incluso los propios policías, uno hasta lamentando que la juventud de los años noventa ya no mostraría este deseo de cambiar el mundo que movilizó aquella de los años sesenta. Nicolas Garcette


El futuro, de Luis López Carrasco / 2 puntos


Una idea tiene esta película: el día que Felipe González ganó su primera elección para presidir el gobierno español en 1982, en España comenzaba a proyectarse un futuro que incluía a ese joven presidente de origen socialista y una juventud que por entonces rompía con aquella sociedad agraria, castiza y reprimida. La movida española era El futuro. Era una fiesta con alcohol, sexo, droga y rock´n roll. Ese futuro que es el presente de hoy. Lo dicho anteriormente no resume la película, la cuenta en su totalidad. La hora pretenciosa que dura esta larga e inútil fiesta (cinematográficamente hablando) no dice más que las pocas líneas anteriores. Y seguramente lo dice con menos claridad. Eso es todo. Daniel Cholakian


El mercado, de Néstor Frenkel / 6 puntos


elmercadoNéstor Frenkel es un realizador que mira a los objetos y a los personajes con la misma capacidad de interrogarlos así desde lejos cuanto de cerca. Es capaz de mostrar la arquitectura y la historia, tanto como a los personajes en su microcosmos. En El mercado, película que aborda la historia, el presente y el contexto del Mercado de Abasto, lo hace con la misma capacidad que en sus anteriores trabajos. Desde la construcción de aquel que fuera el mercado de provisión de comestibles de la ciudad al actual shopping, pasando por un largo período de abandono y deterioro, Frenkel piensa el mercado como el centro de la vida de muchas personas, como espacio definitorio del destino de cada uno de ellos y del lugar de concentración de su atención. La película crece cuando Frenkel se aproxima al edificio, a su arquitectura, a su historia y se desdibuja cuando hace hablar a muchos de los habitantes del barrio. La cámara frente a ellos pierde toda la dimensión cinematográfica e histórica y esas conversaciones en general funcionan como meras entrevistas televisivas, cuya mirada no parece ir más allá del relato del entrevistado. El edificio, los misterios, su historia y los relatos que oculta, son sin dudas un objeto maravilloso. Incluso ahora, siendo un mero centro comercial, subyuga con sus arcadas, sus espacios, su movimiento. Frenkel es capaz de aplicar allí una mirada inteligente, que encuentra y logra hacer evidentes interesantes puntos de encuentro entre aquel pasado y este presente. Daniel Cholakian


El mudo, de Daniel & Diego Vega / 4 puntos


Un juez circunspecto, recto y duro con sus juzgados, es desplazado y enviado a un juzgado menor lejos de la ciudad. Mientras su carrera se desbarranca, su familia no funciona tal y como él desearía. Intenta hablar con amigos de su padre –también abogado- para comprender el por qué de su destitución. Poco después recibe un balazo y por la lesión recibida pierde el habla. Todo es para su compresión una venganza en la que se entrama tras de ello una conspiración en su contra. Al investigar la cuestión se dedicará apenas recuperado. La intención de relatar un sistema de justicia decadente y corrupto en medio de un Estado que ha perdido todas sus capacidades, al tiempo que poner el acento en la imposibilidad de condenar al culpable en el contexto de una sociedad permisiva, es en El mudo, no sólo superficial, sino que a su vez está contada de un modo muy pobre. Los personajes son lineales y esquemáticos. Los contextos burdos y el relato avanza por los caprichos narrativos de un guión poco trabajado. A favor de la película cuenta el modo en que la ciudad y los espacios (los tribunales, la casa familiar, los restaurantes) son el sustento de lo más interesante del relato: el contexto social en el que viven y se desenvuelven las clases medias limeñas. Por lo demás, El mudo es una película que no presenta sorpresa ni matiz alguno. Daniel Cholakian


Mientras estoy cantando, de Julián Montero Ciancio / 5 puntos


En su ópera prima, el director Julián Montero Ciancio ofrece un mediometraje de personaje. Juan María Pampín: peluquero de Almagro y cantante en ciernes. Artista, según su propia definición. El filme desarrolla una especie de stand up de Pampín, siempre ante cámara, hablando con una opinión fundada sobre varios temas, haciendo chistes, mostrando “su estudio de grabación”, interactuando con sus clientas y cantando. Lo que empieza como una catarata de frases ingeniosas y divertidas, que suenan mejor por la gracia, simpatía y carisma naturales del protagonista que trascienden la pantalla y que nunca se convierten en un cancherismo artificial, se va apagando y diluyendo hasta terminar abruptamente sin desarrollar ninguna otra idea que no sea esa mera exhibición. Como si crear alguna ficción o salir del reducto cerrado de la peluquería fuera un atentado a la “naturalidad” del material logrado. Un documental que se anima al humor, lo que se agradece sinceramente, pero no se atreve a hacer nada más. Javier Luzi


Afternoon delight, de Jill Soloway / 6 puntos


afternoonEl film de Soloway trabaja con esmero ese subgénero de comedias burguesas norteamericanas que muestran la oscuridad tras esa aparente felicidad que reside en las casas cool, los maridos exitosos y los hijos simpáticos. La protagonista (la gran Kathryn Hahn) es una mujer desesperada y angustiada. Y para salvar ese presente, es que tal vez se lleva a vivir a su casa a una prostituta con el aparente fin de sacarla de ese mundo sexual: de esa manera lleva adelante su propósito social de mujer asistente. Sin embargo, en su interior parece haber otros deseos dando vuelta. Afternoon delight, decíamos, trabaja con esmero ese subgénero que no es precisamente lo mismo que decir con acierto. Se nota el esfuerzo por ser lo suficientemente sórdido y sexual como para despabilar el bastante adocenado indie norteamericano, pero al fin de cuentas la película termina abrasando clichés y se pierde en recovecos bastante insostenibles: si el film arranca como una comedia con cierta estructura, progresivamente va perdiendo el centro y se vuelve dramón fragmentario incomprensible. Al fin de cuentas la terminan sosteniendo sus actuaciones -Josh Radnor, Kathryn Hahn, Juno Temple-, y eso es algo habitual también de este tipo de películas. Mex Faliero


Casa grande, Felippe Barbosa / 6 puntos


Inspirado en parte por hechos autobiográficos, esta película, la primera de ficción del cineasta brasileño Barbosa -ya filmó un documental, Laura, que se estrenó en el BAFICI 2012- sigue a una familia carioca muy acomodada, focalizándose en el hijo adolescente, Jean -Thales Cavalcanti, estupendo en su primer papel-. Este termina su último año de estudio en uno de los colegios más exclusivos y conservadores de Brasil -el único en el país que no acepta chicas según el director-, preparándose para el concurso de entrada a la universidad, mientras intenta superar su timidez y liberarse de la protección de sus padres para conocer su primer amor. No obstante, se verá alcanzado poco a poco por la bancarrota de su padre -Marcello Novaes, uno de los grandes actores de la telenovela brasileña- que este intentaba esconder. De hecho, esta película retoma con cierto éxito algunas temáticas de este género televisivo, como las relaciones entre personajes de distinta extracción social y étnica, y, en particular, entre dueños y domésticos. Sin embargo, no renueva el enfoque y peca a veces por ser demasiado didáctica, por ejemplo en su demostración de la pertinencia de las políticas de discriminación positiva en las universidades brasileñas -un sistema de cupos reservados para los estudiantes provenientes de escuelas públicas, familias pobres y descendentes de africanos o indígenas- en la escena del asado donde Jean presenta su novia (Bruna Amaya) a su familia. Estas torpezas en el relato debilitan paradójicamente el alcance del mensaje que el director busca transmitir. En realidad, esta película se destaca sobre todo por su descripción muy acertada de la adolescencia de un hijo de familia en Río de Janeiro, de sus amores principiantes y de sus relaciones con sus padres y sus compañeros de clase, respaldada por una dirección de actores notable. Nicolas Garcette


Verónica Mars, de Rob Thomas / 4 puntos


La serie era un correcto abordaje al mundo detectivesco que a la vez introducía elementos típicos de las historias juveniles y de los procedurals que se hacían cargo de la explosión tecnológica y comunicacional, con el plus novedoso de una figura femenina fuerte y decidida internándose en un universo que comúnmente era visto como masculino, demostrando estar a la altura del desafío. En su momento fue un pequeño producto de culto, ágil en su narrativa y con personajes con vida propia, cuyos avatares revestían interés más allá de los casos de cada capítulo, aunque con un marco estético que nunca se salía de lo ya visto. Siete años después de su finalización y luego de muchas idas y vueltas -que incluyeron una exitosa campaña para recaudar dinero a través de Kickstarter-, su salto a la pantalla grande expone más que nada sus limitaciones de origen. Resulta que la película sólo consigue hablarle a los fanáticos de siempre y que la trama de misterio lo único que logra es complicar un poco más que de costumbre a la protagonista, quien vuelve a vincularse con su antiguo novio y termina reafirmando su antiguo lugar de pertenencia. El mundo exhibido en la serie sigue siendo el mismo de siempre, parece decirnos el film, resignándose a la vez a no ser más que una extensión tan segura como perezosa de lo que ya se vio en la pantalla chica, sin buscar jamás cambiar el panorama ya conocido. Pobres fans: hicieron tanto ruido y les devolvieron tan pocas nueces… Rodrigo Seijas


Atlántida, de María Inés Barrionuevo / 5 puntos


atlantida lBarrionuevo debe pensar en este momento que es una genia, o como mínimo debe tener una muy buena opinión de sí misma: acaba de triunfar en la Berlinale y ahora su ópera prima se exhibe en el BAFICI, con un amplio consenso de la crítica porteña. La verdad que me encantaría poder acordar con todos ellos, pero en mi opinión su película es apenas correcta y está notablemente inflada. Hubiera sido bueno que la cineasta se atreviera a contar bien a fondo las respectivas historias de sus protagonistas, a abordarlas en toda su profundidad y complejidad. Talento, es evidente, tiene, pero seguir de cerca a los cuerpos no la enlaza automáticamente con la filmografía de Lucrecia Martel y contar un relato de crecimiento, como el de estas dos hermanas cordobesas en pleno despertar sexual, no la convierte en una heredera de Celina Murga o Ezequiel Acuña. Esto en buena medida es culpa de los críticos porteños -que no sólo son Capital Federal-, muy complacidos en sostener y contemplar una visión porteña sobre los cordobeses, y del circuito internacional de festivales, cómodo con su idea sobre el cine argentino repleto de jóvenes tristes, que sólo de a ratos es capaz de expresar su sexualidad en plenitud. Pero también es de los cordobeses, demasiado preocupados por adquirir relevancia nacional e internacional, respondiendo a mandatos que no tienen demasiado que ver con su propia identidad. ¿No pueden ser más vitales y sexuales los jóvenes cordobeses? ¿No se puede construir una verdadera poética del deseo, que los exprese en toda su magnitud? ¿No se merecen tener una construcción más compleja, donde se pueda intuir verdaderamente su pasado, presente y futuro? Durante el último Festival de Mar del Plata, tuve oportunidad de ver Algunos días sin música, La jaula de oro y Club sándwich, películas con personajes con virtudes y miserias, que deciden por ellos mismos, sin piloto automático, en espacios-tiempos bien definidos. Lograr eso tiene su dificultad, pero tampoco es tan pero tan difícil, y lo de Barrionuevo -junto con todo el campo intelectual que la sostiene- es demasiado fácil y cómodo. Rodrigo Seijas


Atlántida, de María Inés Barrionuevo / 6 puntos


Dos adolescentes que viven en un pequeño pueblo se quedan durante un día solas en su casa por un repentino viaje de sus padres. La menor de ellas está enyesada y de algún modo su hermana mayor, mientras estudia, debe atender a sus reclamos. En algún momento, las situaciones permiten que ambas salgan del hogar y se relacionen con otros personajes en el devenir más o menos accidentado de la jornada. En el contexto de “el joven cine argentino”, la trama no sorprende. Es más, repite la propuesta estética y la historia de tantas otras. Atlántida sería un pobre película si no contara con un trabajo interesante de Barrionuevo en la realización, que logra hacer que ese universo, limitado, arbitrario y anacrónico, sea a pesar de eso dramáticamente atractivo; por sus actrices que se adaptan muy bien en el registro del naturalismo pueblerino y por un par de aciertos en el guión, que deja apuntados algunos conflictos interesantes y deja abiertos los temas sin pretender ni moralizar ni explicar. Está en el manejo correcto del ritmo, en la interesante construcción del clima y las micro-relaciones, el trabajo sonoro, la imagen cuidada sin buscar el preciosismo y en el carisma de las jóvenes actrices que Atlántida se diferencia de las muchas operas primas similares que se acumulan en la mera estadística. Barrionuevo demuestra que merece crédito para el futuro. Daniel Cholakian


Boxing gym, de Frederick Wiseman / 8 puntos


Wiseman es un octogenario documentalista norteamericano muy prestigioso, con un estilo personal, autoral para el género: lo suyo es el involucrarse en un universo determinado, observar, registrar, y no sacar conclusiones ni desde el montaje ni desde la manipulación de los objetos sobre los que centra su mirada. Wiseman deja que las cosas se expliquen por su cuenta, que hallen su naturaleza en el proceso que va desde que posamos nuestras miradas en ellas y hasta que nos retiramos. En Boxing gym muestra la vida diaria de un gimnasio donde se enseña boxeo, y donde conviven tanto amateurs como profesionales. En la actualidad, el documental ha encontrado en la ficcionalización un camino si no facilista, al menos más amable para un público que busque algo más narrativo. Wiseman no hace nada de eso. Registra y para contar, se vale de pequeños retazos, de diálogos perdidos por allí, que van generando sentido. Una de las virtudes de su obra es que el espectador logra dejar de lado prejuicios y descubrir nuevas aristas, por más prosaico que resulte el ámbito retratado. Eso puede pasar con este gimnasio, donde residen criaturas más cercanas al pensamiento preexistente con otras que se corren del lugar común: y así surgen charlas sobre música latina, sobre el paso del tiempo, reflexiones sobre el ser como instrumento social. Dicen quienes han visto más de la obra de Wiseman que no está entre sus mejores trabajos, pero este cronista tiene que decir que salió con ganas de aprender boxeo. Mex Faliero


Cannon fodder, de Eitan Gafny / 3 puntos


cannonUn virus transforma a los hombres en zombis veloces y hambrientos. Si las películas de este género se multiplicaron estos últimos años de manera más o menos afortunada –Soy leyenda, Guerra Mundial Z, más recientemente la serie Helix-, esta es la primera de nuestro conocimiento en focalizarse en Israel. Un comando de cuatro soldados es enviado al Líbano para capturar a un alto responsable del Hezbollah, pero terminará enfrentándose a esta plaga viral. Si la metáfora política, tan típica de este género, podía todavía escapar a algunos espectadores, se explicita durante el genérico final: el virus simboliza a la política de Israel que trabaría la paz en la región y que terminaría, en un efecto boomerang, destruyendo a este mismo país. Más allá de la pertinencia o no de su discurso político -que se podría criticar por una simplificación exagerada que no hace totalmente justicia a la complejidad del conflicto y de las relaciones entre los distintos beligerantes, en este caso entre el Estado de Israel y el Hezbollah-, esta película fracasa por su pobre puesta en escena que la acerca más a un videojuego de guerra repetitivo y aburrido -de hecho Cannon fodder es también el titulo de un videojuego lanzado en los años 1990-, algunos diálogos lenitivos -la historia de amor de uno de los soldados, entre otros-, y sus efectos especiales dignos de una serie Z y no de la serie B que se esperaba -los incendios que se derraman sobre Israel-. En este sentido, es preferible volver a ver Homecoming, un episodio filmado por Joe Dante para la serie Masters of horror y visto en el BAFICI 2006, con una carga política también muy fuerte, pero con un tratamiento mucho mejor. Nicolas Garcette


Coherence, James Ward Byrkit / 8 puntos


coherenceEl mumblecore se hizo presente en el festival con este film que además tiene de todo: drama, suspenso y humor, mezcla en la cual radica su genialidad. La acción, que transcurre en una sola noche, nos narra el extraño devenir de una cena entre amigos, los cuales son víctimas de los efectos sobrenaturales de un cometa que pasa muy cerca de la tierra en ese preciso momento. Bajo el hermoso espectáculo que deja a su paso el astro luminoso saldrán a relucir viejas rencillas, problemas de pareja y además los pequeños demonios que cada uno de los integrantes tenían bien guardados. Pero como Coherence es una especie de capítulo de Fringe, las preguntas se irán multiplicando hasta crear un universo del que es imposible escapar, tan cerrado y oscuro como la casa que a través de los distintos planos fragmentados se nos va presentando. Lo que logra esta película con su diversidad genérica y sus divertidos diálogos es concentrar nuestro interés en ese evento próximo a pasar, en un futuro desenlace que les puedo asegurar es genial. Eddy Báez Salas


El escarabajo de oro, de Alejo Moguillansky y Fia-Stina Sandlund / 5 puntos


El arranque del film de Moguillansky y Sandlund parece proponer una zambullida de lleno a la aventura, aunque sea desde un tono menor, contenido y reflexivo sobre el género, con la disparatada premisa de un grupo de actores y realizadores que para encontrar un tesoro supuestamente escondido en el pueblo de Alem terminan alterando completamente el eje de una coproducción sueca sobre Victoria Benedictsson, una de las precursoras del feminismo, e inventando una película sobre Leandro N. Alem. Pero luego van entrando en juego numerosas variables, entrecruzándose las narrativas de Edgar Allan Poe y Robert Louis Stevenson, además de todo un conjunto de reflexiones sobre las formas en que se configuran las miradas históricas y políticas, las modalidades de coproducción cinematográficas, los diversos rostros del colonialismo y cómo se sigue pensando al feminismo en nuestros tiempos, superponiendo líneas temporales y voces en off. El problema en sí no es esa ambición que denota la acumulación de elementos, sino el cómo y el para qué. En lo que se refiere al primer aspecto, la película tiene varias cosas interesantes para decir, pero mucha menos confianza en el lenguaje cinematográfico de lo que aparentaba inicialmente, a tal punto que por momentos da la impresión de estar contemplando un libro ilustrado con imágenes fílmicas. Y en lo referido al segundo ítem, pareciera que para los realizadores autores como Poe o Stevenson, junto al género aventurero, sólo fueran una mera excusa, como si la historia de un grupo de personas buscando un tesoro fuera algo banal, que no mereciera verdadera atención y que sólo tenga en el guión una función utilitaria para hablar de otras cosas. En el medio, se pierde la chance de contar algo simple pero apasionante, como sí lo hacía una obra como La isla del tesoro. Una pena. Rodrigo Seijas


El rostro, de Gustavo Fontán / 9 puntos


rostroMás allá de la ausencia de palabras, esta nueva película de Fontán se encuentra con su magnífica La orilla que se abisma en la perspectiva poética, en los márgenes del río y en la profunda certeza de la potencia vital del río como organizador de la vida. Película que no narra, sino muestra, los registros de El rostro son variados y en el encuentro dialéctico de los mismos es inevitable encontrarse con la Idea. Al modo del cine antropológico de los años ’20 o ficcionando el muy moderno “footage”, por momentos registrando al modo de tradicional documental de observación o presentando un modelo radicalmente experimental, Fontán propone pensar en tanto unidad el pasado y presente, lo vital, el deseo, la familia y lo comunitario y la relación del hombre y la naturaleza. Y en medio de esa compleja construcción de la Idea unificadora, la condición social del hombre del río. La película comienza con una advertencia tácita. Esta es una película para ser escuchada. El trabajo del sonido que anticipa, retrasa, deforma, oculta y devela, es notable. La construcción del fuera de campo a partir de este recurso completa la idea de totalidad. Como en el discurso poético, la voluntad de la libertad es el acceso a la totalidad como idea, a la naturaleza y al hombre. En ese camino se encuentra Fontán con El rostro una película imperdible. Daniel Cholakian


El último verano, de Leandro Naranjo / 7 puntos


Santi acompaña a una fiesta a un amigo que quiere cruzarse con una chica que le gusta. Esa es su única intención, no tiene ganas de salir. En el lugar se (re)encuentra con Juli -una noviecita de cuando eran pequeños-, a quien no ha visto por años. Se ponen a hablar y, cuando se corta la luz en la casa donde estaban, terminan junto a otros amigos en el departamento de la joven. Hasta quedarse solos durante toda esa noche. Ella ha terminado una relación y la novia de él se ha ido a estudiar afuera. ¿Qué podrá ser de estos veinteañeros mientras las horas pasan entre cigarrillos, alcohol, música, libros, cine y charlas? Naranjo filma en blanco y negro esta melancólica mumblecore que se juega por los detalles y las emociones. No es la típica ronda nocturna de personajes vacíos y paralizados que tanta veces ha imaginado el “nuevo” cine argentino. Hay un evidente manejo de los elementos cinematográficos para la puesta en escena y el guión desarrolla un vagabundeo que no es fantasmal sino vivo. Los personajes se mueven en pos de sus deseos pero también toman atajos o caminos sin salida en respuesta a sus sentimientos. La música juega un papel importante en la trama complementando lo que vemos en las imágenes y las canciones suenan encantadoras. Y si todo fluye con naturalidad también se debe a las actuaciones de un elenco que evita el costumbrismo pero no adopta el registro tan típico de las nuevas producciones del cine nacional que pululan por los festivales y que teme a cualquier mostración de sentimiento (lo que se está volviendo un estereotipo insoportable) y donde los jóvenes protagonistas (Santiago Zapata y Julieta Aiello) logran que nos identifiquemos con sus enredos. El último verano se declara heredera del cine de Eric Rohmer y de los connacionales Ezequiel Acuña y Gabriel Medina pero, a la vez, devela un director con personalidad. Javier Luzi


Fantasmas de la ruta, de José Campusano / 8 puntos


fantasmasFiel a su estilo, José Campusano realiza una obra monumental que se estructura alrededor de El Vikingo, un personaje ya conocido por el público que ha visto sus películas, y una compleja trama sobre la trata de personas y un amplio espacio de ilegalidades toleradas. En la extensa pero siempre atractiva película, los personajes son muchos y sus historias se entrelazan a propósito de las relaciones cruzadas a partir del grupo de motoqueros y el barrio, uno de los tantos pauperizados y prácticamente olvidados en el conurbano bonaerense. Fantasmas de la ruta es una narración precisa, donde actores no profesionales y escenarios que son parte del propio barrio retratado, se combinan con una interesante madurez formal de su realizador, que logra contar la historia con innumerables subtramas sin que las diversas historias que comienzan a lo largo del film se pierdan o se confundan. Campusano da cuenta en la película de ser dueño de una ética inquebrantable de compromiso con las personas que cuentan su historia y que él cuenta en la historia. No hay ni dejo de paternalismo, ni condena. Tampoco prescripción de sus responsabilidades. Con esta película, el muchas veces discutido realizador de Vil romance y Fango se consolida como un gran narrador. Gustavo Penta


Fifi howls from happiness, de Mithra Farahani / 7 puntos


“En Irán, individualidad e historia no tienen valor. Nunca la tuvieron ni nunca la tendrán”, dice en un momento Bahman Mohasses, quien fuera una de las principales figuras de la cultura iraní previa a la Revolución de 1979, pero cuyo nombre y su papel histórico han sido prácticamente borrados del mapa de la memoria. En cierto modo, la película de Farahani, ganadora del premio a mejor película en la Competencia Internacional del BAFICI 2014, se propone revalorizar lo que la sociedad iraní viene desvalorizando, al menos con la individualidad de Mohasses. Lo hace con un acto tan simple como arriesgado: deja hablar a ese artista, al cual la realizadora encuentra en un hotel en Roma, aislado del mundo desde hace muchos años, ya bastante cansado de la vida y con su salud en tiempo de descuento, pero todavía con ganas de tirar a la marchanta frases terriblemente provocadoras y dignas de análisis -como cuando afirma que “esa concepción idiota de que todos somos iguales es una tontería” o cuando sostiene que el problema con la homosexualidad en la actualidad es que le quitaron todo el misterio y lo prohibido que tenía en sus orígenes-. Esto le sirve para también asistir al proceso creativo de Mohasses que, como el artista, es tan contradictorio como fascinante. Así, este documental no necesita de grandes rasgos formales, porque se alimenta de las formas de su protagonista y produce contenido a partir de ellas. Rodrigo Seijas


Juana a los 12, de Martín Shanly / 8 puntos


El director puso de protagonistas a su hermana y su madre para contar una historia ambientada en el colegio bilingüe al que él mismo asistió. Esto, que parece un ejercicio autoindulgente, supera todas las expectativas cuando el realizador demuestra que aquellos son sólo elementos desde los cuales parte para construir un relato sumamente atractivo sobre lo asfixiante y rutinarias que pueden ser las instituciones. Ni el colegio, ni el cúmulo de psicopedagogas, docentes particulares y entidades neurológicas, ni la propia madre parecen ser suficientes para comprender, abarcar y contener a esa Juana que atraviesa el complejo proceso de crecer, de ir de la infancia a la adolescencia. Con climas que bordean el terror psicológico, una puesta en escena destacada y decisiones formales tan interesantes como pertinentes con lo que se está contando, Juana a los 12 muestra en Martín Shanly a un director con una voz poderosa y muy sólida en su ópera prima, que no se regodea en el habitual esteticismo inane del cine independiente argentino, sino que construye una historia con una enorme tensión que subyuga la aparente calma, al igual que ocurre en esas instituciones que moldean en vez de formar. Mex Faliero


Kill list, de BenWheatley / 7 puntos


killlistUna pareja en crisis con un hijo. El marido no trabaja desde hace ocho meses, tanto el hombre como la mujer parecen haber sido parte del ejército. El mejor amigo de él lo convence para hacer un trabajo, una lista con nombres de personas que deberán ir matando. Con esta premisa podríamos encajarla dentro de un drama policial, pero la película irá dejando elementos extraños que la llevan al universo de los films de cultos satánicos de fines de los 60 y principio de los 70 (hay claras referencias a dos obras maestras del género: The devil rides out -1968- y The wicker man -1973-). Actuaciones buenas, mucha violencia. La parte final se vuelve más acelerada, seca, dejando al público en silencio unos instantes después de los primeros créditos. Gabriel Piquet


Of snails and men, de Tudor Giurgiu / 6 puntos


El rumano Giurgiu se miró todas esas comedias británicas que fusionan la picaresca con lo social -en la onda Full monty- y se mandó con esta comedia dramática que tiene como centro una premisa disparatada -aunque real-: para salvar la fábrica donde trabajan, los operarios deciden ir a donar esperma y juntar el dinero suficiente para cumplir el objetivo. El film no está mal en su primera mitad, donde el estilo costumbrista british es asaltado por un absurdo tan habitual de la cinematografía rumana más reciente. Los problemas vienen luego (desaparece el personaje del director de la fábrica), cuando el juego de relaciones entre los personajes comienza a desarrollarse con elementos algo trillados y más convencionales, cercanos a la comedia romántica que amaga por momentos (homenaje a Julio Iglesias incluido, aunque esa escena resplandezca de grasa y logre la simpatía típica de lo camp). A diferencia de las comedias sociales británicas de las últimas décadas, estos rumanos se animan a concluir con cierta amargura, logrando que lo absurdo de la situación desnude en el subtexto una despiadada reflexión sobre cómo son vistos los países de Europa del Este en el contexto global. Con sus vaivenes, Giurgiu no logra el mismo refinamiento formal que otros compatriotas contemporáneos, pero sale bastante ileso del mejunje genérico en el que se metió. Mex Faliero


Omar, de Hany Abu-Assad / 7 puntos


Omar vive a corta distancia de Nadia, la mujer que ama y sus compañeros de resistencia. Pero entre ellos, como entre otros miles de palestinos que habitan Jerusalén oriental y entre sus familias y amigos de Cisjordania, se levanta un enorme muro de hormigón casi infranqueable. Aun así, Omar se arriesga a menudo a las balas y los golpes de la policía israelí para poder llegar hasta ellos. He aquí el tema de esta película de amor: la ocupación israelí en la vida de los palestinos. Si en 2005 Abu-Assad presentó Paradise Now, en la cual la resistencia armada era una opción política concreta para terminar con la ocupación, en Omar la ocupación adquiere la dimensión de la tragedia y la violencia ya carece de toda potencia liberadora en el orden histórico político. Omar participa de un atentado en contra de la policía israelí y luego de que alguien los delate, es detenido. Por circunstancias de la vida en la cárcel es obligado a convertirse él mismo en delator. Al salir se enfrenta al dilema de sostener su amor y su vida o avisar a sus compañeros de la situación en la que se encuentra. El realizador construye entramando el engaño, la mentira y el ocultamiento tanto entre los personajes como con el mismo espectador. Por momentos demasiado convencional, la historia deja de lado pensar en el sentido de la resistencia armada como estrategia política y la presenta solamente como una inconducente (aunque única) opción personal. La vida, en tanto simulación, sólo puede darse en el ámbito de lo privado. En las casas, en los trabajos, en la escuela, casi siempre se puede imitar la normalidad. En la calle sólo prima la violencia impuesta por la ocupación. La calle es un espacio de pura negación de las pulsiones y el deseo. Es pura violencia. Ya no queda ni irse, ni quedarse, ni resistir. Daniel Cholakian


Pichuco, de Martín Turnes / 8 puntos


pichucoTenía 10 u 11 años cuando Aníbal Troilo llegó con su orquesta al teatro Colón. Recuerdo de ese momento dos cosas que me quedaron grabadas. La primera es la polémica que se desató a propósito de la llegada de la música popular al teatro sagrado poseído por las elites porteñas. El segundo de los recuerdos es la emoción de mi viejo viendo al maestro del bandoneón en la vieja tele de blanco y negro desde el Colón. Turnes traza tres líneas paralelas que, como en la realidad, en este caso no se tocan: formaciones de músicos jóvenes interpretando a Pichuco; investigadores y docentes que digitalizan las partituras para estudiar y enseñar en una escuela de música popular la capacidad compositiva de Troilo; y finalmente colegas, compañeros y discípulos hablando de su vida y su música. Y para cerrar la voz incomparable y el momento mágico de su ingreso al escenario del Colón. Y mucho, pero mucho tango formidablemente interpretado. Tal vez mañana, cuando vaya a visitar a mi viejo pueda contarle de la película y de esa escena final. Ojalá la memoria, que con los años se le ha puesto tan esquiva, le traiga aquella noche frente al televisor y aunque más no sea recupere los viejos sonidos –esos que también ahora le cuesta escuchar- de los fraseos incomparables de ese hombre que tenía tanta sensibilidad en los dedos como en el alma. Daniel Cholakian


Por las plumas, de Neto Villalobos / 7 puntos


En gran parte del cine centro americano de los últimos años hay cierto tipo de recurrencia estética que lo identifica. El modo de incorporar a los márgenes de las ciudades o los pueblos como parte de la dramaturgia, la soledad de los personajes, su deambular por las calles y la vida, los planos fijos y frontales en los que se desarrollan escenas completas, entre otros. Todos estos elementos están presentes en Por las plumas, que a diferencia de la mayoría de estas películas a las que nos referimos, es una comedia pura, popular y con voluntad de masividad. Chalo es el guardia de seguridad de un lugar vacío y abandonado en un pequeño pueblo de Costa Rica. Su único anhelo es poder tener un gallo de riña. Luego de mucha insistencia consigue comprarlo. En ese extraño lugar que cuida conoce a Candy, sirvienta en la casa vecina, y Jasón, un ex ladrón devenido guardia gracias a su encuentro con la religión. Ellos serán los compañeros de Chalo en su aventura de llevar a Rocky, el gallo, a las arenas de las riñas. Villalobos demuestra conocer muy bien el manejo de los recursos cinematográficos, pues articula elementos no siempre vinculados con el género -incluso abre la película invitando a pensar en un drama convencional- y construye una comedia muy divertida. Con un equipo pequeño y un guión sólido, más unos actores-personajes riquísimos que se encuentran gracias a su preciso trabajo, el realizador presenta un película sencilla y capaz de reír con una historia construida desde la mirada de los sectores más desposeídos. La mirada no es sobre ellos, sino a partir de ellos. De este modo la comedia adquiere un sentido popular que la distingue de la mayoría de las comedias burguesas del presente cinematográfico. Daniel Cholakian


Sacro GRA, de Gianfranco Rosi / 7 puntos


sacroEn este documental, primero de su género en ganar el León de Oro en la última Mostra de Venecia, Rosi, el director de los notables El sicario Room 164 y Below Sea Level, explora el territorio que se extiende alrededor del GRA -Grande Raccordo Anulare- este enredo de autopistas que rodea Roma. Dibuja sus contornos intercalando imágenes de las vías y de sus alrededores en distintas épocas del año con escenas de la vida cotidiana de algunos de sus habitantes -un enfermero, un conductor de ambulancia, unas prostitutas, un viejo pescador de anguilas, un botanista y otros-. Deja entrever así las correspondencias entre estos espacios periféricos y las personas que los habitan y que, de hecho, viven de una manera u otra al margen de la sociedad. Este collage fílmico, unificado por el zumbido de los autos casi siempre presente, es a veces hipnótico -las imágenes borrosas del travelling de apertura, la autopista como adormecida bajo su manto de nieve, e incluso brillante, el circuito de autos teledirigidos que rodea a la autopista, la pared de pantallas del último plano-. En otros momentos, el interés de lo que se eligió mostrar se pierde un poco -por ejemplo en los planos sobreexpuestos del verano-. Al contemplar el cuadro final, queda la impresión de que no está completamente acabado y que se perdió (por poco) la chance de concretar una obra maestra. Nicolas Garcette


Stray dogs, de Tsai Ming-Liang / 7 puntos


La última película del director taiwanés Tsai Ming-Liang es una obra radical que, al empujar al paroxismo todos los elementos que alimentaron su cinematografía pasada, puede tanto apasionar como aburrir profundamente. A través de largos planos sin mucho diálogo, bajo una lluvia casi constante, se sigue la rutina cotidiana de un padre -extraordinario Lee Kang-sheng, que es para Tsai Ming-Liang lo que fue Jean-Pierre Léaud para François Truffaut- y de sus dos hijos en Taipéi, pobres dentro de los más pobres, que sobreviven durmiendo en edificios en ruinas, comiendo en las calles, bañándose en baños públicos. Es como si el apocalipsis ya hubiera ocurrido en las márgenes del mundo actual y hubiera retirado la mínima esperanza, dejando sólo a esta familia recorriendo escombros de una civilización pasada bajo una oscuridad casi continua. El encuentro con una mujer empleada de un supermercado dejará entrever una luz fugaz apenas durante un instante. De este mundo de una tristeza insondable no hay escape, sino en un fresco de los tiempos antiguos hacia el cual terminan convergiendo las miradas del padre y de esta mujer en un último plano fijo de más de diez minutos, gesto cinematográfico más paroxístico de esta película. Nicolas Garcette


The congress, Ari Folman / 6 puntos


congressEs increíble cómo la apuesta fundamental de este film -su viaje lisérgico a un mundo animado- termina siendo su peor decisión, sumiendo a la propuesta en una deriva de la que no puede salir hasta su plano final. Antes que eso suceda, más o menos por el minuto cuarenta, tenemos una par de ideas bastante atractivas, particularmente la que tiene que ver con una sátira al mundo del cine y a la política de estudios de Hollywood. Robin Wright hace de Robin Wright, una actriz que ha tomado malísimas decisiones y cuya carrera se va al tacho, y es por eso que su agente y un productor buscan que se sume a un curioso proyecto, que scanea actores y hace de ellos un puro recurso virtual hasta el hartazgo mientras la estrella -convertida en icono- goza de unas vacaciones eternas. Folman trabaja esto hasta atravesar la cáscara de la propia Robin Wright y sacude la pantalla con unas emociones que son las del personaje y su desborde emocional. Y es curioso que luego de una secuencia sumamente intensa, el film pegue un volantazo y exponga tan deliberadamente su autoindulgencia, su imaginación carente de sentido y se aleje tanto de su idea principal que termina buscando conflictos en otros lados. Lo que era un drama interesante sobre la construcción del actor como símbolo por medio de la tecnología se vuelve un pesado, solemne y soporífero viaje con clichés de cine postapocalíptico y una peligrosa aceptación del adormecimiento como escape a la lucha. The congress termina confundiéndose demasiado y pierde cualquier atisbo de interés. Mex Faliero


The second game, de Corneliu Porumboiu / 0 puntos


Sobre lo impresentable de la película ironiza el propio Porumboiu cuando conversa con su padre mirando un aburridísimo partido de fútbol entre el Steaua y el Dinamo, ambos equipos rumanos. El film es la proyección del partido que en 1988 y bajo la nieve jugaron estos dos equipos y que terminó 0 a 0. La particularidad es que Adrian –el padre- fue el árbitro de aquel partido y Corneliu –el hijo- es un director rumano reconocido internacionalmente. Sobre las imágenes de los 90 minutos del insoportable partido se despliega el diálogo entre ambos, donde pueden hallarse un par de apuntes interesantes. El padre cuenta de la enemistad entre los equipos, basada en que uno está ligado a la policía secreta y otro al ejército, ambos bajo el régimen dictatorial de Nicolae Ceausescu. Esta situación implicaba que ambas fuerzas tenían sus modos de presionar al referí. Se deslizan algunos comentarios sobre la nieve y sobre la importancia pasada y presente de la regla de la “ley de ventaja” aplicada a partidos complicados. Apenas cinco o diez minutos de diálogos interesantes –apenas interesantes- en noventa minutos de un partido mediocre, grabado en VHS y reproducido con la calidad correspondiente en la pantalla grande. O sea, horrible. ¿Un juego intelectual sobre el futbol como demostración de lo no dicho bajo el régimen estalinista rumano? ¿La soledad del árbitro bajo una organización del poder que todo lo controlaba? ¿Una obra que bajo la excusa de un partido revela los modos de relación entre un padre y un hijo? ¿Una lección sobre la pena y la justicia? Con las libertades analíticas todo puede decirse, hasta suponer a Foucault escondido en la falta de sanción de un penal. Pero todas serán excusas para justificar lo injustificable: que esta sea considerado una película. El BAFICI 2014 no merecía una clausura tan bochornosa. El festival fue sin dudas mucho más que esta propuesta insostenible. Daniel Cholakian


Tower House, de Karl-Heinz Klopf / 2 puntos


El titulo de este documental hace referencia a una casa vertical construida sobre un terreno de 20 metros cuadrados en Tokio en 1966. Lamentablemente, el director eligió traducir de manera literal las principales características del edificio en su puesta en escena. Por ser construido alrededor de una escalera en espiral y por ser exiguo, el interior de la casa está filmado de manera experimental en una sucesión de panorámicas que, siguiendo los escalones, recorren poco a poco todos los pisos de la casa. Se aplasta así toda la perspectiva, el colmo para un documental que habla de arquitectura. Se pierde de vista por completo la organización de los volúmenes y sus repercusiones sobre el modo de vivir de los habitantes, es decir una de las razones de ser de la arquitectura, a tal punto que el espectador termina teniendo la impresión de estar en una cárcel –a pesar de que una familia, la del arquitecto, decidió vivir libremente ahí durante treinta años. Solo la voz en off de su hija –que sigue viviendo en la casa-, que puntúa el final de cada panorámica, deja imaginar lo que implica habitar este espacio. Sin embargo, incluso esto pierde un poco de su interés a medida que avanza el documental y que toca asuntos más personales. Por suerte, esta casa vertical tiene solo tres pisos, lo que limita la duración del documental a una hora. Qué hubiera sido si se hubiera tratado de un rascacielos… Mejor volver a ver la serie de documentales producidos por el canal franco-alemán Arte, Arquitecturas, por ahora sin equivalente. Nicolas Garcette


Tres D, Rosendo Ruiz / 9 puntos


tresCosquín y su festival son el telón de fondo para la historia de “Mato”, un joven realizador a quien contratan para filmar y entrevistar a los directores que asisten al festival, pequeña excusa que da pie para iniciar un relato que rápidamente se convierte en una profunda reflexión sobre el cine como disciplina y oficio. Lo que más impresiona sobre Tres D es la aparente sencillez y frescura con la que se construye un discurso que expresa una increíble preocupación por cómo pensamos y hacemos el cine en la actualidad. Las entrevistas son el puntapié para dar lugar a aquellos directores y críticos que producen al margen, protagonistas de un circuito off poco conocido y mostrado fuera del mundo de los festivales, entre los que se encuentran José Celestino Campusano, Germán Scelso y Nicolás Prividera. Junto con esta disertación -que pone a circular el film por el camino del documental- se desarrolla la historia de “Mato”, la cual no se pierde sino que crece, y Cosquín termina por convertirse en fondo y figura de una misma cosa: el lugar del amor, el amor por el cine. Eddy Báez Salas


Tyrannosaur, de Paddy Considine / 7 puntos


Peter Mullan interpreta a un borrachín bastante violento, que en menos de diez minutos mata a su perro de una patada, azota a unos jóvenes que lo provocan en un bar, se pelea con unos árabes que tiene una tienda y toma cerveza. Mucha cerveza. El debut en el largometraje de Considine (un actor reconocible del reciente cine británico) es un drama con aristas sociales, pero donde resalta fuertemente el melodrama sórdido, con personajes en el límite de su degradación. El protagonista, cínico, misántropo, pesimista, se cruza con una mujer ultrareligiosa de clase alta, que tras su negocio de caridad esconde una frustrada vida como ama de casa, que incluye violencia familiar: imagínese que el marido golpeador es tan desagradable como Eddie Marsan lo puede -y sabe- ser. Para aceptar Tyrannosaur habrá que dejar pasar algunas exageraciones y excesos dramáticos típicos del cine británico + social + sórdido (hay una escena que sobresale en ese sentido, luminosa, y tiene que ver con un velorio). Y si todo esto se tolera, básicamente, es por la poderosa actuación de Mullan y su personaje, que si bien puede abandonar un poco su hosquedad, y la historia lo redime de alguna manera, su pesimismo es inquebrantable hasta el fin de la película. Mex Faliero


Why don´t you play in hell?, de Sion Sono / 7 puntos


Una publicidad en donde una niña canta sobre un dentífrico servirá para arrancar esta película que homenajea y parodia a varios géneros del cine oriental (yakuzas, chambara). Por un lado los Fuck Bombers un grupo de amigos que filman películas de acción, el protagonista es el Bruce Lee japonés (con el traje amarillo que utiliza en Game of death), por otro dos bandos yakuzas que se enfrentan: la madre de la niña del comercial matará a varios de los integrantes de uno de los clanes e irá a la cárcel. El padre de la niña es el jefe de otro clan. Esto sería un preámbulo para presentar los personajes. Diez años después, unos días antes que la madre de la niña (ahora una mujer) salga de la cárcel, el padre de la chica visita a su esposa y esta le pregunta por la carrera cinematográfica de su hija, una ilusión que la madre tenía a partir del comercial que hizo de pequeña. Este será el detonante para que el jefe yakuza consiga un equipo de cineastas y filme una película con su hija como protagonista. En plena guerra entre bandos, el otro jefe yakuza (enamorado desde hace años de la chica) aceptará por parte de los cineastas contratados por su enemigo filmar un enfrentamiento. Los cineastas son los Fuck Bombers. Todo esto es una excusa para ver una película de acción, con trama romántica, que contiene homenajes al cine, delante y detrás de cámara. Gabriel Piquet

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