Título original: The Substance
Origen: Inglaterra / Francia
Dirección: Coralie Fargeat
Guión: Coralie Fargeat
Intérpretes: Margaret Qualley, Demi Moore, Dennis Quaid, Hugo Diego Garcia, Oscar Lesage, Alexandra Papoulias Barton, Joseph Balderrama, Tiffany Hofstetter, Gore Abrams, Oscar Salem, Robin Greer, Vincent Colombe
Fotografía: Benjamin Kracun
Montaje: Jerome Eltabet, Coralie Fargeat, Valentin Féron
Música: Raffertie
Duración: 141 minutos
Año: 2024
6 puntos
NI UNA COSA NI LA OTRA
Por Marcos Ojea
Cuatro apuntes sobre La sustancia
-Es llamativa la necesidad de esta época de encumbrar obras maestras. Lo mismo que el extremo opuesto, en donde muchos consideran que, por ejemplo, Joker 2 es la peor película de la historia. Como si no existieran Tenet o Todo en todas partes al mismo tiempo, por citar dos ejemplos más o menos recientes. Dentro de ese fenómeno, cabe decir que La sustancia no es ni una cosa ni la otra. En una primera aproximación, podemos decir que está bastante bien, es impactante y salvaje, pero no es para nada “una puta locura”, como dicen los pósters. De hecho, recién hacia el final se desata en un festival de sangre y vísceras, una danza triste (aunque pretenda ser cómica) sobre alguien que sólo quiere ser iluminado por los reflectores.
-La principal estrategia para vender la película fue hablar del asco que genera, los vómitos y el abandono de las salas. Sabemos que es humo, pero vamos igual, a ver qué pasa, qué nos provoca a nosotros. Otra necesidad de época es la de abrazar el pasado desde la cinefilia total, pero borrarlo de la memoria del cuerpo. Una imposible, pero real convivencia entre los cinéfilos enciclopédicos y los que ven con ojos vírgenes, todos juntos en una masa de verdades absolutas, esgrimidas sin vergüenza en las trincheras de Letterboxd y X. ¿Cómo los moviliza tanto esto si el body horror y el gore tienen toda una historia de asquerosidades? El terror y la exhibición de repugnancias en La sustancia no sacuden ni van al hueso: todo el tiempo se impone la estética, los planos ultra simétricos, más cerca de la misantropía del cine europeo actual que del horror pútrido de Cronenberg, Carpenter, Romero, etcétera. Las intervenciones sobre los cuerpos se sienten como un artificio constante, cercano al videoclip. Prolijo y calibrado, pero lejos de los asuntos físicos más realistas, cercanos a uno, que podrían convocar al vómito. No es que haya una lluvia de caca y mocos. Ahí sí, es claro que vacío mi estómago en cualquier sala.
-Demi Moore y Margaret Qualley están impecables. Dennis Quaid, siempre un tipo bueno, acá es tan desagradable que deberían darle un premio. Su personaje es tan imposible como paródico, una invitación a no tomarse a La sustancia demasiado en serio. Al menos, no tan en serio como para pensar que estamos ante la película definitiva sobre los riesgos de las cirugías estéticas y la persecución de la eterna juventud. Las ideas están, pero el universo que las contiene tira más para el lado de la distopía light y la tontería divertida. Volviendo a Quaid, la escena en la que come langostinos es por lejos lo más asqueroso de todo el asunto.
-Mi novia me acompañó al cine y se enojó con el final. Evitaré el spoiler (aunque por supuesto ya todo está filtrado, memes incluidos), pero diré que me pareció tan gratuito como estimulante. Un tornado sangriento y entretenido, un poco afligido, siempre aesthetic. Un tercer acto que desecha el comentario previo, alegórico, sobre los límites de la belleza y las imposiciones sociales sobre el cuerpo de la mujer, para poner en escena lo mismo, pero de forma directa, resumida, monstruosa y melancólica. En determinado momento, igual, cae sobre nuestras cabezas la certeza de que esto se está haciendo un poco largo. Es como “bueno, sí, ya entendí, ya está”. En palabras de la crítica de cine, le sobran quince o veinte minutos.
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