Por Gabriel Piquet
La presentación del libro 10.000 formas de morir, de Alex Cox, se realizó este martes en el Hotel Provincial y comenzó con un fallido: se anunció como una “sorpresa” la proyección de un corto con los populares lobos marinos que han servido de presentación a cada película del festival, y en vez de aparecer el que corresponde, pasan otro. Caras de confusión y comienzo de la charla, que tendrá al director británico y a Fernando Martín Peña como protagonistas.
Peña toma la delantera y cuenta que hace varios años, cuando intentaba hacer un Festival de Cine Independiente, quisieron traer a Cox a la Argentina y por razones ajenas a ellos finalmente no ocurrió. Y como referencia hacia la concurrencia, remarca el hecho de que el western spaghetti fue un género que movió mucho público, que en los 70’s era muy popular en la Argentina, y que llegaron a estrenarse muchos por año. Peña califica al libro como “un material completo, con información detallada en muchas fichas técnicas sobre las películas” y reconoce que se trata del “libro de un realizador”.
Así arranca Cox, quien en buen castellano cuenta qué lo motivó a escribir este libro. Entre esas premisas, dice, estaba el hecho de saber cómo conseguían el dinero para filmar y dónde filmaban, además de cómo era eso de mezclar tantas nacionalidades en las producciones. Y Cox, conocedor, suma anécdotas: comenta que Sergio Corbucchi (uno de sus directores favoritos junto a Sergio Leone) les decía a los actores que no hablaran, “que contaran, total después los doblaba en la sala de montaje”.
Dentro de la extensa serie de referencias que arrojó, el realizador británico comentó sobre un western mexicano muy interesante para ver, pero difícil de conseguir, dirigido por Alberto Mariscal. Y ahí tira una de las sentencias clave de la tarde: “estoy a favor de la piratería, porque sin la piratería van a desaparecer muchas películas clásicas”. Lo político sigue presente ante algunas preguntas del público, ya que cuando lo consultan sobre aquellos films que tomaron la herencia del spaghetti western, como por ejemplo Erase una vez en México, Cox dirá que “en esas películas se perdieron las ideas de izquierda. Tarantino y Rodríguez se fueron más a la derecha” a diferencia de directores italianos más comprometidos como Damiani o Sollima.
Observándolo, se nota que Cox es muy pasional con el tema, ama estos western y lo demuestra cada vez que responde a las preguntas, contando anécdotas o acordándose de escenas emblemáticas de las películas. Terminada la charla, jóvenes y viejos hacen una larga cola para comprar el libro (es bastante económico, $ 40).
Quien suscribe se aleja pensando de todos los que compraron el libro ¿cuántos vieron un spaghetti western? ¿Empezarán los realizadores jóvenes que había en la sala a filmar western local? Ojalá este libro siembre una semilla para este género hoy desaparecido de las pantallas grandes y que una película como Aballay no sea una rara avis dentro de nuestra cinematografía.