Título original: The Smashing Machine // Origen: EE.UU. // Dirección: Benny Safdie // Guión: Benny Safdie // Intérpretes: Emily Blunt, Dwayne Johnson, Kenny Rice, Jerin Valel, Andre Tricoteux, James McSweeney, Jonathan Corbblah, Ryan Bader, Ilan Rosenberg, Nick Toren, Jill Basey, Bethany Brown, Raja Flores // Fotografía: Maceo Bishop // Montaje: Benny Safdie // Música: Nala Sinephro // Duración: 123 minutos // Año: 2025 //
7 puntos
¡ES UNA LUCHA!
Por Mex Faliero
La operación que realiza Dwayne Johnson acá la hemos visto infinidad de veces, entre comediantes y héroes de acción: el drama que permita demostrar que se está para más, como desmereciendo todo el camino hecho (y dándole la razón a quienes creen que es menor hacer reír o convencer de estar colgando de un helicóptero y a punto de morir) y también lo obtenido, que es fama y éxitos comerciales. Parafraseando a Andrés Calamaro, “cualquiera se cansa de milongas, y quiere querer y también ser querido”. Y ese ser querido es un poco encontrar la respetabilidad, el prestigio que simbolizan los premios. Johnson, “La Roca” para los amigos, está en ese momento de su carrera en el que ha logrado todo lo esperable y va por más, pero también en el que la fórmula del éxito se ha desvanecido un poco, con algunos tanques que se convirtieron en fracasos estrepitosos como la pobrísima Black Adam. Por eso agarra un poco de dinero, se produce a sí mismo una película para su lucimiento como actor dramático, contrata a un director indie reputado como Benny Safdie, hace la transformación física con sus prótesis de maquillaje y encuentra un personaje real para jugar a la mímesis. La máquina: the smashing machine es esa película que ya hemos visto, y hasta adivinamos la escena que pueden elegir para ilustrar el momento en que mencionan a los nominados a mejor actor en los Oscar, pero que sin embargo convence porque encuentra algo honesto en el camino.
Johnson interpreta a Mark Kerr, un deportista norteamericano dedicado a las artes marciales mixtas, ese deporte brutal que es como una versión salvaje del boxeo. En verdad toma al personaje en un breve tramo de su vida, entre 1997 y 2000, cuando Kerr es ya una celebridad de ese deporte en ciernes (que se enfrentaba a prohibiciones varias) y comienza un camino que es el tradicional del ascenso, caída y redención. Pero más allá de la previsibilidad de ese recorrido, La máquina… ofrece a un personaje con características singulares, un hombre convertido en un mecanismo brutal, preparado sólo para ganar. Al menos así lo retrata en su primera secuencia, en la que reconoce en una entrevista que el éxito y la ovación de la platea son como drogas placenteras que lo invitan a continuar adelante, aunque cada combate deje serios rastros en su voluminoso cuerpo. Hay dos aciertos en la película, uno es la propia actuación de Johnson, encontrando en la mirada un poco perdida de su personaje algo de la psicología de una suerte de niño gigante, que cuando conozca la derrota comenzará un camino directo al abismo. El otro es la propia mirada de Safdie, que aporta su toque autoral a un drama deportivo que es clásico en su estructura (hay decisiones estéticas -con sus filtros de televisión por cable de fin del siglo pasado- y narrativas -la secuencia final- que resultan distintivas). En definitiva, la habilidad de un director no siempre pasa por la innovación constante, sino por tener el oficio suficiente como para volver novedoso algo que se ha contado cientos de veces. La máquina: the smashing machine es esa película. Y Safdie, lejos de mirar ese mundo brutal desde arriba, se pone al nivel de sus criaturas.
Lo real es que todo termina cerrando a partir de la presencia de Johnson, quien interpreta a Kerr desde el respeto y la honestidad. Si bien se notan las ganas por ganar un premio, hay algo sincero en su interpretación, que seguramente tendrá que ver con aquello del personaje en lo que el actor se reconoce. Porque no es tan difícil hacer la transición entre la crisis ante la derrota deportiva y los fracasos de taquilla, como tampoco pensar en la admiración que puede existir desde alguien que se dedicó antes que al cine a ser luchador. Eso mismo es lo que hace funcionar la actuación de Ryan Bader como Mark Coleman, otro ex deportista que logra aquí un debut promisorio en el cine con otra actuación sincera. Todo lo contrario a lo de Emily Blunt, que monta un poco su showcito sobreactuado al grito de denme todos los premios. Y La máquina: the smashing machine funciona a pesar de estas tensiones, porque detrás de cámaras hay un director con una fe absoluta en lo que está contando. Sólo así alguien puede sobrevivir a una secuencia de montaje con A mi manera cantada por Elvis Presley (la idea más trillada y grasa posible) mientras por otro lado sorprende con un epílogo genial y ligero, alejado de la solemnidad de las típicas biografías.
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