
Título original: How to Train Your Dragon // Origen: EE.UU. // Dirección: Dean DeBlois // Guión: Dean DeBlois, basado en los libros de Cressida Cowell // Intérpretes: Mason Thames, Gerard Butler, Nico Parker, Nick Frost, Julian Dennison, Gabriel Howell, Bronwyn James, Harry Trevaldwyn, Ruth Codd, Peter Serafinowicz, Murray McArthur // Fotografía: Bill Pope // Montaje: Wyatt Smith // Música: John Powell // Duración: 125 minutos // Año: 2025 //
7 puntos
ACCIÓN REAL, EMOCIONES VERDADERAS
Por Mex Faliero
Live action. Dos palabras, un problema. Live action se les llama a las películas con actores de carne y hueso que son remakes de un original hecho en animación. Con ese término entonces, live action, es que se busca diferenciar las películas para que nos quede claro de, por ejemplo, qué Blancanieves hablamos. Disney ha hecho una suerte de subgénero con este tipo de producciones, recreando plano a plano sus viejas películas animadas y reproduciéndolas con un alto porcentaje de carne y hueso, y otro tanto de digital, que sigue siendo animación, pero que no es la base del asunto. Claro, la mayoría de los live action que conocemos son los de Disney, a muchos de los cuales les ha ido bien en taquilla pero pobremente en la consideración crítica y hasta del público. Sin ir más lejos, actualmente tenemos un live action en cartelera como Lilo & Stitch, que le está yendo notablemente bien porque hay otro elemento que se suma a la ecuación: muchos live action (y ya dije muchas veces live action en este párrafo, por lo cual juro que será el último) son remakes de películas que no están tan atrás en el tiempo, con lo cual hay una búsqueda evidente del multitarget, porque no sólo querrán ver la película los niños, su público potencial, sino además los adultos que vieron las originales cuando eran niños o adolescentes. Dicho esto, la curiosidad de que la Lilo & Stitch original fuera dirigida por Dean DeBlois, quien es el director de la nueva Cómo entrenar a tu dragón, que se estrena esta semana y con la que competirá en la taquilla. En definitiva, un versión con elenco de carne y hueso (y varios dragones digitales) que viene a demostrar que el problema no es tanto del formato, como del hecho que Disney está atravesando uno de sus peores momentos creativos de la historia.
En fin, que Dean DeBlois había dirigido la Cómo entrenar a tu dragón original, de 2010, pero también la 2 y la 3, completando la que es seguramente la mejor saga de DreamWorks. Es decir, el director tiene un conocimiento acabado de los libros de Cressida Cowell, como para volver a demostrar que tiene el talento y la sensibilidad para contar esta historia, y con el mismo grado de sorpresa y emoción con el que ya lo hizo. Es que la historia de Hipo, el joven vikingo que tiene el deseo de seguir la tradición, pero a su vez la necesidad de tomar un camino diferente, tiene los suficientes elementos dramáticos como para que bien manejados, sus temas se impongan con fluidez. Y nuevamente nos encontramos con un protagonista algo marginal, al que se le revela un lazo de hermandad con un dragón malherido que llamará Chimuelo, en un mensaje de no discriminación y comprensión entre diferentes, que elude las metáforas fáciles y se vale de la aventura como primordial aspecto de crecimiento de los personajes. En ese sentido esta versión cumple su doble objetivo, que es por un lado no defraudar a los que vieron la original y a su vez sentar las bases para que una nueva generación incorpore esta mitología.
Podríamos acusar a esta Cómo entrenar a tu dragón de ser algo perezosa, en el sentido de que no modifica casi nada de lo que ya vimos, a pesar de durar 27 minutos más que la original. Una apuesta posible hubiera sido una nueva reimaginación del texto de Cowell, pero la película no pretende separarse demasiado de su versión animada, llegando incluso a caracterizaciones similares y planos esforzadamente calcados. ¿Qué es entonces lo que vale la pena de esta Cómo entrenar a tu dragón? En primera instancia que el material de base es indestructible e imperecedero, con lo cual hay que ser muy torpe para perder el control. Y en segunda instancia, que la acción real le permite a DeBlois trabajar aspectos de la aventura con un grado de espectacularidad que la animación no, por lo que el último acto es sencillamente poderoso y cada vuelo de Chimuelo junto a Hipo conmociona desde lo sensorial e impacta desde lo personal. Hay una cámara en mano que vibra y que respira con los personajes, y esas tensiones de lo real (más allá de todo lo digital que hay) confirman a DeBlois como un narrador consumado por fuera del soporte con el que elige contar. No es habitual el buen traspaso de la animación a la acción real, y de hecho su compinche Chris Sanders no lo lograba en El llamado salvaje, con Harrison Ford. Como sabio narrador que es, DeBlois entiende que no puede romper lo que estaba bien y sabe aprovechar los elementos que le brinda el nuevo formato para sacar lo mejor de él. Sí, es la misma película hecha hace una década y media, pero por encima de la producción mainstream actual justifica su presencia en la cartelera.
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