Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Con el cine todavía como un territorio hostil para las adaptaciones, la televisión y el streaming amagan con ser la vía más apropiada para que los videojuegos tengan nuevas expresiones audiovisuales. Fallout es una muestra apropiada de eso, porque la estética retrofuturista de los juegos desarrollados por XBox que contiene una fuerte influencia de la cultura de posguerra de la década del 50, se convierte en un vehículo para un relato post-apocalíptico de bastante potencia a pesar de sus desniveles. La clave para entender el abordaje narrativo de la serie pasa no tanto por los nombres de los creadores (Geneva Robertson-Dworet y Graham Wagner), sino por el de uno de los productores y director de los tres primeros episodios: se trata de Jonathan Nolan, hermano de Christopher, quien cuenta entre sus antecedentes televisivos con Person of interest y Westworld. Lo suyo, al igual que su hermano es el “mind-bending”, es decir, las historias enredadas que ponen en crisis las concepciones habituales de la realidad, construyendo universos donde las impresiones iniciales se van cayendo progresivamente. En el caso de Fallout, la serie está situada doscientos años en el futuro, presentando las consecuencias de una guerra nuclear apocalíptica, que dejó tierra arrasada. Hubo una cantidad de supervivientes que se refugiaron en búnkeres nucleares construidos por una misteriosa empresa llamada Vault-Tec, pero otros que quedaron en la superficie, en un territorio devastado y hostil. La trama se centra principalmente en una joven llamada Lucy (Ella Purnell), que debe dejar atrás su hogar, el Refugio 33, para iniciar un viaje por una superficie que desconoce para poder hallar a su padre (Kyle Maclachlan), que ha sido secuestrado por una enigmática mujer (Sarita Choudhury). En su camino, se cruzará con Maximus (Aaron Moten), un escudero de una organización llamada Hermandad del Acero todavía bastante inexperto; y un hombre (Walton Goggins) que supo ser un actor hollywoodense y embajador de Vault-Tec llamado Cooper Howard, pero, luego de la caída de las bombas nucleares, se transformó en un necrófago y pasó a ganarse la vida como pistolero y cazarrecompensas. Cada uno tendrá un pasado complejo y distintas motivaciones, afrontando en el medio toda clase de obstáculos, que incluyen individuos sin escrúpulos y animales mutantes. Esta especie de road-movie, con su camino de aprendizaje y descubrimiento, es un trampolín para idas y vueltas entre ese presente apocalíptico y un pasado repleto de intrigas bastante siniestras que explican la devastación posterior. A medida que pasan los capítulos, va surgiendo nueva información que ponen en crisis a los protagonistas, en particular a Lucy, que se va dando cuenta que su existencia previa, hasta que empezó a recorrer la superficie, ha sido muy, muy ingenua. En Fallout se mezclan intereses corporativos, experimentos sociales, guerras por los recursos y un largo etcétera, que parecieran destinadas a probar que la humanidad siempre ha estado y estará destinada coquetear con el abismo y la autodestrucción. Lo cierto es que, cuando se repasa un poco el argumento, todo es bastante más simple de lo que los giros narrativos quieren hacernos pensar, como si la serie se empeñara en ser compleja, queriendo convertir a un simple videojuego de tiros en algo más importante. Por suerte surge una especie de contradicción en el diseño discursivo y que funciona como antídoto, que es el humor: hay un tono satírico y hasta políticamente incorrecto que hace que todo sea mucho más llevadero. Fallout no es tan buena como dicen algunos, pero es ciertamente interesante y se hace merecedora de atención.
-Los ocho episodios de la primera temporada de Fallout están disponibles en Prime Video. La serie ya fue renovada para una segunda temporada.