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Funcinema

Chocolate

Título original: Idem
Origen: Tailandia
Director: Prachya Pinkaew
Reparto: JeeJa Yanin, Hiroshi Abe, Pongpat Wachirabunjong, Taphon Phopwandee, Ammara Siripong, Dechawut Chuntakaro, Hiro Sano, Aroon Wanatsabadeewong
Guión: Napalee, Chukiat Sakveerakul
Fotografía: Decha Srimantra
Música: Nimit Jitranon, Rochan Madicar, Korrakot Sittivash
Montaje: Rashane Limtrakul, Pop Surasakuwat
Duración: 110 minutos
Año: 2008


7 puntos


El amor de una hija

Por Rodrigo Seijas

El cine asiático ha ido imponiéndose a partir reciclar viejas premisas, combinar géneros y plantear nuevos abordajes. De esta forma, ha expuesto la posibilidad de que las tramas alcancen a revivir en diversas formas, la impureza de los géneros y la maleabilidad de las fronteras estilísticas.

El filme tailandés Chocolate es un buen ejemplo de esto: dos integrantes de grupos mafiosos opuestos se enamoran y deben separarse, a pesar de que ella ya está embarazada. La hija que tienen es autista pero con extrañas habilidades en el campo de las artes marciales, que le serán de gran ayuda cuando deba salir a buscar el dinero que numerosas personas le deben a su madre que ahora sufre cáncer. En el medio, viejas cuentas pendientes salen a la luz, lo que llevará a un enfrentamiento final de proporciones extremas.

Estamos hablando de una trama en extremo retorcida, que mezcla como en una batidora elementos pertenecientes a géneros como el de acción o el de cine mafioso, pero también al romántico o la comedia física, sin dejar de lado una fuerte apuesta al drama centrado en las enfermedades, con referencias bastantes directas a exponentes hollywoodenses como Rainman. Todo esto sin dejar de construir una identidad propia, donde lo pop y la sensibilidad autoconciente pero sincera a la vez van consolidando un mundo propio.

Por eso lo que puede quedar como ridículo es creíble y verosímil, y hasta permite una identificación con los protagonistas. Esta empatía tiene como vehículo a los cuerpos de los personajes: Chocolate es un filme pleno de cicatrices, en el que la trama progresa a través de los golpes, las patadas, los cortes, las enfermedades, la sangre y el sudor derramados. Su estructura casi trágica no es casualidad, está dada por el fortalecimiento o el debilitamiento, por la construcción de la identidad a través de la lucha. Y ese combate lo da una joven por su madre, repartiendo una cantidad de tortas espectacular a un montón de hombres.

Feminista a las patadas, Chocolate tiene sus mejores momentos definitivamente en las secuencias de peleas, ya que en varios períodos de su metraje se lentifica o estira demasiado, como si no supiera del todo sostener su propia ambiciosa estructura. Lo compensa con una fisicidad extrema, creando un verosímil de alto impacto, donde la protagonista es fuerte desde su fragilidad y golpea desde el dolor.

No deja de ser raro entonces que Chocolate termine en la cresta de la ola, emocionando y excitando a la vez, con un empuje pocas veces visto y confirmando la excelente salud de la que puede gozar un cine tailandés orgullosamente industrial, con una vocación por dirigirse a un público entusiasta y exigente a la vez. Es que con semejante furia, todo se puede.

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