Título original: KPop Demon Hunters // Origen: EE.UU. / Canadá // Dirección: Chris Appelhans, Maggie Kang // Guión: Chris Appelhans, Maggie Kang, Danya Jimenez, Hannah McMechan // Voces: Arden Cho, May Hong, Ji-Young Yoo, Ahn Hyo-seop, Yunjin Kim, Ken Jeong, Lee Byung-hun, Daniel Dae Kim // Fotografía: Gary H. Lee // Edición: Nathan Schauf // Música: Marcelo Zarvos // Duración: 95 minutos // Año: 2025
7 puntos
MULTITARGET
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Mucho se ha hablado sobre el fenómeno de Las guerreras k-pop, que sorpresivamente se convirtió en la película más exitosa de la historia de Netflix. No solo eso: también llevó a que la plataforma avalara un breve lanzamiento en cines con una versión sing along, que alcanzó el primer puesto en la taquilla norteamericana el fin de semana de su estreno; y la banda sonora fue un boom absoluto. De lo que quizás no se habló tanto es de la película en sí, que encima está bastante bien.
Ya en el planteo inicial se puede intuir la mescolanza de estéticas y géneros de la película de Chris Appelhans y Maggie Kang. Básicamente, lo que enuncia el título original: un trío de cantantes k-pop que, además, son cazadoras de demonios y que, herederas de una tradición que ha atravesado generaciones, utilizan la música como un instrumento de conexión con las personas y lucha contra las fuerzas del mal. Cuando parece que son invencibles y que el vínculo entre ellas es sólido como una roca, aparece un trío masculino de cantantes con oscuras intenciones que alteran todo el panorama. Lo que se verá entonces será una combinación de relato de artes marciales, aventura fantástica, comedia musical, drama romántico y de amistad, que va a mil por hora y acumula ideas visuales por doquier.
Hay unas cuantas coincidencias entre Las guerreras k-pop y La familia Mitchell Vs. Las máquinas, aquella gran película, también de Sony Animation, que Netflix estrenó durante la pandemia y de la que se prepara una secuela. La primera y principal es el cariño por lo que se cuenta y sus protagonistas, a los que se reivindica a pesar -e incluso por- sus imperfecciones. Eso es lo que permite que el film se vaya construyendo como un relato de aprendizaje y de auto-reconocimiento identitario, que no elude el dolor o la pérdida, sino que se hace cargo de él. La segunda es su tono absolutamente desvergonzado, que asimila las estéticas musicales y animadas asiáticas, y las fusiona con una comicidad física que consigue varios chistes perfectos. La película es orgullosamente disparatada y a la vez tiene la potencia narrativa suficiente para hacer verosímil su mundo, hasta el punto de lograr conmovernos con su resolución, que es un poco enredada y a la vez sumamente consistente.
Quizás Las guerreras k-pop no tenga la habilidad para el comentario social ni el nivel de locura en su retorcimiento de las formas que sí exhibe La familia Mitchell Vs. Las máquinas. Pero sí tuvo una mayor capacidad para convertirse en un fenómeno particular que expresa una época, o por lo menos a un público -el infantil en este caso- que es representativo de parte del gusto de esta época. Quizás la clave esté en su banda sonora, que es ciertamente adictiva. Esa palabra también define en parte la sensibilidad que maneja el film: como un chicle globo que no pierde el gusto, Las guerreras k-pop es capaz de gustarle a cualquiera.
Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente:

