
SATIRIZAR EL MUNDO ENTERO
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Hace unos días murió Jim Abrahams, uno de los nombres fundamentales para pensar la comedia norteamericana entre finales de los setenta y principios de los noventa. En especial a partir de su sociedad con los hermanos Jerry y David Zucker, con quienes formó el trío ZAZ, que nos dio clásicos absolutos como ¿Y dónde está el piloto? (1980), Top Secret! (1984) y La pistola desnuda (1988). Pero Abrahams, justamente después de la primera aventura de Frank Drebin, empezaría un recorrido en solitario que lo llevaría a dirigir un puñado de obras atractivas, entre las que se encuentran Locos del aire (1991) y su secuela (llamada insólitamente con otro nombre), Loca academia de pilotos 2: En la selva.
Convengamos que Locos del aire tenía sus momentos graciosos -toda la secuencia del encuentro sexual entre Topper (Charlie Sheen) y Ramada (Valeria Golino), que es una gran burla al cine erótico de la época-, pero era una sátira excesivamente dependiente de sus guiños satíricos respecto a Top Gun. En cambio, Hot shots! Part Deux (así su título original) se presenta como una sátira de la saga de Rambo -especialmente su tercera entrega-, pero se permite ir más allá, haciendo que caigan en la volteada films como Bajos instintos y clásicos como Casablanca. Aunque la real ambición de Abrahams consistía en mostrar el absurdo al cual estaba llegando el cine de acción de esos años, llevando lo hiperbólico hasta hacer estallar todo en pedazos.
La trama (con Topper debiendo unirse a una misión de rescate de rehenes y reencontrándose con Ramada) es, como corresponde, apenas una excusa para buscar y construir chistes por todos lados. Si eso implicaba convertir a Saddam Hussein en un perfecto imbécil o mostrar al presidente de los Estados Unidos (un Lloyd Bridges indescriptible) como un viejo gagá, cuyos respectivos entornos intentaban fingir que no pasaba nada, mucho mejor. Así, Loca academia de pilotos 2: En la selva iba de menor a mayor, entregando algunos chistes fenomenales, como el del conejito de Energizer o el de la gallina convertida en flecha mortal. Allí es donde Abrahams mostraba que no solo podía burlarse de cualquier género o película, sino también convertir a cualquier objeto, sujeto o tema en un instrumento al cual parodiar o satirizar. El mundo entero era un territorio fértil para la risa, parecía decirnos Abrahams. Solo se trataba de encontrar el chiste adecuado.
En el momento de su estreno, no nos dimos cuenta de que Abrahams estaba agotando lo último de su talento palpable que tenía para dar. Cinco años más tarde, dirigiría Mafia! (1998), una película con muy pocos momentos de lucidez. Con Loca academia de pilotos 2: En la selva empezaba a cerrarse la época de oro del cine satírico, que tendría su clausura definitiva un año después con La pistola desnuda 33 1/3: el insulto final (1994). Después vendrían los Hermanos Wayans y el dúo de Jason Friedberg y Aaron Seltzer para quitarnos toda esperanza de un resurgimiento. Pero eso no quita que Abrahams, en apenas década y media, nos había entregado muchos momentos de felicidad.
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