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Bastarda sin nombre


Excelente


Legítima memoria

Por Virginia Ceratto

bastarda sin nombre

Exquisita. Superior. Dos palabras que, modestamente, resumen la propuesta y puesta dirigida por Javier Margulis, sobre maravilloso texto de Cristina Escolet y extraordinaria actuación de Roxana Randón, acompañada en un contrapunto -y también adagio- de Mateo Margulis en voz y guitarra. Y punto.

He escrito y punto.

Y quien quiera leer que siga. Y que acuda rápida, urgentemente a la sala.

Porque esta maravillosa versión de Eva Duarte se apropia -anulando, como debe ser, la dicotomía entre fondo y forma, hubieran dicho los formalistas rusos- de la figura de Evita.

Una propuesta magnífica, fina, poética… nos invita, no, nos aventura, a participar del mito de Eva de cabo a rabo, de lagartija en el vientre de la madre a cancerosa agonizante, y no obstante, incólumne. Y es que esta puesta no se sirve ni repara en adornos. Nos enrostra la radiografía social del país sin anestesia.

“¿Qué van a decir? ¿Qué van a decir?” repite esta Eva, desde su infancia bastarda hasta su encumbramiento como “la soberana, como en una letanía que diagnostica la mentalidad de una Argentina crítica y acrítica de esta Eva, consciente de su origen y de su proyección, en, y más allá de su tiempo.

Y en este punto, es interesante, al menos para mí, reparar en el acierto de la elección de una actriz incomparable que, en una primera mirada, no hubiera calificado para el papel: Roxana Randón, no frágil como Eva, ni tan joven, se da el lujo (y nos lo regala), de encarnar a una Eva original, auténtica y absoluta, desde una carnadura en la que la corporalidad se subsume a la magistralidad que sólo se consigue cuando la impronta actoral asume al personaje. Randón es Eva. Punto.

No precisa el vestuario -acorde por cierto, y funcional al extremo del “cotillón de Eva Perón”, el vestido inmaculado, bla, bla,bla-, no necesita la edad parecida a la de la biografía de la mujer que falleció apenas transitaba la tercera década. Ella, la actriz, es Eva, porque es Actriz. Porque con un rotar de muñecas en el seno materno y en la infancia, porque en un arreglo de su peinado, leve, natural, frente al tocador, nos transporta a esa Eva que seguramente fue en su cotidianeidad la misma que pudo decir sin vacilar “cuando un político se pone doméstico es porque te necesita”.

Así, en esta verdadera clase magistral de teatro, en donde se pone de manifiesto la diferencia entre el oro verdadero y el oro falso, entre la falsa legitimidad y la bastardía, se legitima el valor de una actriz, dirigida magistralmente, y de una puesta mayúscula.

Y un aparte para el aporte significativo de Mateo Margulis en su voz y guitarra, como acompañamiento de la conciencia de Eva y como “moderno” coro griego, con una calidad y calidez que se agradecen, desde la experiencia primordial de un espectador que busca placer en lo que ve, y desde el plus del que requiere algo más.

Imperdible. Incomparable. Para ver, y disfrutar, más de una vez.


Dramaturgia: Cristina Escofet .
Dirección: Javier Margulis .
Intérpretes: Roxana Randón, con el acompañamiento musical de Mateo Margulis.
Vestuario: Julieta Guiser .
Iluminación: Marco Pastorino .
Puesta en escena: Javier Margulis .
Música: Mateo Margulis .
Sala: Sala Nachman (Boulevard Marítimo 2280): viernes y sábados a las 21:00.

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