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Ciudad Paraíso: sobre Manhattan

Manhattan«Tal vez Nueva York es demasiado grande.
Hay millones de personas en esta ciudad.
¿Cómo, en medio de esta gran confusión,
alguien supone que va a encontrar al amor de su vida?»

Josh Radnor como Ted Mosby en la serie How I met your mother

Por Gabriel Frenkel

(@fancinemamdq)

-Tras el fracaso del drama bergmaniano Interiores (1978), Woody Allen volvió a la comedia pero no como lo había hecho en sus primeras películas, pues consideraba que esas farsas que eran una sucesión de chistes con una mínima ilación debían evolucionar. De ahí que Manhattan (1979) tenga la herencia de la primigenia comedia alleniana pero incorporando elementos nuevos. Es imposible negar, por otro lado, la influencia de sus dos films anteriores: con Annie Hall (1977) los puntos de contacto son evidentes pero su lado más fantasmal, tenebroso y existencial proviene de una película fallida como Interiores. Si Annie Hall es la primera comedia seria de Allen e Interiores, su primer drama, Manhattan es la primera película seria en forma de comedia de su autor.

-“De pronto lo tienes y de pronto lo pierdes. Y se fue para siempre. George Best lo tuvo y lo perdió. O David Bowie o Lou Reed. Lou Reed solista no es malo y aunque suene bien, en tu fuero interior sabes que es una mierda. En el caso de Sean Connery, El nombre de la rosa es un breve alto en un descenso sin interrupciones. Envejecemos, no aguantamos más y se acabó” (Teoría de la vida de Sick Boy en Trainspotting). Si hay alguien que lo tuvo y lo perdió para siempre fue Woody Allen. Pero cuando lo tuvo, lo tuvo en grande: hizo Manhattan, la mejor película de todos los tiempos. Luego, mantuvo un nivel alto durante los 80 mientras estuvo casado con Mia Farrow y a mediados de los 90 comenzó el declive que hasta hoy no cesa al seguir encaprichado en filmar una película por año, notándose que muchas veces lo hace con desgano (A Roma con amor), con misantropía (Conocerás al hombre de tus sueños) o copiándose mal a sí mismo (Match point). A veces charlo con chicos de veintitantos que me dicen: “¿Te gusta Woody Allen? A mí también. Me encantaron Match point y Medianoche en París ¿y a vos?”. Yo respiro hondo para contenerme y no decirles que Match point es una copia burda de Crímenes y pecados y que Medianoche en París es apenas pasable si se la compara con la producción de Allen de los últimos 15 años y sólo les pregunto si vieron Manhattan y si obtengo una respuesta negativa, al instante les presto la película para que la vean y se den cuenta de que se estaban perdiendo al mejor Woody. Supongo que cuando cumpla cuarenta o cincuenta les diré: “Purrete, Manhattan es como el tango: siempre te espera”.

-Manhattan para principiantes: Isaac Davis (Woody Allen) es un escritor de gags para televisión que ha pasado los cuarenta y que, tras dos fracasos matrimoniales, tiene un romance con Tracy (Mariel Hemingway), una chica de 17 años. Su última esposa, Jill (Meryl Streep), lo ha dejado para formar pareja con otra mujer y está a punto de publicar un libro con todo tipo de detalles sobre la vida sexual durante su matrimonio con el protagonista de la película. Su mejor amigo Yale (Michael Murphy) mantiene una relación extramatrimonial con Mary Wilke (Diane Keaton), una pedante exponente de la elite intelectual neoyorquina.

-La vi por primera vez durante mi adolescencia: ¡no podía creer que el protagonista de una película fuera inseguro, neurótico, un poco tartamudo y de lentes como yo y que sin embargo comience el film siendo novio de la hermosa Mariel Hemingway para luego serlo de Diane Keaton! Y yo que me amargaba porque el efecto lacio del shampoo Studio Line me duraba diez minutos y porque el acné no se me iba ni con un bidón de Barrocutina. Gracias, Woody, por lograr que en esa época vaya una vez sola vez por semana a terapia en vez de dos…

-Cinco razones por las cuales Manhattan es un diez rotundo:

1) El prólogo de casi cuatro minutos que consta de 61 planos de declaración de amor por Nueva York son de una belleza única que muestran el amanecer, el desarrollo del día y el anochecer en la gran urbe, todo musicalizado con Rhapsody in blue, de Gershwin.

2) Diálogos y oneliners insuperables: “No me gustan las relaciones extramaritales. Las personas deben estar juntas para siempre, como las palomas o los católicos”; o “Estaba pensando que debe pasarme algo malo, porque nunca he tenido una relación con una mujer que durara más que la relación de Hitler y Eva Braun” son sólo algunos ejemplos. Woody Allen siempre tuvo el timing justo para que los diálogos fluyan con una naturalidad única. Como dije antes, en este milenio W.A. ofrece casi siempre producciones regulares o  malas pero todas tienen un par de líneas de diálogo made in Allen, que si bien no llegan a salvar la película, nos recuerdan que, a pesar de todo, estamos frente a un film del director de Días de radio.

3) La escena del puente: Mary se suelta, se muestra tal cual es e Isaac cambia de opinión sobre ella durante una caminata nocturna en el que las figuras se mueven en un claroscuro que los va iluminando u oscureciendo según los vaivenes del diálogo (Allen filmaba el deambular de los protagonistas por las calles, no sólo para mostrar lugares de Nueva York, sino como una manera de decir que los actores no deben estar parados, que los diálogos necesitan movimiento). El final del paseo es el emblemático plano fijo (lo mejor de la historia del cine) que muestra el puente de la calle 59 al amanecer mientras suena Someone to watch over me y a ellos, de espaldas a la cámara, contemplando absortos el panorama desde un banco.

4) La fotografía en blanco y negro de Gordon Willis, de una hermosura única, atrapa con  ambientes taciturnos teñidos de romanticismo. Las escenas de exteriores, hechas de movimientos de cámara al compás de la música son las más bellas del cine americano. En cambio, las escenas de interiores están dotadas de un filo especial al subrayar la posición incómoda de los personajes en los departamentos, restaurantes, conciertos, mostrando lo precario y problemático de sus relaciones.

5) La música está interpretada por la Filármónica de Nueva York, dirigida por Zubin Metha y que, además de acompañar a la perfección los devaneos sentimentales de los  neoyorquinos neuróticos del film, contiene gemas como Rhapsody in blue y cumbres del jazz clásico como Oh, Lady be good!, Embraceable you y la citada Someone to watch over me.

-Allen deja premeditadamente indicios que no permiten olvidar en ningún momento que se está viendo una película de W.A., sobre W.A. y al estilo W.A. Es, en apariencia, un cine ególatra que, a pesar de las referencias a la alta cultura europea, citas literarias y bandas de sonido qualité, mantiene un diálogo con el público, con lo que sus films se terminan percibiendo como una sucesión de conversaciones entre amigos y de confesiones íntimas. En esta época, Allen amaba y comprendía a sus criaturas y no las castigaba como hace últimamente, ahora que se parece a Haneke, que desde su pedestal de “autor que dice cosas importantes”, es feliz en su rol de azote de la burguesía progresista europea.

Manhattan se ha convertido en el paradigma de la filmografía de W.A. y podemos ver rastros de la línea argumental, la banda de sonido y las locaciones en películas como Cuando Harry conoció a Sally (1989), Vidas al límite (2000) o en los films basados en las novelas de Nick Hornby, como Alta fidelidad (2000) -que comienza con una pregunta bien alleniana: “¿escuchamos música pop porque estamos tristes o estamos tristes porque escuchamos música pop?”- o Un gran chico (2002). Además, todas las series ambientadas en grandes ciudades, especialmente Nueva York, como Seinfeld, Friends, Sex and the city o How I met your mother, además de seguir el modelo antes descripto, tienen personajes como Jerry Seinfeld, Ross Geller, Carrie Bradshaw o Ted Mosby, que son claramente deudores de las neuróticas criaturas creadas por Allen.

-Hasta hace unos años, el método que utilizaba para presagiar si una relación iba a funcionar o no, era saber si a la otra persona le apasionaba Manhattan tanto como a mí. Si me decía algo como “Woody Allen es muy complicado” o “ah, no, películas en blanco y negro yo no te veo”, sabía que al incipiente romance le quedaban minutos de vida, salvo que la chica tuviera 95 centímetros de busto o más. Ahí era un poco más laxo con los gustos cinematográficos de la dama en cuestión y, con que no fuera demasiado fan del cine de Campanella o de Realmente amor, era suficiente.

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