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Un debate con deseos de futuro: Cronistas, una asociación más allá de los Cóndor

Por Daniel Cholakian

(@d_cholakian)

premioscondorLeí con mucho agrado la nota del director de sitio y amigo Rodrigo Seijas a propósito de las nominaciones para los premios Cóndor correspondientes a las películas estrenadas en 2013. No es intención de esta nota contestar a aquella, ni tampoco polemizar sobre las películas elegidas por el voto colectivo de los cronistas que pertenecemos a la asociación. Y mucho menos despegarme de tales nominaciones dando cuenta de mis propios votos. En toda circunstancia pertenecer a un colectivo implica hacerse cargo de las decisiones que este tome, aún cuando sean más o menos divergentes de las opiniones personales. La intención es contestar algunas ideas que me parecen incompletas y agregar mi visión personal sobre la identidad de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de Argentina.

Me gustaría aclarar un pequeño equívoco. Es probable que como afirma Rodrigo haya “unos cuantos” que vinculan los Cóndor con los Oscar o cualquier otro premio que hacen de sí mismo un espectáculo. Quien no lo hace bajo ningún punto de vista es la Asociación ni la mayoría de sus miembros. De modo que tal relación corre por cuenta de quien lo haga y no puede tomarse como hipótesis para el análisis. Pero además los Cóndor no son los premios “de una parte de la crítica argentina, que busca hacerse notar a través, por ejemplo, de una ceremonia que es transmitida por televisión”. La ACCA está por cumplir 72 años y en los fundamentos de su origen se proponía “defender los intereses profesionales y propender al desarrollo social y cultural”. La primera entrega de los premios Cóndor se realizó en 1943, ocho años antes de la primera trasmisión de la televisión en nuestro país. Cronistas creó en 1959 el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata -aprovechando la experiencia de 1954-, y fue la misma quien consiguió el reconocimiento del mismo como de clase “A” por la FIAPF.

La Asociación se fundó en la mejor tradición de la crítica de cine de nuestro país, en los tiempos en los que en el mundo los críticos asumían un status novedoso: el de reconocer una nueva condición del cine en el espacio simbólico y en ese acto, reconocerse como sujetos activos en la discusión por los significados socialmente compartidos. Mucho antes de los Cahiers, la asociación articulaba tanto la vocación intelectual como la identidad gremial. Asimismo ha sido históricamente la entidad que construyó su identidad en la convergencia del reconocimiento al cine popular que apostaba al riesgo estético tanto como a la voluntad de estimular el crecimiento de la industria del cine. Pero también ACCA tuvo publicaciones importantes en la tradición crítica que nos precede, ofreció cursos abiertos a todo el público y organizó ciclos de exhibición de películas durante gran parte de estos 70 años (muchos de nosotros fuimos espectadores ansiosos en las semanas de cine europeo que solían organizar en los últimos meses del año). Es posible que el presente visible de la asociación no dé cuenta de esta historia, pero muchos de los que la componemos trabajamos para recuperar nuestra mejor tradición.

Y aquí haré consideraciones puramente personales, que tal vez compartan o no mis compañeros de Cronistas. Pienso el cine como un fenómeno masivo y popular, entendiendo por popular los relatos que asumen o permiten la emergencia de las voces habitualmente acalladas -nadie podría negar que el cine de Leonardo Favio no cumple con tales dimensiones- y que supone para ser posible y sostenible, un sistema de producción y circulación vinculado al modelo industrial. Creo que el cine es el cine que el público puede ir a ver a las salas. Más allá del modo en que muchos de nosotros “vemos cine”, ya por cuestiones profesionales, ya por cuestiones de gusto, no podría jamás creer que el Cine sea un modo de consumo individual, elitista e incluso onanista. El Cine está en las salas y con el público. Claro que la masividad no es un valor en sí mismo, porque el modelo industrial supone la existencia de productos, circulación e imposición de modelos, situación que no invalida que podamos asumir un lugar complejo desde el cual pensar nuestro objeto de deseo.

En este sentido, no tengo dudas que está en la tradición de la ACCA esa noción de cine. No creo pertinente hablar del otro colectivo que menciona Rodrigo: uno y otro son completamente diferentes, tienen historias y objetivos diferentes y me parece que el paralelismo ni siquiera se sostiene en la comparación de los premios que cada uno entrega.

Hoy la crítica argentina no es un colectivo homogéneo. Convergen quienes provienen del periodismo de espectáculos, del periodismo cultural, aquellos que se formaron en la más intensa y pura cinefilia, se integran los jóvenes graduados con formación académica y los que escriben a partir de las facilidades que proveen las nuevas tecnologías. La Asociación de Cronistas Cinematográficos contiene a miembros de todas estas condiciones. No hay un perfil intelectual, ideológico o profesional. No se distinguen según los medios en los que hacen su trabajo. No hay preeminencia de miembros o dueños de alguna publicación en particular. La Asociación de Cronistas, incluso en su presente poco brillante, expresa la diversidad de la crítica en el país. Esta condición es, por sí misma, profundamente democrática.

En cuanto a las películas que aparecen como finalistas para la entrega del premio Cóndor, Rodrigo afirma -de buena fe- lo que debería significar los premios: “tratar de marcar agenda, aportar nombres u obras que están marginados dentro del panorama del cine”. Esto es una expresión personal de deseo que podemos o no compartir. Lo cierto es que no es el objetivo de la Asociación. Por lo tanto, juzgar las nominaciones desde esa hipótesis impone un desplazamiento que si bien coincide con mis deseos, no representa a la mayoría de los miembros de ACCA.

Lo que sí puedo afirmar, sin dar a conocer otros datos, es que algo está cambiando al interior de Cronistas. Por una parte, este año la cantidad de votantes para confeccionar las candidaturas aumentó casi un 150% respecto del anterior (el voto no es obligatorio). Esto es porque hay un trabajo renovado hacia revitalizar “Cronistas”. La votación incluyó a casi todas las películas que Rodrigo hubiera querido ver en las candidaturas y muchas más que seguramente ni se imagina. Lo que ocurre es que la dispersión es muy grande y lo que refleja es la tensión entre las distintas visiones que la heterogeneidad de sus miembros supone. Estas “ternas” expresan el predominio de una tendencia vinculada a los productos masivos y con menos cercanía a las diferentes propuestas que el cine argentino de hoy expresa. Pero hay un dato estadístico interesante: la candidatura que tiene el mayor porcentaje de votos (votos obtenidos / votos emitidos) es una de las que expresa una elección claramente radical.

Como afirmé previamente, las categorías principales expresan el predominio de un punto de vista. Pero también es cierto que las opciones cuya búsqueda estética es diferente a las candidatas son muchas más. Por lo tanto, las opciones para quienes eligen entre las películas industriales y masivas son menos y los votos se concentran. ¿Qué pasaría si hubiera 20 Metegoles? ¿Cómo se dispersaría el voto “hegemónico industrial”? Mientras quienes eligen a Francella debaten entre pocas opciones, quienes prefieren a Castaldi o Lamothe (que además dividió votos entre dos películas) tienen muchos actores con logrados trabajos para elegir. Esto es también algo que no es vano pensar. Porque la elección no es tan lineal como parece a simple vista, sino que tiene lógicas algo más complejas.

Dos categorías que no presentan este tipo de disyuntiva (documental y ópera prima) muestran candidaturas que tienen sin dudas opciones diversas. ¿Será que no habiendo opciones “mainstream” estas categorías pueden expresar gustos menos sesgados?

Quienes hacemos crítica sabemos que no todas las películas cuentan con la misma llegada al público, pero tampoco a nosotros. Los críticos de la Asociación debemos tener un compromiso firme por ver la mayor cantidad de películas argentinas posibles, pues la votación nos compromete de un modo especial. Es una tarea de todos nosotros que los miembros vean casi todo el cine nacional antes de emitir el voto. Trabajamos para construir una red de información interna que facilite el acceso a las películas para que todos tengan a disposición no sólo todas las listas de estrenos, sino también que puedan verlas.

Estamos convencidos que cuantas más películas vean efectivamente los miembros de la Asociación y más diversas sean sus miradas, la votación reflejará opciones alternativas a las hasta ahora dominantes. Pero no se trata sólo de que se modifiquen las candidaturas, se trata de recuperar la mejor tradición de Cronistas: aquella de los cursos, muestras, publicaciones, planteos gremiales. Seguramente cuando podamos retomar ese camino los premios Cóndor también reflejarán ese nuevo momento de la asociación.

Muchos de los que participamos de la misma creemos firmemente que esto es lo que se viene.

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