No es la joya a la altura de nuestras inabarcables expectativas, pero es una buena porción de una serie mítica que encima le devuelve cierta dignidad al personaje de Jesse Pinkman.
Una película que tiene como único objetivo ganarse la lágrima del espectador, y que sobrevive por la experiencia de un director que, aún en picada, mantiene cierto conocimiento de la herramienta cinematográfica.