
Por Patricio Beltrami
NdR: este artículo contiene spoilers.
El tercer episodio de Daredevil: born again será lo más parecido a la búsqueda original de este proyecto, ya que se lo había ideado como un soft reboot que balancearía una fuerte impronta judicial con el costado superheroico. Si bien la propuesta sufrió muchos cambios, acercándose más a las tres temporadas anteriores de Daredevil, se encontró al juicio contra Héctor Ayala/Tigre Blanco (Kamar De Los Reyes) como el campo de batalla, donde el conflicto de la semana acaba siendo clave en la guerra entre Matt Murdock (Charlie Cox) y Wilson Fisk (Vincent D’Onofrio). Dirigido por Michael Cuesta y escrito por Jill Blankenship, The hollow of his hand abarca el litigio penal contra Ayala, acusado por el asesinato de un policía encubierto en el subterráneo. En la lógica de un clásico procedural, Murdock encara la defensa en un proceso adverso, donde la tensión y la incertidumbre se apoderan del ambiente ante la demora del testigo clave: Nicky Torres (Nick Jordan), víctima del ataque de los policías y única persona capaz de exonerar al acusado. Pocas cosas ocurren fuera de la corte en The hollow of his hand, aunque algunas secuencias valen la pena, como el operativo para que Torres pueda llegar al juicio evitando las amenazas de los oficiales corruptos. Sin embargo, la presión de la Policía sobre el testigo provoca que mienta para salvar su vida: afirma que no conocía a los oficiales y que no había presenciado el hecho. A punto de perder el juicio, Murdock recurre a una medida desesperada y egoísta al revelar que Ayala es el Tigre Blanco. En base a los testimonios de las personas que el héroe había salvado, la defensa logra volcar a su favor al jurado cuando evidencian que Ayala es un hombre de familia, un trabajador que usa sus poderes para hacer lo correcto. Por eso, el tono del alegato final de Murdock, tranquilo, confiado y cálido, contrasta con la dureza y tensión del fiscal Hochberg (John Benjamin Hickey). No obstante, la decisión de Murdock no sólo tendrá consecuencias para el resto de The hollow of his hand, sino que repercutirá como una pesada carga para toda la temporada. En tanto, Fisk libra sus propias batallas, ya que sus problemas matrimoniales se mezclan los conflictos en el bajomundo criminal de Nueva York. Salteando la autoridad de Vanessa (Ayelet Zurer), Kingpin intenta resolver disputas en el seno de la mafia pero así agrava aún más la distancia con su esposa. Igualmente, el foco de atención del alcalde está en el juicio, ya que el veredicto resultará clave para su política anti vigilantes. Por eso, las subtramas se unen cuando el jurado declara inocente a Ayala. Mientras Murdock celebra con Heather (Margarita Levieva), por primera vez abre su corazón para hablar de Foggy. A manera de montaje paralelo, una conversación entre Fisk y la periodista BB Urich (Genneya Walton) se intercala con Ayala vistiéndose de Tigre Blanco y saliendo a la calle para combatir el crimen. Mientras el alcalde enfatiza en la necesidad de erradicar a los enmascarados y repudia el fallo, la tensión escala a partir de su tono, de su oscuro discurso y de la sensación de peligro ante otra noche de trabajo para Ayala. Súbitamente, un sujeto aparece de la nada y ejecuta al Tigre Blanco de un disparo en la cabeza, al tiempo que el alcalde proclama la radicalización de su política anti vigilantes. Cuando el silencio se apodera de la escena, sólo se ve que el asesino viste una prenda con el logo de The Punisher. El final de The hollow of his hand representa un punto de inflexión para la serie. Quizás haga ruido que los episodios acaben con un cliffhanger, como si la temporada tuviera que seguir esta fórmula para captar el interés de la audiencia aunque, a favor de Daredevil: born again, esas conclusiones contribuyen a profundizar ciertos conflictos centrales para la historia. Asimismo, el capítulo funcionó correctamente en su faceta judicial, manejando muy bien los tiempos y tonos dramáticos del proceso. Finalmente, queda la sensación de que, a futuro, alguien retomará el manto del Tigre Blanco, cuya introducción a cargo del fallecido Kamar De Los Ríos resultó honesta, humana y, por eso, desgarradora.
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