: Lía Jelin. Intérpretes: Mauricio Dayub, María Fiorentino, Daniel Casablanca, Melina Petriella, Eugenia Guerty y Diego Gentile. Coach actoral: Matías Strafe. Vestuario: Sofía Di Nunzio. Escenografía: María Oswald. Autor: Laurent Baffie. Adaptación: Jorge Schussheim (sobre la traducción de Julián Quintanilla). Iluminación: Adriana Antonutti. Sala: Teatro Neptuno (Santa Fe 1751).
Muy buena
Goza mi síntoma
Por Gisele Cebrian
En la comedia Toc toc, de Laurent Baffie, el que no puede dejar de hacer cuentas, la que teme a las enfermedades, el que no puede parar de insultar, la que necesita verificar infinitas veces las cosas, el que no pisa las rayas y la que tiene que decir todo dos veces, se encuentran en una sala de espera. Un elenco brillante, experimentado y cómodo sobre el escenario, resulta imprescindible para que esta obra funcione tan bien como lo está haciendo esta temporada en Mar del Plata, de jueves a martes a las 20:30 y a las 23:00 en el Teatro Neptuno.
En lo que representa un libro acorde a los tiempos que vivimos, que en Argentina y México puso en escena Lía Jelín, el autor y actor francés Laurent Baffie escribió una pieza sobre diferentes trastornos obsesivo-compulsivos. La excusa para reunirlos es sencilla: seis personajes se encuentran en la sala de espera del famoso psiquiatra Cooper con el fin de tratar sus diferentes TOC (trastornos obsesivos compulsivos).
Interpretando a un personaje de enorme desarrollo, Mauricio Dayub es Alfredo, quien parece el más comprometido de todos los pacientes, ya que sufre la combinación de dos síndromes, el de Tourette, que vuelve su cuerpo un instrumento incontrolable por la cantidad de tics que concurren, y el de coprolalia, enfermedad incurable que le impide reprimir las gruesas palabrotas que constantemente le vienen a la mente. En este rol, Dayub hace gala de un gran dominio corporal, flexibilidad y soltura.
El siempre genial Daniel Casablanca, el Macoco naturalmente dado a la comedia por su amplia capacidad de gesticulación, interpreta a un taxista engreído y sobresaltado que acude a la terapia porque su mujer opina que tiene un problema. Su trastorno, conocido como aritnomanía, se trata de que no puede dejar de contar y, aunque niega su padecimiento, él reduce la vida a números.
La aséptica Blanca es caracterizada por Eugenia Guerty, quien, traumada por el miedo a enfermarse, nosofobia, desparrama alcohol a su alrededor, se lava las manos a cada rato y evita todo contacto con la gente. El elástico Diego Gentile interpreta a Otto, obsesivo por la simetría y fóbico a las líneas, quien durante toda la obra se las ingenia para no pisar ninguna. Lilí, el tierno personaje de Melina Petriella, padece desde la muerte de su papá de ecolalia y palilaia, trastornos que la obligan a repetir todo lo que dice y hace.
Por último, María Fiorentino encarna a María Auxiliadora, una fanática religiosa que revisa su cartera cada dos minutos, como uno de los rituales de verificación que, diariamente, la llevan a abrir y cerrar la puerta de calle o la llave de gas.
Auque el trastorno maneja sus vidas -en este sentido el autor no deja de subrayar la gravedad y la esperanza en la cura que cada uno tiene-, en este ámbito, cada paciente cree estar mejor que el otro. Pese a que el esperado doctor no acude nunca a la consulta, encontrarse por primera vez con gente que padece malestares semejantes parece ser lo que impide que tomen la puerta del consultorio y vuelvan a sus vidas tristes y desesperantes.
Los expertos que hayan visto Toc toc (está hecha la invitación a comentar, si es que alguno está leyendo esta crítica) podrán explicar mejor cuál es ese dispositivo curativo de la terapia grupal que hace que, en la medida de estar acompañados y querer ayudar al otro, un paciente empiece a encontrar la cura. Sin recurrir penosamente a temas que desconozco, sospecho que el planteo de Baffie está basado en teorías psicoanalíticas que lo explican, ya que es en ese punto y bajo esa influencia cuando, mágicamente, el trastorno comienza a resolverse.
Suena extraño oír a una platea riendo a carcajadas mientras, sobre el escenario, se plantean padecimientos dignos de compasión. Por momentos, los espectadores más reflexivos se preguntan “¿de qué se ríen tanto estas personas?”. Sin embargo, el hecho de que no salgamos del teatro indignados parece responder a la ética con la que el autor plantea la psicología de los personajes, dosificando en justas medidas los momentos de ver y escuchar a alguien que sufre una vida entera de aislamiento e incomprensión, y situaciones en que éstos se amigan con su TOC y hasta permiten que sus compañeros de terapia se burlen.
La adaptación de Jorge Schussheim para la obra que dirige su esposa, otra con kilómetros en el teatro, se hace patente cada vez que se alude a datos de idiosincrasia porteña, sobre todo en el tramo en que, buscando un pasatiempo, los personajes articulan sus tormentos, fuerzan su tolerancia y comprensión, y se disponen a jugar al Monopoly.
Tras un final inesperado, el público aplaude de pie (esta vez, con justicia) un entretenimiento que sortea inteligentemente los golpes bajos, cien minutos de sobresalientes actuaciones dirigidas con precisión y ritmo.
Toc toc resultó ganadora de cuatro premios ACE cosechados en la temporada teatral porteña como Mejor comedia, Mejor actor protagónico (Mauricio Dayub), Mejor actor de reparto en comedia (Daniel Casablanca) y Mejor director de comedia (Lía Jelín).
Acostumbrados -y resignados- a que, verano tras verano, los más convocante de Mar del Plata sean espectáculos de revista que no superan la propuesta del rejunte de los personajes con más minutos en televisión del año, mal ornamentados con una costosísima producción y una campaña publicitaria a la medida, los amantes del buen teatro agradecemos la posibilidad de ver en la ciudad piezas como Toc toc y nos alegramos con la extraordinaria convocatoria.