Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
El segundo capítulo de esta tercera temporada de Tulsa King no solo escaló los conflictos, sino que también fue un gran muestrario de punch-lines y diálogos filosos. The Fifty, dirigido nuevamente por Jim McKay, giró en buena medida alrededor de las repercusiones del asesinato de Theo Montague, el padre de Cleo (Bella Heathcote), que fue incinerado vivo y en su casa por Dunmire (Robert Patrick), luego de que este se enterara de que iba a aceptar la oferta y tutela de Dwight (Sylvester Stallone). El encuentro entre los dos jefes mafiosos en el funeral es entre tenso y cómico, con un cruce entre Dwight y Dunmire en el que se sacan chispas y un chiste con una corona de flores que parece salido de una película de Martin Scorsese. Después entra en juego la cuestión de qué hacer con la destilería de Montague, la búsqueda de un distribuidor de alcohol y el enigma sobre por qué Dunmire quería quedarse con un negocio no tan próspero. Resulta que la clave está en una cantidad significativa de bourbon selecto que vale una millonada y es ahí donde vuelve a entrar en escena Bevilaqua (Frank Grillo), que va a proveer la logística para el traslado de alcohol. La negociación entre el mafioso de Kansas City, Dwight y Joanne (Annabella Sciorra), con una discusión de porcentajes muy particular, es un ejemplo más de la comicidad ruda y efectiva que maneja la serie, y el resultado es muy bueno. En el medio hay varias subtramas, como el arreglo de plomería que acepta hacer Mark (Michael Beach), el padre de Tyson (Jay Will), que sirve de excusa para una nueva exposición de diferencias generacionales y morales; las nuevas andanzas de Bodhi (Martin Starr), que no está dispuesto a aflojar el enfrentamiento con el secuaz de Bevilaqua que mató a su amigo; y el romance nuevamente consolidado entre Cleo y Mitch (Garrett Hedlund), que debe atravesar igual un par de enfrentamientos con Cole (Beau Knapp), el hijo de Dunmire. Este último es un personaje todavía sin rumbo claro, claramente dependiente de su padre, que lo trata cruelmente, pero a la vez capaz de salir en defensa de Spencer (Scarlet Rose Stallone), en una escena que todavía no sabemos qué puerta narrativa terminará abriendo. Hablando de esto último, hay varias secuencias que introducen nuevos elementos o que amagan con retomar subtramas, pero solo levemente: un diálogo donde se hace referencia a Ray Renzetti (James Russo); un llamado del agente Musso (Kevin Pollak) que Dwight no contesta; un llamado de Vince Antonacci (Vincent Piazza) a Bevilaqua pidiéndole trabajo porque se aburre en Nueva York. Son momentos que lucen un poco forzados, como si el capítulo no tuviera tiempo para desarrollarlos, porque al fin y al cabo su foco de interés está en esa disputa por el negocio del alcohol, que incluye en la intriga a un pobre distribuidor que es primero amenazado por Dwight y luego apaleado por la gente de Dunmire. Igual eso no conspira tanto contra el nivel de The Fifty, que es un capítulo muy sólido y entretenido, en el que se evidencia que hay varios engranajes que Tulsa King ya tiene muy aceitados. Y que finaliza con un nuevo cruce entre Dwight y Dunmire, en el queda claro que todos los puentes están rotos y que el enfrentamiento va a ser a todo o nada, no por un simple negocio o algo de territorio. En ese último diálogo, las presencias de Stallone y Patrick son claves, porque ambos actores son muy experimentados y tienen un piso interpretativo muy alto. Lo que viene en Tulsa King es muy prometedor y ojalá que el resto de la temporada esté a la altura.
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