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BAFICI 2012: las crónicas fantasma (II)

Por Daniel Cholakian

El festival comienza a tomar forma, tono, sonido. Si algo le falta, en este orden perceptivo es el olor. Esta edición del BAFICI es, como muchas otras desde hace un tiempo, un festival inodoro. Supo haber en nuestra sala de prensa aroma a café, a alguna vitualla perdida, a gente, mucha gente. Por el momento, nuestros largos escritorios blancos provistos de computadores portátiles, carecen de esa virtud de vida que provee el aroma. O es tal vez el cansancio que comienza a acumularse que hace que los cuerpos reclamen cafeína y alguna pequeña dulzura. Aunque los fantasmas no tenemos esos problemas que sufren la mayoría de los mortales.

Pero lo bueno de este festival es, al menos hasta ahora, la puntualidad de las funciones y los escasos o nulos problemas con las proyecciones. No he sufrido ni he escuchado comentarios sobre problemas en las funciones. Eso es realmente bueno considerando la gran cantidad de películas que se proyectan. El otro motivo de alegría es la excelente calidad de proyección del cine Arteplex Belgrano, una de las sedes «marginales», en la que se verifica una notable mejora respecto de años anteriores.

Pero si de cine se trata, también he recorrido el festival desde lugares «marginales». Recorrer la muestra desde las zonas menos promocionadas o las películas lejanas al perfil más radicalizado del festival, es otra manera de encontrarse con un festival tan amplio, que por momentos parece tener perfiles múltiples y contrapuestos. Crioulo Doido de Carlos Prates, es la opera prima de este director en Foco. Vanguardista, delirante, vinculada a los tardíos movimientos estéticos de los cines marginales de los años ’60, la película es la historia de un modesto sastre remendón pueblerino, cuyo talento lo lleva a tener su propia sastrería y de allí a ser estanciero, y no conforme con ello a convertirse en prestamista y luego banca para las apuestas y… El dinero le permite conquistar a la más bella mujer (un personaje tan extraño como adecuado a una tardía misoginia). Lo real parece sueño y lo soñado delirio festivo. Crioulo Doido (Criollo Loco) es una comedia que a pesar de su despreocupación formal, su elemental fábula y su raro vanguardismo permanece apta para la diversión, admitiendo tanto el lugar como documento de un espacio fértil del cine brasilero de entonces, como el simple disfrute del espectador

También, algo alejada de las «zonas calientes» del festival, puede ubicarse ¿Y si todos viviéramos juntos? del francés Stephane Robelin. Bien puede considerarse una película más cercana a los círculos comerciales que al resto de lo proyectado en el festival. La película cuenta con un elenco de actores que fueran oportunamente estrellas del cine: Geraldine Chaplin, Jane Fonda y Pierre Richard, entre otros, que dan vida a un grupo de amigos viejos, usando el término en el vital registro que la película le da a ese momento de la vida, que decide vivir colectivamente, una vez que el hijo de uno de ellos lo interna en un geriátrico. A partir de esta anécdota simple y un conjunto de situaciones esperables, lo que la película reivindica es el deseo en este momento, que pierde toda su tensión tanática, para centrarse en el cuerpo -bueno o malo- pero deseante. El resto es una comedia por momentos brillante, por momentos melodramática, sostenida por formidables actores que juegan como viejos maestros el juego que mejor conocen.

El fantasma seguirá. Pero por el momento, los empleados de la sala de prensa solicitan que dejemos las computadoras. Porque hay colegas que necesitan sacar entradas, que se sacan por internet. Algo ridículo ¿no? Diez computadoras para cerca de 500 acreditados, que en lugar de estar destinadas al trabajo de producción de información, tienen que dedicarse a la subsidiaria tarea de reservar entradas con un complejo sistema que nunca funciona bien. El fantasma entonces, desaparece…

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