Este biopic nunca se anima a indagar en las ambigüedades de su protagonista, confiando en exceso en su iconicidad y en la interpretación de Kingsley Ben-Adir.
Este thriller de espionaje nunca sale de lo rutinario y tampoco posee la suficiente coherencia narrativa y discursiva. Lo más rescatable es el protagónico de Noomi Rapace.