
–Por Mex Faliero
Zach Baylin y Kate Susman fueron productores de La hermandad silenciosa (el primero fue además guionista), un asperísimo thriller político dirigido por Justin Kurzel y protagonizado por Jude Law en, tal vez, una de las mejores actuaciones de su carrera. Todos estos vuelven a involucrarse en un nuevo proyecto, que es la miniserie Black Rabbit, otra intensa historia que va por otros caminos y que se vale además de una nueva influencia, la presencia inestimable del gran Jason Bateman, con una carrera enorme en la comedia pero que aquí se acerca más a las texturas de Ozark (de hecho dirige dos episodios, y Laura Linney también). Ambientada en un bar donde se congrega buena parte de la crema intelectual neoyorquina, el relato en verdad es la historia de dos hermanos: Jake (Law) y Vince (Bateman), en apariencia opuestos y con vidas distantes. El primero es un empresario gastronómico en ascenso y el otro es un malhechor de poca monta, adicto, con un comportamiento reptil que lo vuelve una suerte de huracán de la desgracia para todo el que se acerca. Por eso cuando Vince regrese a la vida de Jake, el descenso será inevitable. Black Rabbit comienza con un robo sobre el que no tenemos demasiados datos y los ocho episodios serán un flashback que le hará tomar envión a la historia hasta ese hecho delictivo y sus consecuencias. La miniserie es pura adrenalina, suspendiendo la credulidad del espectador e invitándolo a acompañar a estos dos hermanos en su caída en desgracia. Una caída en desgracia que tiene, por otra parte, momentos de sinceridad y de saldo de deudas pendientes entre los protagonistas. Si bien hay un abuso del recursos de rizar el rizo, y por momentos Black Rabbit parece dar un par de vueltas de más, lo cierto es que la miniserie aprehende bien el clima que respiran sus personajes, envuelve con una atmósfera entre asfixiante y melancólica, y se edifica hacia el último episodio como una tragedia que toca a sus personajes por diversos ángulos. Las actuaciones de Law y Bateman son maravillosas, como de todo el elenco, sobre todo el enorme Troy Kotsur, quien si en CODA interpretaba a un padre súper amable y le creíamos, aquí interpreta a un mafioso dueño de las miradas más intimidantes que recordemos. Black Rabbit mezcla con elegancia el policial urbano (aprovecha notablemente el uso de los exteriores) y el drama familiar, incluye ironías varias que salen mayormente de la boca de Bateman, y termina siendo mucho más tierna y tristona de lo que su áspero recorrido indicaba. Una gran historia, a la que el formato de miniserie la obliga a ir a mil por hora sin necesidad de estirar nada. Bienvenida, de lo mejor del año.
NdR: los ocho episodios de Black Rabbit están disponibles en Netflix.
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