Título original: Gladiator II
Origen: Inglaterra-EE.UU.
Dirección: Ridley Scott
Guión: David Scarpa
Intérpretes: Connie Nielsen, Paul Mescal, Pedro Pascal, Denzel Washington, Joseph Quinn, Derek Jacobi, Fred Hechinger, Rory McCann, Matt Lucas, Peter Mensah, Yuval Gonen, Tim McInnerny, Lior Raz, Alec Utgoff
Fotografía: John Mathieson
Montaje: Sam Restivo, Claire Simpson
Música: Harry Gregson-Williams
Duración: 149 minutos
Año: 2024
6 puntos
MAKE ROMA GREAT AGAIN
Por Mex Faliero
Nunca entendí demasiado el éxito de Gladiador, mucho menos los premios obtenidos y su persistente espacio en la memoria emotiva de los espectadores. Esto último, seguramente, haya sido lo que motivó a Ridley Scott a retomar la historia, con una secuela veinticuatro años después: que a los casi 87 años, como los que está a punto de cumplir el bueno de Ridley, quién se va a negar a una película con la potencia como para ser un éxito de taquilla. De algo estamos seguros, Scott no se anda con chiquitas y tira toda la carne al asador, en otra de sus películas grandotas y repletas de secuencias de masas y excesos de CGI. También de algo estamos seguros, podríamos poner una escena de estas en Napoleón, una de Napoleón en Cruzadas, una de Cruzadas en la original Gladiador y nadie se daría cuenta, más que por los vestuarios y los detalles de época. Que así de espectacular, y de impersonal, es el cine de Ridley Scott.
Si Gladiador fue saludada en su momento como un regreso de Hollywood al peplum, uno de los grandes subgéneros de la mitad del siglo pasado, también había en aquella película cierta intención historicista de reflejar algunos detalles con atención en los libros. Si algo tiene de bueno esta secuela es que precisamente ese costado más o menos verista con detalles históricos resulta cuanto menos discutible, con la utilización de nombres reales de la historia romana, pero con recorridos absolutamente apócrifos con relación a los originales. Es como aquella una película que habla del arte de la guerra y de la política, con especial lucimiento del reptil villano que interpreta Denzel Washington, pero que logra levantar un poco el interés cuando se corre de ese objetivo y se vuelve una experiencia bastante gore, con un pie en el pulp y una violencia decididamente gráfica. Un espectáculo sangriento que tiene la habilidad para atravesar la pantalla y poner al espectador, como ser que goza ante la violencia, en pie de igualdad con la horda de fanáticos que concurren a la arena del Coliseo. No sé si Scott se plantea esa reflexión decididamente, pero es imposible no largar la carcajada ante cada decapitación o cercenamiento de alguna extremidad por parte de sus salvajes personajes.
A lo pulp y a lo gore, Gladiador II le suma una desfachatada trama casi de folletín o de telenovela, con hijos y madres que se distancian y se reencuentran en un melodrama pasado de rosca, con traiciones palaciegas a la orden del día y dos hermanos emperadores, Geta y Callacara, que hacen que aquel villano de Joaquin Phoenix en el film original parezca sutil. Como en la mayoría de sus películas, nunca sabremos si Scott planificó que las cosas sucedan de la manera ridícula que suceden o si sólo se trató de la impericia para encontrar el tono adecuado, pero hay que reconocer que contra el mármol de la primera película esta resulta un poco más divertida. De todos modos Gladiador II tiene algo interesante, que la justifica: si Gladiador era el relato de una derrota anunciada, la idea un poco nefasta de que el único triunfo posible es el ascenso a los cielos, la secuela piensa la forma de reconstrucción de esa Roma, de un espacio plagado de corrupción a uno donde los opuestos puedan reunirse y encontrarse, coincidir en un plano de pacificación; hacer Roma grande de nuevo. Puede sonar ingenuo y hasta la posibilidad de trasladar su lectura a este presente de extremos irreconciliables es como demasiado naif. Pero contra el cinismo del cine contemporáneo no está mal que Scott se mande con este héroe de corte clásico. Sólo en esa comparación es que Gladiador II se convierte en una película aceptable.
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