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Funcinema

UNCIPAR 2013: mini-críticas de las películas premiadas

Por Daniel Cholakian

Nuestro cronista acerca una mirada a cada una de las películas premiadas en el marco de la 35ª edición del festival UNCIPAR, que se desarrolló la semana pasada en la ciudad bonaerense de Villa Gesell.


María, de Mónica Lairana


mariaMaría es esclava en un prostíbulo. Nada más ni nada menos cuenta esta película dirigida por Mónica Lairana. Ella está sometida por los hombres con quien tiene relaciones sexuales brutales, brutalizadas. Lairana, con un poder de síntesis excepcional, da cuenta de la situación de esclavitud -encierro forzado, condiciones de vida infrahumanas- tanto como de la naturaleza desigual de las relaciones. Toda sexualidad en estas condiciones es sometimiento. La realizadora, con un pulso firme y decisiones formales notables, cuenta con los cuerpos convertidos en objetos los pequeños momentos sexuales de los protagonistas. La decisión de mostrar esos cuerpos fragmentados, concentrados en las partes bajas, no es ni pudor ni escatología, es pura inteligencia. Esos cuerpos «desubjetivados», convertidos en puro cuerpo/objeto remiten claramente a lo que tal relación encierra, la conversión del cuerpo comprado en un objeto que se puede ofrecer en una relación mercantil. Lejos está María, desde la construcción que hace Lairana, de ser una «trabajadora sexual». María es sometida, esclavizada, poseída del mismo modo en que se posee un objeto. En esta decisión de la puesta en escena, hay una construcción política de una gran complejidad. La decisión de qué mirar, cómo mirar y cómo construir el cuadro por parte de Lairana aleja toda sospecha de mirar sexuada y devuelve a los cuerpos masculinos toda la barbarie de su acometer.


Lila, de Sebastián Dietsch


lilaSe juega la final del torneo regional de futbol. Y si bien todas las cartas están echadas y el técnico arenga a sus jugadores a dejar todo en ese partido decisivo, todos sabemos que el resultado se juega en otro espacio, en un lugar donde las piernas y los talentos no deciden. Las cábalas, los embrujos y los gualichos son fundamentales en los logros de cualquier equipo. Bien lo sabe el director del Deportivo Canchilegua. Por ese motivo espera ansioso la llegada de Lila, la perra que había estado presente en todos los partidos que había ganado su equipo. Por algún motivo Lila no llega al estadio. Dietsch relata en paralelo la pequeña odisea del viaje. Mientras tanto el técnico -un enorme Mario Alarcón- repasa una a una todas las medidas tomadas para favorecer la suerte. La sal en el banco contrario, los sapos enterrados, la redada en la casa de la bruja del equipo contrario. En un tono de comedia casi negra el realizador narra con precisión en el montaje, en la construcción de personajes y en las actuaciones. Lo destacable es la capacidad de rescatar la naturaleza popular del futbol en un relato en el cual el partido está siempre ausente, siempre fuera de campo. Sin embargo Dietsch logra integrar la tensión misma de la final a través de la mirada de los protagonistas externos, que sufren de un modo casi patético el desarrollo del encuentro, que por otra parte es narrado con la maestría habitual por un impecable Víctor Hugo Morales, lo que agrega la cuota de dramatismo a esta película que no duda en burlarse cariñosamente, de ese mismo dramatismo.


Coral, de Ignacio Chaneton


coralUna familia quebrada. Un hombre que ha perdido su trabajo y su dignidad. Su mujer que se enfrenta con la realidad de un marido que no puede recuperar su trabajo y que no tiene recursos para sostener la familia. Un hijo dedicado a una moto, una hija aún escolar. La pobreza extrema. La soledad también extrema, porque aún en familia cuando la desolación es tan grande no hay modo de encontrar ni dónde ni con quién acompañarse. Ese es el universo que propone Chaneton al espectador. Y en el mismo una mujer que entiende que hay en la conexión íntima y profunda con la naturaleza, una relación de algún modo sobrenatural, la apertura a la recuperación del trabajo. En esa relación con lo natural emerge la posibilidad de la violencia, pero también una idea, una metáfora sobre lo secreto, sobre la potencia de lo oculto en esa naturaleza que la mujer conoce y puede dominar. El jurado de UNCIPAR, con muy atinado criterio, destacó con un premio la labor actoral de su protagonista, Susana Varela.


Cuchi, de Emmanuel Moscoso


cuchiEl Cuchi es un lechón. Pero no cualquier lechón. Es el favorito de un particular jefe comunal, policía y patrón de un pueblo perdido en algún paraje algo inhóspito y caluroso. Un micro casi destartalado que traslada una muy particular barra brava de un club pequeño atropella al Cuchi. Mientras entre los miembros de la barra se desarrolla una sorprendente interna, que incluye armas y discursos casi apostólicos, el jefe del pueblo descubre la muerte del chancho. El realizador se esmera en construir escenas, imágenes, relaciones entre personajes, todos trabajados como «macchiettas» y en esa construcción aporta cierto sentido a la violencia desarrollada. En este bizarrísimo relato de Emmanuel Moscoso, en el que coexisten barras bravas y el amo y señor de la región, los protagonistas viven experiencias místicas y religiosas, en medio de una violencia inexplicada y un cuadro final de una iconografía especialmente trabajada por su realizador, en el cual un cuadro de inspiración claramente religiosa recuerda las obras del artista plástico Marcos López.


En carne viva, de Federico Esquerro


Federico Esquerro trabaja en la industria del cine desde hace más de 10 años. Ha colaborado con Pablo Trapero y muchos otros realizadores en el sonido de las películas. Es parte de la industria y conoce el cine desde dentro de la producción. Por ello, aunque con una mirada algo sesgada, construye una comedia que plantea conflictos dentro del propio mundo de la realización entre el actor y el realizador. En carne viva es un cortometraje con un importante despliegue de producción. Recursos técnicos y el apoyo de colegas, entre ellos Mariano Llinás que protagoniza a un director en pleno rodaje, dan un marco especial a esta develación burlona del universo de una filmación. Con apropiadas decisiones del manejo de los puntos de vista (la cámara no es en absoluto inocente) y un manejo muy apropiado del ritmo,  En carne viva se luce. La historia presenta las distancias entre un actor “de teatro”, el modo en que construye sus recursos expresivos, las demandas concretas de la producción del cine y las consecuencias de esa internalización del personaje. Esquerro sabe sacarle brillo a la historia y con una pequeña anécdota y un final intencionalmente anunciado, trama un suspenso con una resolución algo más disparatada que el resto del relato.

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