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Asuntos pendientes

posterbloodoutTítulo original: Blood Out
Origen: EE.UU.
Dirección: Jason Hewitt
Guión: Jason Hewitt, John A. O’Connell
Intérpretes: Luke Goss, Val Kilmer, 50 Cent, Vinnie Jones, Tamer Hassan, AnnaLynne McCord, Ed Quinn, Ryan Donowho, Stephanie Honore, Sam Medina, Shaun Grant
Fotografía: Christian Herrera
Montaje: Ezra Gould, Matt Hathcox, Donald Ray Washington
Vestuario: Sandra Algood
Música: Jermaine Stegall
Duración: 90 minutos
Año: 2011
Compañía editoria: SBP


4 puntos


Un Sérpico de baja estofa

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

bloodoutunoComo Sérpico o Los infiltrados, pero de baja categoría -de muy baja categoría-, una clase B con todas las letras, así es Asuntos pendientes (editaba en dvd por SBP), film de acción dirigido por Jason Hewitt -atenti: el tipo dirigió cuatro películas en dos años, aunque tiene una extensa carrera como productor que incluye la última de Stephen Sommers y la próxima remake de Elsa y Fred-. En fin, Asuntos pendientes: el policía Michael Savion (Luke Goss) no tuvo lo que se podría llamar un buen día, en una redada policial asesina sin querer a una niña y su hermano, que integra una de esas pandillas que llenan de drogas los barrios, es acribillado por sus “jefes” justo en el momento en que deseaba abandonar ese mundo para dedicarse a su esposa embarazada y buscar una laburo decente, Pappo dixit. Savion, entonces, se infiltrará en la banda con el objetivo de vengar la muerte de su hermano.

Definitivamente Asuntos pendientes es una película para tomarse poco en serio: ni siquiera la muerte de aquella niña le aporta peso dramático, todo es pirotecnia pero de chasqui boom. Incluso, da para recomendar a alguna persona a la que se le tenga mucha bronca. Producto hecho para el consumo interno norteamericano, con un héroe televisivo y de cartulina como Goss -sería el hermano pobre de la testosterona calva de Bruce Willis, Jason Statham o Vin Diesel-, la película avanza con una estética visual que cruza el videoclip hiphopero con el de ñu metal, y con una narración que acumula vueltas de tuerca absurdas e improbables. Llaman la atención, no obstante, unos encuadres tremendos en los que los actores sufren el corte literal de su cabeza. Aunque, tal vez, sea un concepto algo rebuscado que no logramos entender.

Otra cosa que no logramos entender es cómo Val Kilmer, 50 Cent, Vinnie Jones o Tamer Hassan, que no son grandes actores pero que al menos han participado de producciones mucho más dignas, prestan sus nombres para esta pavada tan pobre como los efectos digitales que intentan hacernos creer que un coche vuelca múltiples veces en el final. El atractivo de esta cosa hay que buscarlo por el lado de la simpatía que nos causa un Kilmer excedido en kilos y jugando al Marlon Brando del subdesarrollo, con un personaje que no puede decir más de dos líneas con algo se sentido, y una mostración de postal del submundo de las drogas, con minas en tetas embolsando cocaína y otras que se sodomizan ante la lasciva mirada del jefe narco. Eso hay que reconocerle: nunca intenta dar lecciones de ningún tipo, ni se pone densa con cuestiones morales. Otra cosa buena es que dura 90 minutos, incluyendo los créditos.

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