Título original: Wicked: Part One
Origen: EE.UU.
Dirección: Jon M. Chu
Guión: Winnie Holzman y Stephen Schwartz, basada en el libro de Gregory Maguire
Intérpretes: Cynthia Erivo, Ariana Grande, Jonathan Bailey, Jeff Goldblum, Kristin Chenoweth, Peter Dinklage, Marissa Bode, Michelle Yeoh, Idina Menzel, Ethan Slater, Sharon D. Clarke, Adam James, Keala Settle, Bronwyn James
Fotografía: Alice Brooks
Montaje: Myron Kerstein
Música: John Powell, Stephen Schwartz
Duración: 160 minutos
Año: 2024
6 puntos
CINE POLÍTICO Y MUSICAL ADOLESCENTE EN OZ
Por Patricio Beltrami
Wicked: Parte I es una experiencia cinematográfica extremadamente particular. Esta relectura de la leyenda de Oz, que busca honrar el costado clásico de la franquicia mientras intenta apelar a formas y temáticas contemporáneas, está centrada en el vínculo entre la Bruja Mala del Oeste y la Bruja Buena del Sur. Sin embargo, la reinvención de esta compleja relación es sólo una parte, aunque central, de la película de 160 minutos de duración. En ese lapso, se apela a aproximadamente una decena de largos números musicales con ambiciosas puestas en escena para reforzar el costado clásico y ATP de la propuesta. Igualmente, lo más interesante pasa por la reflexión sobre la construcción de la historia, de héroes y villanos, en un mundo donde la verdad siempre ha sido cuestionable.
Wicked: Parte I inicia con un acontecimiento que se verá en la secuela: el anuncio de la muerte de Elphaba, la Bruja Mala del Oeste (Cynthia Erivo). Mientras los habitantes de un pueblo cercano a la torre destruida celebran, Glinda / La Bruja Buena del Sur (Ariana Grande) llega para confirmar la novedad y unirse a los festejos musicales. En ese momento, se despliegan dos flashbacks sobre la vida de Elphaba. En primer lugar, uno breve para explicar por qué había nacido verde. Luego, comienza el relato desde el día en el que ambas brujas se conocieron en la universidad. Más allá de las diferencias iniciales, las disputas y los celos, ambas empiezan a construir una amistad que las llevará a explorar lugares inesperados para sus vidas.
En primer lugar, vale enfatizar que Wicked: Parte I se focaliza en Elphaba. Por ese motivo, se apela a un recurso habitual por estos tiempos: La Bruja Mala del Oeste es la villana de una historia mal contada. De esa manera, se observan cómo una maldición, una infancia como víctima del bullying y del desprecio de su propio padre y el rechazo padecido en la universidad han alimentado la desconfianza de Elphaba en la sociedad. Sin embargo, la joven nunca expresará su lado malvado, sino que algunos desengaños que ocurrirán en el último acto de la película la llevarán a luchar contra las injusticias, aunque eso le cueste su promisorio futuro. En línea con la leyenda del Mago, allí se juega con la verdad, las mentiras, las creencias, lo que une y separa a la población, los engaños y las ambiciones. Por su parte, Wicked construye a una Glinda con matices. De hecho, encontrará su bondad al atestiguar la difícil lucha diaria de su amiga y los sacrificios que realiza al final de la película. Con más carisma y presencia en escena que dotes para la actuación, Ariana Grande compone a una heroína egocéntrica, popular, celosa de sus propios intereses e ingenua al extremo. Incluso, su toma de consciencia está condicionada por su búsqueda de grandeza e, incluso, su mayor acto político solamente es producto de una decisión superficial y carente de sentido verdadero.
Esta caracterización de la vida y las relaciones universitarias, sumada a la búsqueda por aggionar el relato en lo formal y lo narrativo desde su vínculo con lo contemporáneo, lleva a que se busque un diálogo explícito con varias propuestas juveniles del Siglo XXI. En primera instancia, la dinámica de Elphaba y Glinda evoca al juego de poder entre Cady y Regina en Chicas pesadas. Si bien esta influencia resulta acertada para la construcción del vínculo, el problema es que ese ambiente universitario toma demasiados elementos de Glee. No sólo se trata de diversidad e inclusión forzada por no tener correlato con la narrativa, sino que el abuso de números musicales, varios demasiado largos, termina quitándole fluidez al relato en su segmento más extenso. A pesar de que el tercer acto se inicia con dos muy buenos pasajes musicales, la previsibilidad de las revelaciones y resoluciones finales dan cuenta de que esta reescritura del reconocido mito principalmente prioriza el diseño de producción y la acumulación de musicales sobre la posibilidad de innovar desde lo narrativo.
En esa línea, el virtuosismo de la puesta en escena de los musicales se destaca mayormente en la primera mitad, ya que durante el resto algunas secuencias resultan estiradas a más no poder o, incluso, aparecen por inercia en momentos donde no se las requiere. Asimismo, la decisión de poner el corazón del relato en la amistad de Elphaba y Glinda choca con una historia bastante larga que acumula subtramas que poco aportan a los conflictos principales, mientras que otros aspectos que enriquecen la cruzada de las protagonistas se desdibujan con el correr de los minutos. Además, a esta altura las leyendas alrededor del Mago de Oz ya son demasiado conocidas como para que se busque manipular al espectador transitando caminos engañosos para, luego, llegar a revelaciones y conclusiones previsibles. Así, Wicked: Parte I se configura como una mezcla de cine político y musical adolescente en Oz con varios segmentos atractivos, algunas buenas intenciones narrativas, mensajes subrayados y un producto que no logra adquirir una impronta propia por su torpeza al balancear entre lo clásico y lo contemporáneo.
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