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Scott Pilgrim vs los ex de la chica de sus sueños

Título original: Scott Pilgrim vs. the World
Origen: USA
Director: Edgar Wright
Reparto: Michael Cera, Mary Elizabeth Winstead, Ellen Wong, Alison Pill, Mark Webber, Johnny Simmons, Kieran Culkin, Brie Larson
Guión: Edgar Wright, Michael Bacall (Novela gráfica: Bryan Lee O’Malley)
Fotografía: Bill Pope
Montaje: Jonathan Amos Paul Machliss
Música: Nigel Godrich
Duración: 112 minutos
Año: 2010


9 puntos


Scott Pilgrim vs. the World vs. El Mundo

Por Matías Gelpi

Que quede claro: Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños es una absoluta maravilla, y que no se estrene comercialmente en Argentina es una absoluta injusticia. Definitivamente fue un fracaso de taquilla en Estados Unidos, lo cual imposibilitó que llegara a las salas locales. Sin embargo, se la pudo ver  en pantalla grande en la edición 2010 del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

Edgar Wright decide adaptar la novela grafica de Bryan Lee O’Malley, Scott Pilgrim Vs. The World (2005) y sale con esto, una demostración de talento y cariño por el cine, hecho con puras herramientas cinematográficas y otras que se incorporan. Lo primero que asombra desde los créditos es el gigantesco estallido de ideas puestas en servicio de la narración de una historia. Si ya con la buena de Muertos de risa (2004) y la gloriosa Arma fatal (2007) Wright había demostrado no sólo un dominio pleno de la comedia, sino también una gran capacidad y sutileza para manejar cada detalle de la narración; en Scott Pilgrim… se florea, hace lo que quiere y lo hace bien. Y como dice Mex Faliero en su mini-crítica sobre este film en ocasión del Festival, el querido Edgar es alguien que se va acercando a la perfección absoluta.

Es difícil saber por dónde empezar a hablar sobre una película con tantos aspectos positivos. Empezando por los protagonistas, tenemos a Michael Cera haciendo a un Pilgrim a su manera, introvertido, distraído, inseguro pero con gran potencial. Cera sigue sacando sonrisas a veces sólo con esa expresión de “nunca entiendo muy bien lo que pasa a mi alrededor”, y hay en él una mezcla de inocencia y fragilidad corporal intermitentes, que desaparecen cuando tiene que hacer algo extraordinario, un gran antihéroe. Por otro lado está Mary Elizabeth Winstead, que interpreta a Ramona Flowers, la chica de los sueños de Scott, que además de ser hermosa demuestra talento, haciendo un personaje divertido y misterioso. Ramona enamora a Scott (y a nosotros) desde su primer gesto de indiferencia. En su apariencia, su silencio, hasta en sus cambios de color de pelo, Winstead deslumbra. Además de un reparto en el que cada uno cumple muy bien su función, una mención especial para Kieran Culkin (el hermano de Macaulay), quien interpreta a Wallace Wells, el mejor amigo de Scott: cada aparición, cada gag de este personaje es magistral, manteniendo el  humor en un altísimo nivel casi todo el film.

Scott Pilgrim
estructura lo que tiene para contar en engranajes bien aceitados, con ritmo, aceleración y freno justo, y una cantidad de lenguajes se incorporan al cinematográfico: están allí los videojuegos y la música Indie pero no simplemente aludidos u homenajeados, sino que íntimamente relacionados como parte de la ingeniería visual y discursiva que enmarca la historia de Scott y sus amigos. El torrente de ideas e imágenes es impactante, desde la fotografía pulida y repleta de colores de Bill Pope, al montaje demoledor de Jonathan Amos y Paul Macliss.

La película de Wright habla de muchas cosas, y hasta desde su estética nos deja una forma ver el cine, de apreciarlo, como si “mucho mas” también pudiera ser “mucho mejor”. Y es también, una respuesta a tanto cine manipulador, pretencioso y pedante. Levanta como bandera la vitalidad, la alegría mezclada con un tanque visual lleno de  imaginación y buena leche. Este director no es un denunciante de los males de mundo, ni un aleccionador con cámara y una lista de golpes bajos; es alguien que nos regala una sonrisa cómplice,  alguien que nos invita a ver una fiesta y nos deja participar de ella. Y nos da una película  para ver con ganas, hecha con la garra y cariño necesarios para pelear contra el mundo, y contra lo que el mundo no quiere ver en los cines.


9 puntos


Contra todos los males (y los malos) del universo entero

Por Rodrigo Seijas

Recientemente, Alejandro González Iñárritu –director de bofes sobrevalorados por la crítica y el público como 21 gramos, Babel y Biutiful– declaró “el cine se divide en dos: el bueno y el mainstrem”. Una frase que delata un absoluto desconocimiento del panorama del cine mundial, así como una carga de prejuicio inútil. Sin olvidar que es una muestra más de incoherencia ideológica por parte de este realizador, que cuestiona el cine caro, mientras le pone su chapa a productos innegablemente mainstreams como Rudo y cursi. Daría para preguntarle a Iñárritu sobre cuán orgulloso se siente por producir cine “malo”. O para insultarlo un poquito. O para pegarle mucho.

Pero Edgar Wright, involuntariamente, le contesta al “cineasta” mexicano con la mejor arma de todas: el cine. Y cine puramente mainstream, con alto presupuesto (60 millones de dólares), un elenco plagado de pequeñas grandes estrellas (Michael Cera, Mary Elizabeth Winstead, Chris Evans, Jason Schwartzman, Brandon Routh, Kieran Culkin, Alison Pill) y efectos especiales por doquier. Pero también con amor por lo que está contando, con una llamativa fluidez narrativa y una explosión ensordecedora de ideas.

A diferencia de las últimas tres películas de Iñárritu, que se pretenden realistas o verosímiles, pero sólo se quedan en el típico lamento de “miren lo mal que anda el mundo”, Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños es un filme hiperrealista desde la puja y la concreción de la fantasía, creando un universo totalmente autónomo y original, pero que sabe a la vez conectarse con múltiples aspectos terrenales, funcionando como evocación permanente.

Es que la película avanza como una versión recargada de la vida, prácticamente sin transiciones ni concesiones. No se detiene a explicar ningún mecanismo, avanza sin cesar, pasa de la euforia extrema a la meditación profunda con total desparpajo. El Scott Pilgrim que encarna magníficamente Michael Cera (demostrando que su personaje de adolescente introvertido está lejos todavía de agotarse) súbitamente pasa de estar tranquilo y cómodo en una relación donde tiene el control absoluto, a enamorarse perdidamente de una chica que parece inalcanzable, aspirando a un vínculo donde lo que más escasea es la seguridad. Esa inseguridad, ese desequilibrio indisoluble, se hace físico y literal cuando se entera que para quedarse con su amada debe vencer a los siete malvados ex novios de ella. ¿Qué es lo que hace Scott? A pelearla, dice él, porque ya su vida (que abarca a un contexto un tanto hostil) cree que él su puching ball.

¿Cuál es la lógica que explica este argumento? El filme no necesita explicarla. Ni siquiera pareciera buscar contarla. Quiere, en verdad, nada más y nada menos que vivirla. Zambullirse en el medio de ella, tirando sablazos de colores brillantes, invocando poderes de toda clase, acumulando puntos para los bonus que da la acumulación de puntos.

Porque a la vez, Scott Pilgrim es tremendamente intercultural: debe ser de las primeras cintas, junto con Crank, veneno en la sangre, en dejar de lado todo prejuicio o malentendido con respecto al videojuego, considerarlo un lenguaje digno de alcanzar el estatuto de arte y ponerlo a interactuar con otras expresiones artísticas. Incluso se podría decir que redobla la apuesta, que busca darle una vuelta de tuerca al concepto de arte total que acuñó en su momento el compositor de ópera alemán Richard Wagner en la segunda mitad del Siglo XIX, trascendiendo sus características excluyentes y quedándose con lo más puro, inclusivo y democrático, dándole a cada arte la voz que corresponde.

Si le sumamos a eso el estudio sincero que posee sobre las relaciones humanas, podemos decir que es finalmente profundamente política: responsable a la hora de hablar sobre las responsabilidades, moralmente irreprochable a partir de una ética de fierro que nunca juzga desde un saber absoluto, buscando respuestas desde las preguntas más humildes pero a la vez difíciles, consigue darle una voz a una etapa de la vida y a una generación desde un pequeño retrato individual.

Ese individuo, pequeño y timorato, consigue hacer una épica heroica de su vida. Y nos dice a todos que podemos ir por el mismo objetivo, que el amor existe y que nunca debemos resignarnos frente al primer escollo, pero que también nos debe servir para crecer. Porque madurar, aprender, vencer los miedos, jugársela el todo por el todo es lo que nos define, lo que nos convierte en seres de excepción.

Iñárritu, con sus artefactos ideológicos calculados, con su tristeza diagramada, con sus tragedias que él construye desde el cielo cruel que preside, nos quiere señalar que el mundo es una porquería y que no hay salida posible, excepto una mediocre redención, por la que Él –el Dios Iñárritu- quizás decida perdonarnos. “El mundo está en tu contra, agachá la cabeza porque no vas a vencer”, concluye desde un facilismo irritante. Frente a eso, Wright y Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños nos señalan que el mundo puede ser un lugar oscuro, pero que nosotros tenemos la capacidad aportarle una nueva luz, y que nunca debemos resignarnos, que siempre hay que perseguir un ideal, que es nuestra obligación construir algo mejor y que la decisión es nuestra, porque somos nosotros los que tenemos la sartén por el mango. “¿El mundo está en tu contra? ¡Vencélo!”, nos dicen con total valentía, alejándose de un cobarde conformismo.

La traducción del título original es “Scott Pilgrim vs. el mundo”. ¿Adivinen quién vence? ¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!! ¡Para vos, Iñárritu!!!!!

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