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Vivir al límite

Nombre Original: The hurt locker
Origen: USA
Director: Kathryn Bigelow
Reparto: Ralph Fiennes, Jeremy Renner, Guy Pearce, Evangeline Lilly, Ralph Fiennes
Guión: Mark Boal
Fotografía: Barry Ackroyd
Música: Marco Beltrami, Buck Sanders
Montaje: Chris Innis, Bob Murawski
Duración: 131 Minutos
Año: 2008


Heridas de Guerra

Por Cristian A. Mangini

I am trying to see
I am trying to believe
This is not where I should be
I am trying to believe

“The good soldier”, Nine Inch Nails.

Es difícil hablar de Vivir al límite post Oscar, aún más si se tiene en cuenta el discurso de agradecimiento de Kathryn Bigelow tras la entrega del premio más importante. Pero estaríamos ingresando en un terreno coyuntural donde debido a las diferencias políticas no veríamos al cine en toda su dimensión: el carácter formal y discursivo y la ambigüedad de este arte maravilloso que hace que las palabras y las certezas sean percibidas de maneras diferentes podrían (¡qué importante el potencial!) negar a los dichos de la propia directora. Lo que resulta innegable es que tiene un talento inmensurable que justifica el galardón obtenido en base a su capacidad para construir una proeza visual que siempre tiene al individuo en primer plano, conflictuado con su identidad o conflictuado con las instituciones, llevando este choque a nivel físico en secuencias de acción hilvanadas con una singular y contundente elegancia. Como plantee, Vivir al límite puede caer en un terreno ambiguo respecto a su subtexto y las conclusiones quedarán del lado del espectador, y aquí entiendo que esto ocurre porque es una cuestión fenomenológica en la que será el receptor el que tenga la última palabra hablando, por supuesto, de cine, de imagen en movimiento, de (re)presentación.

Pero para ir directo “al grano” la película logra cristalizar la fragilidad de la supervivencia en un medio hostil desde la subjetividad de un personaje interpretado magistralmente por Jeremy Renner. El trabajo sobre la imagen filmada en digital crea una proximidad con el contexto bélico que se retrata con planos cortos y contundentes: no hay falencias desde la narración y se mantiene la tensión hasta el último segundo mientras seguimos la trama del escuadrón encargado de desarmar las bombas.

La labor de dirección demuestra las facultades de la directora de Punto límite a la hora de retratar la violencia como algo próximo, cercano, que se palpa a través de las secuelas que cada impacto (un golpe, una bomba) deja en nuestros personajes. Favorece esto la cámara constante documentándolo todo de manera temblorosa e inestable, sin dar un respiro en ningún momento misión tras misión. Pero la principal virtud del film es el matiz existencialista que adquiere el destino aceptado como irreversible por parte del sargento James: su identidad se somete a un camino de aceptación de la guerra como única móvil posible para seguir existiendo, al mismo tiempo que pone en peligro su vida, demostrándolo en el desolador plano final que cierra la película. Es así que se transforma en una “droga”, ya que nuestro protagonista entiende como única forma de vida ese umbral de vivir bajo esas circunstancias.

La cuestión es que nuestro escuadrón apenas conoce porque está allí. La idea del enemigo, de la “otredad” aparece de manera vaga y endeble antes que como una construcción antagónica como podríamos ver en películas como Rescatando al soldado Ryan. Aquí la subjetividad obedece a la percepción del personaje sobre un entorno que le resulta completamente extraño y que alimenta su paranoia en función del imaginario que ha construido en su cabeza, antes que de la realidad misma. James es el engranaje de un mecanismo que no entiende pero al que le interesa poco entender, sencillamente forma parte del mismo porque sabe como continuar manteniéndolo en funcionamiento. En este sentido la película conserva un mensaje antibelicista: la guerra disocia al individuo y esto es universal, sea el escenario que fuere, pongámosle Irak.

En todo caso, es una película para debatir, hay mucho contenido y continente en este film de Bigelow que se puede discutir. Por lo pronto no puedo dejar de mencionar que el abandono del punto de vista en la secuencia del desierto, manteniendo una relación de plano/contraplano entre el escuadrón norteamericano y un grupo de iraquíes me parece sumamente errado, a pesar del virtuosismo de la escena en su integridad. Esto aparece aislado y brusco, en parte porque resulta inverosímil en el contexto de la película el punto de vista del “enemigo”. Pero no es un film para dejar pasar o tomar a la ligera y abre un debate sin abandonar la acción y el entretenimiento.

8 Puntos

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