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UNCIPAR 2012: buena cosecha en la primera jornada

Por Daniel Cholakian

En la primera de las dos jornadas dedicadas a la exhibición de cortometrajes en competencia, esta 34ª edición de las jornadas UNCIPAR de cine independiente, nos ha presentado un material que deja -para alegría de los presentes- más “a favor” que “en contra”, lo cual es una muestra de la evolución del cortometraje en nuestro país. Vale aclarar que en esta primera jornada se presentaron dos secciones competitivas nacionales y una internacional.

Las jornadas fueron abiertas por Ernesto Flomenbaum, presidente de UNCIPAR, y por Jorge Rodríguez Erneta, intendente de Villa Gesell. Este último destacó lo importante que es para la ciudad en términos de identidad cultural la continuidad de estas jornadas y la participación de los jóvenes cortometrajistas, al tiempo que destacó la trascendencia que la educación y la cultura tienen para el Municipio, remarcando que por primera vez en la historia, a partir del próximo lunes, se comenzará a cursar en esta ciudad el Ciclo Básico Común para las carreras de la Universidad de Buenos Aires, restringiendo de algún modo el desarraigo que significa para los jóvenes alejarse de su lugar apenas terminado el colegio secundario. A su vez destacó la labor de la secretaria de cultura y turismo, Mabel Llompart, a cuyo cargo estuvo la restructuración y modernización de la sede de la Casa de la Cultura, donde se llevan a cabo las jornadas. Asimismo informó que tales obras tienen como objetivo lograr que esa sala pueda constituirse como uno de los espacios INCAA en el futuro cercano.

Flomenbaum, por su parte, anunció la instauración de un nuevo premio en la competencia nacional, entregado por la Asociación de Periodistas de Espectáculos de la Costa Atlántica (APECA), que distinguirá a la pieza destacada en relación con los aspectos vinculados al respeto por los derechos humanos, la igualdad y la solidaridad.

Es importante mencionar, para quienes aún estén a tiempo de llegarse a esta ciudad, que el programa incluye, además de los tradicionales cortos en competencia, muy interesantes largometrajes en horario central.

El primer programa presentado, correspondiente a la competencia nacional, comenzó con una pieza notable, Lo que haría de Natural Arpajou. Este comienzo sirvió para que cualquiera se convenciera de lo injusto que es considerar a los cortometrajes como piezas menores o de ensayo (es menester destacar que el programa de las proyecciones no incluye el nombre de los protagonistas y es una injusticia que quede innombrada en esta nota la protagonista de esta película, que cumple de un modo perfecto el rol/los roles de aquella mujer en penas). La tristeza de ser y no ser, de poder ser otra y enmascarar, simular, jugar a ser, desear, asumir el arquetipo de la felicidad, con uno y con el otro, en una pequeña pieza que tiene un guión inteligente, una puesta rigurosa, un montaje destacado y una actuación soberbia, compone a partir de las múltiples voces de una sola mujer, una obra que estará sin dudas entre lo más destacado de la muestra.

En las siguientes piezas que integraron esta sección nacional de la muestra, podríamos referirnos a ciertos trabajos de animación que, aun no constituyendo piezas con guiones sólidamente estructurados, presentan registros creativos o logros en materia gráfica que merecen ser tenidos en cuenta. Tales son sin dudas los casos de Incordia de Pablo Polledri, una historia de amor y venganza, y Zombirama de Ariel López y Nano Benayón, cuya historia política que pautan la sociedad a través del último golpe de estado y la reelección de Carlos Menem (donde nuestro país era habitado sólo por muertos vivos), tiene en ese encadenamiento histórico su mejor valor. Dentro de este grupo de películas de animación, merece destacarse Box de Juan Camardella, que construye una historia sencilla de un hombre simple que apela a su amor para sacar del fondo de su espíritu aquello que la fortaleza física parece negarle. Camardella apela con inteligencia a los códigos propios de los discursos sobre las características personales de los boxeadores, a los códigos del ring side y a los relatos clásicos sobre peleas que jalonan este largo siglo del cine.

Implantación es el título de un cortometraje atípico de gran valor. Realizado por Fermín Acosta, el relato parte de la supuesta implantación de un barrio -aquel que es conocido como Fuerte Apache- dentro de un espacio que tal vez, incluso, paradisíaco, de un modo por el que nadie puede saber realmente cómo y por quién fue pensado. En una operación que supone expropiar ese espacio de todo sentido político, Acosta reconstruye el espacio físico concreto como un espacio estético y desde la propia reconstrucción estética, reconstruye el sentido político. Atractiva, compleja, inteligente, Implantación permite lecturas variadas.

De las películas que apelan al humor son dos las que se destacan en esta serie. Asistencia al suicida de Agustín Kazah y Cosa de nombres de Pedro Mauvecín. La primera, con una producción simple y un guión sencillo, propone un suicidio guiado por un sistema de contestador automático con opciones a discar, como los de los servicios de atención telefónica de las grandes compañías. La segunda, que como bien señaló el colega Gabriel Fresta, responde a la estructura de las propagandas de cerveza, cuenta la historia de la fiesta repetida, de los amigos de siempre, hasta que aparece la mujer deseada y el protagonista apela a las formas diversas y estereotipadas para conquistarla. Graciosa y correctamente realizada, apela con inteligencia y mucho timming para el humor a ciertos lugares comunes que hacen reír al público.

Una de los modos de comprender algunas diferencias entre los cortos presentados (más allá del talento de sus equipos de realización) está en el espacio de producción en el que se han respaldado los responsables. Apoyadas por el INCAA, San Luis Cine o alguna otra estructura importante, lo cierto es que El Chino de Martina López Robol, un thriller sencillo pero perfectamente articulado en cuanto a la construcción de la intriga y el desenlace, Cubo mágico, de Juan Baranchuk, una historia de frustración, dolor y soledad, contada del presente hacia el pasado, con un buen uso de recursos digitales, y Enigma de Julieta Almaric, donde en pocos minutos la realizadora apela a contar la dialéctica entre mirador/mirado y con esto el lugar del espectador en el cine, son películas muy rescatables y logradas.

De las restantes queda destacar la muy entretenida y notablemente interpretada Gestación de Alejandro Rath. La historia de un militante troskista de manual, que debe asumir la paternidad futura en una contradicción (aparente porque el final revela los éxitos de todas las lógicas concurrentes), está sostenido en clave de humor por un protagónico de Martín Vega, absolutamente excluyente. Tres aspectos deben ser destacados: la escena de trabajo del protagonista en un call center, la forma en que el realizador propone y desiste de la salida a través del azar y el final donde aquello que parecía ridiculizado asume un valor político concreto.

Luego de destacar las piezas nacionales, sólo nos resta decir que la presencia extranjera nos dejó un sabor más amargo. Apenas algunas escenas logradas en la española El coito te nubla de Guillermo Chaia, y las buenas intenciones de la chilena Aquellos tiempos de Constanza Torres, que tal vez para nuestro país recorra un camino que nuestro cine ha atravesado hace ya muchos años.

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