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JCVD

Nombre Original: JCVD
Origen: Bélgica
Director: Mabrouk El Mechri
Reparto: Jean-Claude Van Damme, François Damiens, Zinedine Soualem, Karim Belkhadra
Guión: Frédéric Bénudis, Christophe Turpin
Fotografía: Pierre-Yves Bastard
Música: Gast Waltzing
Montaje: Kako Kelber
Duración: 93 minutos
Año: 2008


El último pequeño héroe de acción

Por Rodrigo Seijas

La generación de héroes de acción que dominó en las décadas del ochenta y noventa ya está notoriamente envejecida. La gran mayoría ha ido asumiendo ese desgaste, de diversas formas. En Rocky Balboa y Rambo, Stallone fue haciéndose cargo de que su tiempo ya fue, que lo que le queda es adaptarse a las reglas vertiginosas del presente a partir de cierta sabiduría adquirida en el tránsito de la vida, convivir con determinadas características propias de su ser aunque no sean agradables y acompañar el surgimiento de las nuevas camadas. Bruce Willis viene explorando desde hace un rato largo la faceta más humana de John McClane, el personaje que lo lanzó a la fama mundial con Duro de matar: el del tipo con motivaciones plenamente individuales -con la familia como eje principal-, vulnerable tanto física como emocionalmente, con conexiones icónicas y lingüísticas con un género supuestamente muerto como es el western, en los filmes El último boy scout, Bajo amenaza, 16 calles e Identidad sustituta. Schwarzenegger también ha hablado de la vejez y del representar el pasado (en Terminator 3 o pasándole la posta a Dwayne Johnson en El tesoro del Amazonas), aunque son más interesantes sus exploraciones sobre el lenguaje del cine de acción y la construcción del héroe, a partir de sus asociaciones con James Cameron y John McTiernan en Mentiras verdaderas y El último gran héroe, respectivamente. Incluso un tipo como Steven Seagal, con el reality Steven Seagal: Lawman, empieza a aceptar que ya no es el mismo que hace quince años molía a palos con total soltura a cantidades exorbitantes de malos en Alerta máxima o Un hombre entre sombras.

Jean-Claude Van Damme va por el mismo camino y su aporte termina siendo tremendamente significativo. Hay una búsqueda profunda desde el análisis del star system y los horizontes de expectativa con respecto a los famosos por parte del público. El Van Damme interpretado por sí mismo es un tipo que está en las últimas, que contempla impotente cómo va quedando apartado y rechazado por su familia, que no tiene un mango en la cuenta bancaria, que está viejo y no tiene la misma destreza que antes, que ya no es tenido en cuenta como figura relevante de acción. Y que encima termina metido de sopetón en un secuestro, como máximo sospechoso.

Es a partir de una sana auto-conciencia que JCVD cuestiona determinados formalismos excesivos, redundantes y carentes de sentido narrativo de algunos realizadores (el espectacular plano secuencia del principio no sólo delata la extinción a la que se está aproximando Van Damme, sino también cómo algunos directores con mucho ego no piensan en lo que están contando, sino en demostrar su virtuosismo). Y que también plantea una especie de auto-debate sobre la delgada línea que separa al Van Damme personaje del Van Damme real, de carne y hueso, despojado del aura ficcional. Lo hace sin dejar de ser un muy buen filme de acción, con un gran trabajo del tiempo y el espacio, filmado a puro nervio, con secuencias impactantes, combinando con igual agilidad el drama y la comedia.

El punto culminante de esta operación estético-lingüística-narrativa es un monólogo a cámara por parte del veterano intérprete de Soldado universal, Timecop y Street fighter. Allí, el director Mabrouk El Mechri -atentos con este realizador, porque tiene pasta de la buena- quiebra la cuarta pared, deja bien plantado un primer plano fuerte y significativo, y le permite a Jean-Claude hablar durante unos seis minutos. Esa interpelación a cámara es demoledora, porque el actor obliga al espectador a repreguntarse sobre sus ideas y prejuicios con respecto a su persona, con la autoridad moral que le brinda el confesar sus propias limitaciones: la fama que adquirió y lo sobrepasó, el sacrificio y la disciplina como méritos que lo hicieron avanzar, la necesidad de amar y ser amado, la imposibilidad para comunicarse con los seres queridos, la dificultad para definir su identidad frente al mundo, la ambigua posición en la que se encuentra frente a la violencia. Ese diálogo con el público es un humilde canto de amor al cine. Una escena que emociona hasta las lágrimas.

Sí señores, Van Damme llora y hace llorar. Su apabullante sinceridad lo convierte en un personaje-actor-ser humano inolvidable. Y a la película que lleva su nombre en una pequeña joyita.

8 puntos

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