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MARFICI 2010: Día 3

Por Cristian Ariel Mangini

Día de películas largas que exceden los 100 minutos. Si, ya sé que es un comentario superficial pero esto se sintió, particularmente luego de la segunda película. También un día con un intenso abordaje de los efectos de una tragedia en la sociedad y con una serie de cortos de terror que presenta algunas promesas dentro del género a nivel nacional. Como resultado tenemos dentro de la competencia internacional a uno de los trabajos más redondos en lo que va del festival y a otro que resulta olvidable, más allá del debate intelectual que levante sobre la forma en que esta realizado.

Más de 78.676 muertos confirmados y 19.671 desaparecidos en el epicentro y provincias vecinas, son números que se repiten y que, es su abstracción, no alcanzan a darle dimensión humana a una tragedia. Tanto como 1428, el siniestro número que en verdad es 14:28, la hora en que ocurrió el Gran Terremoto de Sichuan, y el nombre de este documental del chino Du Haibin. Y el documento está para darle dimensión humana a esas cifras, para a través de testimonios comprender la magnitud de las perdidas y las muertes pero, sobre todo, de la incertidumbre del ser humano ante semejante fatalidad.  1428 es una suma de testimonios que preguntan porque, pero el documental también es una pregunta en sí. Y entre tantas preguntas, Du Haibin logra al menos responder como abordar con humanidad y honestidad los efectos de ese terremoto: con testimonios, con palabras pero también con silencios, con imágenes sostenidas que se alejen del vértigo del registro vacuo del periodismo y, sobre todo, con el compromiso de mantener la veracidad, aún con el riesgo de ser censurado o que se le presente obstáculos en el camino.

Los encuadres nos muestran un escenario derruido donde la gente busca explicaciones en el gobierno y en la religión, sin embargo, ya sea por ineficiencia o porque “los dioses también pueden morir”, la respuesta es la nada, la incertidumbre ante un enorme agujero negro donde no hay tiempo para llorar a los muertos, hay que proseguir. Como sea. Durante los primeros diez días después del terremoto vemos las imágenes más contundentes: el llanto desesperado, expediciones para encontrar alimentos, vandalismo, represión por parte del gobierno para controlar la situación, todo desde una cámara donde nunca tiembla el pulso, con paneos descriptivos y medidos y un sonido directo que nos acerca al abismo personal de cada sobreviviente. Luego está la tragedia 210 días después, con el gobierno chino demostrando solvencia en algunos casos y presunta corrupción en otros. En este sentido, nada escapa a la dimensión del sobreviviente: sus sospechas y sus miedos para tratar de comprender la pérdida material y humana. Prolijo, algo extenso, pero con una disposición de cámaras ejemplar para retratar una tragedia, 1428 es de lo mejor que se ha visto en el certamen.

Lo que siguió inmediatamente después fue Let each one go where he may, del estadounidense Ben Russell. 137 minutos. Más de 2 horas de silencios y contemplación a través de 13 planos secuencia. No hay diálogos, pero se escuchan voces ocasionalmente. Cine experimental, ya se dieron cuenta. Ocurre en Surinam aunque el contexto no esta muy desarrollado porque, obviamente, Russell confía en el poder de la imagen y el movimiento, confía en la búsqueda del realismo puro que lleve al espectador a romper la barrera entre la sala de cine y lo que se proyecta en pantalla. El desgaste que experimenta quién lo ve es, ciertamente, un buen recurso para acercarnos al agotamiento de nuestros personajes. Pero 137 minutos. Y por momentos parece como ver a mi hermano jugando a un videojuego en primera persona, me he divertido más siendo espectador del Half-life, honestamente. Pero supongamos que la diversión este sobrevalorada (puede estarlo), en ese caso, ¿no es acaso la ausencia de diálogo a través de los largos minutos una búsqueda estética demasiado subrayada?, ¿no es esto una señal de artificio que se condice con la técnica visual empleada? Con estas contradicciones me quedo para establecer que puede ser un recorrido interesante para hacernos parte de un paisaje, pero entiendo que el cine trasciende a la forma en que este realizado. Por decirlo de otra manera: esto es como escribir un caligrama por escribir un caligrama, sin pensar en el subtexto o el contenido del caligrama.

Luego si, café, mucho café, para despabilarse y continuar, pensando en que quería alejarme un poco del registro documental que vengo viendo. Para eso me metí a las 22 en el segundo bloque de cortometrajes de la sección Los salieris de Narciso, no es un secreto que el terror es uno de mis géneros preferidos y me interesa ver lo que pueda salir de allí como promesa.  Seré breve con cada uno, porque creo que hay que saber discriminar que es lo que está bien y mal en cada uno. En primera instancia estaba La piel de la serpiente,  al que entiendo como un buen ejercicio de cómo generar suspenso en base a un expresivo trabajo de fotografía y una inusual banda de sonido. Trabaja con clichés y sabe cómo hacerlo, pero el guión adolece de un sustento o un punto de vista fiable, además de que hay problemas con el sonido. El segundo fue Singapur, que esta creado en base a simbolismos y una aguda crítica social (se entiende lo de las moscas, lo de la cabeza de cordero). El problema: precisamente, los simbolismos, por momentos la narración es tan criptica y los diálogos son tan inaudibles que es imposible distinguir de qué diablos va el corto, además de que hay problemas en la mezcla de sonido, al menos que se trate de un problema de la sala donde lo vi (Melany).

El tercero es uno de los que me pareció más redondo, en la línea del terror psicológico más atmosférico, con un trabajo de efectos visuales y especiales imaginativo, además de una inversión del folklore de El hombre de la bolsa. Quizá peca de perder el eje narrativo en función de generar suspenso, pero logra resolver con cierta eficiencia este escollo. El cuarto es polémico. A ver, el nombre es copado  (El ataque de los zombies peronistas) y el tono serie B, más en la línea de Fulci que de Romero, se mantiene con solvencia salvo algunas secuencias que aparecen con un montaje bastante desprolijo y resoluciones visuales algo torpes (pienso en la hoja pidiendo trabajo, por ej.). El problema central está en el subtexto, imagino que hay buenas intenciones por parte de los realizadores, pero por momentos adquiere un tono peligroso. Sé que el subgénero de zombies es útil para la sátira política, pero hay que saber mantener cierta sutileza en la crítica, en este caso del clientelismo, la burocracia política y la inseguridad. Desde una concepción política la masa no es tan uniforme, y no todos los que ven a Tinelli son idiotas, ni todo el espacio periodístico se dedica a hacer propaganda antes que a informar. Sé de lo que hablo, aunque no viva en La Matanza. En todo caso, igual defiendo la capacidad de con un bajo presupuesto saber utilizar el humor negro y satirizar la política, haciendo un buen uso del maquillaje. El último es una adaptación animada del antológico relato El cuervo de Edgar Allan Poe. Hay aquí buenas ideas, y un trabajo visual que se acerca a la estética de Selick o Burton, quizá con mejor trabajo de las figuras que de los personajes, que por momentos nos aparecen algo inexpresivos. Y  el trabajo sobre la mezcla de sonido mantiene la tensión con inteligencia, para realmente conmover al espectador.

Esperemos poder ver algo el día de hoy. Una cita segura serán la experimental All restrictions end y Goodbye, How are you?, dos documentales con diferentes enfoques narrativos que proponen una saludable vuelta de tuerca en determinados aspectos de su concepción.

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