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BAFICI 2010: día 8

Por Mex Faliero

El chiste al mediodía por la zona del Abasto era ver si las ovejas lograban hacernos dormir, o no. Más, luego de Bummer summer, sí una agradable y dulce comedia adolescente, pero también otra de jóvenes abúlicos que no aportan nada más y ya comienzan a repetirse demasiado. Lo de las ovejas estaba relacionado con Sweetgrass, de Ilisa Barbash y Lucien Castaing-Taylor, un documental sobre vaqueros que llevan a pastorear ovejas en Montana.

El primer hallazgo de este trabajo es no recurrir a explicaciones, sino a contar un proceso -desde que la ovejita es esquilada hasta que vuelve de pastorear durante varias semanas- sólo con imágenes. Pero el logro mayor es que esas imágenes se adscriban a un género fundamental, como es el western. Decididamente Sweetgrass es un western que logra capturar como pocos el trabajo de un grupo de hombres rudos y hoscos, en medio de un imponente marco natural.

Sweetgrass se sigue con pasión y fascinación, porque nos logra introducir en un universo que desconocemos y nos enseña su funcionamiento sin didactismos. Barbash y Castaing-Taylor, además, recurren al paisajismo sólo cuando esa imagen logra transmitirnos un sentimiento del personaje. Por momentos John Ford, por otros Howard Hawks, también Michael Mann se aparecen en este film donde si bien no hay un contacto con lo mecánico como en el cine del autor de Miami Vice, sí nos encontramos con un grupo de profesionales extremos que no pueden separar sus emociones de su trabajo.

En Buenos Aires sigue lloviendo, pero lo que no llueven son las grandes películas según lo que podemos recolectar y lo que nos dicen los colegas con los que nos cruzamos. Confiemos en lo que nos dicen: por ejemplo Javier Luzi y Daniel Cholakian nos recomiendan Cuchillo de palo; es más, Cholakian asegura que ganará el BAFICI. También hemos escuchado buenos comentarios de Lourdes, con una crítica muy interesante a la Iglesia Católica.

Sobre lo que vimos, digamos que aún siendo lo peor del día, la argentina Los santos sucios de Luis Ortega tiene a su favor un trabajo visual asombroso, hasta podríamos decir que nunca visto por estas tierras, a lo sumo en El aura. Film apocalíptico centrado en un reducido grupo de personas que quedan sobre la superficie de una destrozada ciudad, Ortega parece dar el paso final de lo que ha sido su filmografía: la realidad enrarecida con lo hermético de Caja negra; el artificio deliberado de Monobloc; y ahora finalmente una fantasía plagada de alegorías, pero con un componente de realidad como es la historia reciente del país. El tema es que tanta pretensión parece haberle jugado en contra a Ortega, quien así como acierta desde lo visual, pifia profundamente desde lo narrativo. Excesivamente confuso y poco interesante, con un virtuosismo que no deja lugar a la emoción real.

Si hablamos de realidad, Francesca es un nuevo acercamiento del cine rumano a un cine social con toques genéricos. Aquí, una mujer que se quiere ir a trabajar a Italia y las complicaciones que le trae su pareja, un hombre que ha pedido dinero a mafiosos. Así, el drama laboral se tiñe de misterio con una subtrama policial. Bobby Paunescu, el director, saca una notable actuación de Mónica Bilardeanu y se luce con largas secuencias construidas sin cortes y a partir de una cámara que se mueve lo justo y necesario. El problema de Francesca, más allá de su acertada mirada y su crítica a la Europa que divide, es que se excede en tiempos muertos y parece un poco estirada, como si por momentos la forma absorbiera el interés en lo que pasa.

No es un mal film Bummer summer, de Zach Weintraub, pero convengamos que si se hubiera filmado hace más de dos décadas estaríamos ante un novedad agradable. Pero aquí, todos los tics del cine Indie sobre adolescentes con ocio, se reiteran hasta el hartazgo. Apodada sabiamente por Cholakian como “aquí sí que no se coge a la norteamericana”, este triángulo amoroso entre dos hermanos y la novia de uno de ellos, amontona tensión sexual -hasta en personajes secundarios y en situaciones llamativas- sin nunca lograr que esa pulsión se transmita al relato. Tampoco es un adefesio, e incluso esa contención puede servir para un análisis sobre si no se trata, en todo caso, de una parodia del género. Pero esto lo dejamos para otro momento, con más tiempo y, además, cuando creamos que Bummer summer se merezca más atención.

En el jueves se viene la esperada Mary and Max, largo en stop motion del director del corto Harvey Klumpet, visto alguna vez en Mar del Plata. Veremos qué queda por ver cuando el BAFICI ya parece haber entregado sus películas más interesantes y ahora se dirige hacia su recta final. Sigue habiendo buenos comentarios de Alamar y hay quienes dicen que el Tsai Ming-Lian de Visage no vale demasiado la pena.

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