
Título original: September 5 // Origen: Alemania / EE.UU. // Dirección: Tim Fehlbaum // Guión: Moritz Binder, Tim Fehlbaum, Alex David // Intérpretes: Peter Sarsgaard, John Magaro, Ben Chaplin, Leonie Benesch, Zinedine Soualem, Georgina Rich, Corey Johnson, Marcus Rutherford, Daniel Adeosun, Benjamin Walker, Ferdinand Dörfler, Solomon Mousley, Caroline Ebner, Daniel Betts, Leif Eisenberg // Fotografía: Markus Förderer // Montaje: Hansjörg Weißbrich // Música: Lorenz Dangel // Duración: 95 minutos // Año: 2024 //
7 puntos
ENTRE LAS CÁMARAS Y LA VERDAD, EL CINE
Por Guillermo Colantonio
Hace unos meses escribíamos sobre Saturday Night, de Jason Reitman, la clásica ficción americana mediante la cual un productor y su equipo se desviven para sortear obstáculos y lograr el objetivo de estrenar un programa en vivo. Como suele ocurrir en estos casos, hay un modo de relato que se emparienta con lo deportivo: a través del esfuerzo se logra el éxito. La particularidad de esta película es el manejo del tiempo acorde al nerviosismo imperante, recurso que sostiene la tensión de modo constante. Si reemplazamos el esquema anterior al reciente estreno de Septiembre 5, de Tim Fehlbaum, podríamos hablar de una sopa de gemelas. Sólo cambian las fichas del tablero, pero la puesta en escena es similar.
La trama gira en torno a la cobertura televisiva que hace una cadena estadounidense de los Juegos Olímpicos de Munich 1972. El comienzo es excelente y da cuenta de una promesa que llegaba para quedarse y crecer a pasos monstruosos: la relación entre la cobertura de un evento masivo y los avances tecnológicos. En medio de expectativas gigantes, un equipo de profesionales se esfuerza por ser el mejor. De entrada, los diversos roles muestran la disputa por decisiones y por consolidar un espacio de poder en post de una transmisión que quiere ser única. Están quienes se encargan de la narración, aquellos que se ocupan de lo técnico y una mujer alemana destinada a la labor de traducción. En ese juego de operaciones, cada cual querrá destacarse. Se trata de un combo multicultural trazado desde una jerarquía piramidal que termina en tres voces autorizadas principalmente.
Pero hay invitados inesperados. Un grupo de terroristas secuestra a los atletas israelíes y provoca un shock en medio del espectáculo deportivo. Todos los instantes previos a que trascienda la noticia están manejados con la pericia suficiente como para no caer en lugares comunes. Sobre todo poniendo en evidencia la paradoja de que los recursos tecnológicos, por más avanzados que sean, aún no permiten esa velocidad de circulación de la información que impera en la actualidad. Por ello hay un tiempo para conjeturas, ansiedades y fundamentalmente para resolver el giro del foco. Ahora la primicia no es la competición sino la cobertura del acto terrorista. En una decisión acertada, la atención cinematográfica continúa estando en el interior del estudio. Lo importante es el registro de los hechos y las discusiones que surgen a partir de esa orientación. Fuera de campo ocurre lo que cualquier fuente bibliográfica hoy nos puede informar, pero el cine está para otra cosa. Tim Fehlbaum lo entiende y se carga una tradición de películas de otras décadas con planteos semejantes, pero eludiendo un enfoque directo sobre el costado político del acto en sí y sus consecuencias. En todo caso, se concentra en la lógica frenética de un grupo de personas que deben resolver dilemas morales en medio de una olla a presión. Y como thriller, la cosa funciona. Nos metemos en medio de sus incertidumbres, sus discusiones. El tema es de qué modo circula la información y cómo surgen los conflictos de poder para dar cuenta de una transmisión que quiere ser novedosa aunque haya que testimoniar la muerte en directo.
La propuesta, entonces, más allá de algunos diálogos acomodaticios al escenario geopolítico actual desde la industria, es efectiva, nos mete de lleno en un mismo escenario dramático con la ilusión del tiempo real, sin dispersiones ni flashbacks gratuitos. Puro entretenimiento si se prescinde de miradas que buscan siempre resaltar una u otra disciplina que no sea el propio cine, en este caso, como arte narrativo.
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