
Título original: Straume // Origen: Letonia / Francia / Bélgica // Dirección: Gints Zilbalodis // Guión: Gints Zilbalodis, Matiss Kaza, Ron Dyens // Duración: 87 minutos // Año: 2024 //
10 puntos
APOYO MUTUO
Por Esteban Simoes
Así como puede ser difícil escribir sobre una mala película, a veces lo mismo sucede con una muy buena, como es el caso de Flow. Faltan las palabras adecuadas para describir semejante despliegue de buen gusto y sensibilidad. Dirigida por el letón Gints Zilbalodis (que a su vez estuvo involucrado en el guión y hasta en la música) y animada por computadora, la película nos sumerge en su mundo a través de la mirada de un pequeño gato gris de ojos saltones, el protagonista. Es difícil, decíamos, alabar esta obra de arte sin caer en lugares comunes ni sobreactuar la crítica. Porque realmente estamos ante una de las mejores películas de la temporada ‘24/’25, una que viene cosechando premios en su paso por festivales del mundo, con un presupuesto limitadísimo que haría enrojecer de vergüenza a las superproducciones banales de Disney.
Acá se da el raro caso de ver en acción a animales que no están humanizados, que no hablan (no hay texto de ninguna clase en la película) ni se comportan como un ser humano lo haría. De hecho, a lo largo del metraje, la presencia humana se deja entrever (una casa, unas esculturas) pero sin aparecer ninguna persona, lo que le suma a la película en complejidad y sensibilidad: casi noventa minutos de acción sin palabras. Flow nos sumerge (casi literalmente) en el mundo planteado con mucho tacto y buen gusto. La música acompaña, el guión es muy bueno y la animación, que no intenta ser realista al ciento por ciento, funciona a la perfección. El Oscar se siente justo y casi necesario.
¿Qué tienen en común un gato, un perro, un carpincho, un lémur y un pájaro secretario? No, no es un chiste de Jorge Corona. Probablemente nada, diríamos después de pensarlo un poco. Y tal vez ahí radique lo mejor de la película. Cómo logra poner a dialogar especies distintas que pueden superar sus diferencias y trabajar por el bien común en un entorno francamente hostil, nada menos. Lejos queda el darwinismo mala leche que tanto daño nos ha hecho, pero sin pasarse de rosca, tampoco. Esto no es una romantización estúpida de ninguna clase. Verdaderamente, el conde Kropotkin, el primero en desarrollar la teoría del apoyo mutuo, estaría orgulloso de esta proeza cinematográfica. Nosotros, agradecidos.
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