Título original: Ídem
Origen: EE.UU.
Dirección: Fede Alvarez
Guión: Fede Alvarez, Rodo Sayagues
Intérpretes: Cailee Spaeny, David Jonsson, Archie Renaux, Isabela Merced, Spike Fearn, Aileen Wu, Rosie Ede, Robert Bobroczkyi, Trevor Newlin, Annemarie Griggs, Ian Holm, Daniel Betts
Fotografía: Galo Olivares
Montaje: Jake Roberts
Música: Benjamin Wallfisch
Duración: 119 minutos
Año: 2024
6 puntos
LEGADOS SIN INVENTOS
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Si se lo piensa un poco, queda bastante claro que todo lo que tenía para aportar al cine -e incluso a Hollywood- la franquicia de Alien ya fue dado en las dos primeras entregas. La película de Ridley Scott era una temible fusión de relato preciso y contenido con una estética de la monstruosidad que todavía sigue siendo influyente. Aliens fue una demostración de cómo cambiar el terror por la acción sin resignar climas ominosos, a la vez que anticipaba lo que vendría en el futuro de la carrera de un realizador decisivo -en todos los aspectos posibles- como James Cameron. Después, por más que Alien 3 mató a Ellen Ripley y Alien la resurrección la revivió, no contribuyeron con nada realmente nuevo, por más que detrás de ambos films había directores con ínfulas autorales. Lo de Alien vs Depredador fue un disparate divertido y no mucho más, mientras que Alien vs Depredador 2 fue una secuela innecesaria. Con Prometeo y Alien: Covenant, Scott quiso reconfigurar la saga, pensando y repensando los orígenes -tanto desde lo narrativo como desde lo filosófico-, pero se quedó a mitad de camino, como si en verdad no supiera realmente qué contar, o al menos cómo contarlo.
Fede Alvarez podrá gritar a los cuatro vientos que es fan de la franquicia, pero tampoco es tonto y se hace cargo de lo que está a la vista: no hay mucho nuevo para decir, aunque sí hay a disposición un imaginario potente, capaz de ser un vehículo para distintos relatos y formatos. Por eso en Alien: Romulus lleva a cabo un movimiento simple -que hasta podría ser calificado como perezoso-, pero rendidor: volver a contar una historia que ya conoce y utilizó, pero pasándola por el filtro de la ciencia ficción y el terror de la saga, con la que dialoga permanentemente. De ahí que, en cierto modo, lo que vemos es una especie de remake de No respires, sin dudas la mejor película del director y coguionista: es decir, un grupo de ladrones que entran a un lugar con la idea de llevarse un botín que cambiará sus vidas para bien, pero encontrándose con un obstáculo tan inesperado como monstruoso, que los pondrá contra las cuerdas. Acá tenemos a un grupo de jóvenes que viven en un planeta donde no se puede ver la luz del sol y en el que son explotados salvajemente por una corporación, en un panorama que luce eterno y hasta irremediable. La chance de escape surge cuando se enteran de la aparición de una estación espacial abandonada, en la que hay equipamiento que les permitirá iniciar un viaje intergaláctico con rumbo a un lugar que promete una existencia mucho mejor. Sin embargo, se encontrarán con una instalación que ha sido tomada por los xenomorfos y casi como conejitos de indias de un experimento donde juega un rol muy importante un viejo conocido de la saga.
Cuando despliega su estructura narrativa, Alien: Romulus se revela como una “intercuela”, término utilizado para definir a las películas que están ubicadas en el medio de la cronología que une a otros films. En este caso, lo que se narran son eventos que suceden entre Alien y Aliens, lo que lleva casi inevitablemente a que Alvarez, con la bendición de Scott (que oficia aquí de productor), construya otra “secuela-legado”, otra historia que apela a la mitología previa para progresar narrativamente. Eso explica que nuevamente tengamos a una mujer en el rol de héroe (in)esperado -interpretada aquí por Cailee Spaeny-, a los llamados “sintéticos” jugando roles decisivos y a todo un conjunto de referencias visuales y discursivas que apuntan a conectar con el espectador que ya conoce de memoria la saga. Convengamos que Alvarez no lo hace mal: hilvana una narración sólida, que va cobrando cada vez más dinamismo a medida que pasan los minutos, entrega unas cuantas secuencias muy bien delineadas y hasta consigue un puñado de pasajes entre inquietantes, angustiantes y repulsivos.
Pero es eso y no mucho más, porque la subtrama de hermandad alrededor del personaje de Spaeny y un sintético encarnado por David Jonsson, que debería constituirse en el núcleo afectivo del film no llega a poseer vida propia y no pasa de ser un objeto decorativo dentro de ese escape casi imposible que deben intentar los protagonistas. Alien: Romulus no quiere inventar nada y es honesta en su planteo, lo cual se agradece, pero también es un entretenimiento limitado, casi vampírico de la franquicia a la que pertenece y un con un realizador que parece conformarse con ser un artesano competente y no mucho más.
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