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El bastardo

Título original: Bastarden
Origen: Dinamarca 
Dirección: Nikolaj Arcel
Guión: Nikolaj Arcel, Anders Thomas Jensen, basado en el libro de Ida Jessen
Intérpretes: Mads Mikkelsen, Amanda Collin, Simon Bennebjerg, Kristine Kujath Thorp, Gustav Lindh, Morten Hee Andersen, Jacob Lohmann, Magnus Krepper, Felix Kramer, Melina Hagberg
Fotografía: Rasmus Videbæk
Montaje: Olivier Bugge Coutté
Música: Dan Romer
Duración: 127 minutos
Año: 2023


8 puntos


UN HOMBRE CONTRA TODO Y CONTRA SÍ MISMO

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

De vez en cuando, aparecen películas que tienen todas las fichas para que las califiquen de “pretenciosas”, pero que finalmente pueden salir de ese calificativo porque logran lo que pretenden, porque sus logros, aún con desniveles, están a la altura de sus ambiciones. Es el caso de El bastardo, que busca unir la épica histórica con el drama íntimo, el western con las intrigas palaciegas y hasta la lectura sociopolítica con la exploración de aspectos de la psiquis masculina. Y que, milagrosamente, sale bien parada, en parte porque no se regodea en todo lo que tiene para contar.

La trama posee a simple vista un armazón complejo, aunque en el fondo sea simple. Es el año 1755, una época donde todavía los Estados -o más bien reinos- buscaban definir sus límites en base a exploración, descubrimiento y colonialismo. En ese contexto, un capitán llamado Ludvig Kahlen (Mads Mikkelsen) pretende instalar una colonia en Jutlandia, en los páramos daneses, donde hasta hace momento solo hay tierra pelada. Su objetivo es hacer méritos para que le cumplan la promesa de obtener un título real, distinción que le permitiría borrar sus orígenes humildes, que incluyen ser un hijo bastardo de un noble. Sin embargo, se encontrará con la oposición de Frederik de Schinkel (Simon Bennebjerg), el gobernante de la región, que reclama la tierra como propia y hará todo lo posible para impedir que Kahlen y la comunidad que se formado bajo su liderazgo, logre su meta. A partir de ahí, lo que veremos será una guerra que Kahlen peleará en varios frentes: no solo contra de Schinkel, sino también contra la naturaleza hostil que quiere colonizar y contra sí mismo, por los costos personales que se impone a sí mismo.

El mérito mayor del director y coguionista Nikolaj Arcel, que adapta un libro de Ida Jessen, a su vez basado en eventos reales, es desplegar los diversos niveles de conflicto en pie de igualdad, haciendo que confluyan y se retroalimenten entre sí. Lo logra en base a una narración y una puesta en escena donde el paisaje condiciona en buena medida las acciones y, salvo en pasajes puntuales, no se recurren a discursos explicativos o didácticos. De hecho, no hay una grandilocuencia, por más que la historia dejaba todo servido para eso. En cambio, lo que prevalece es un hincapié en la gestualidad de los personajes, en particular de Mikkelsen, que hace un trabajo muy fino desde su rostro: si inicialmente, Kahlen parece ser un tipo inexpresivo, lo que potencia el enigma alrededor de lo que lo impulsa, a medida que transcurre el tiempo, va dejando lugar a toda clase de matices, a una emocionalidad creciente que potencia la empatía del espectador, incluso cuando toma decisiones cuestionables. Lo del protagonista es, por momentos, formidable, y lo confirma como uno de los mejores intérpretes de los últimos treinta años.

Si bien se pueden detectar influencias del John Ford de Más corazón que odio y del Howard Hawks de Río Rojo, más elementos de los films más operísticos de Martin Scorsese y Paul Thomas Anderson, lo cierto es que El bastardo delinea una tonalidad propia, algo distintivo, que posiblemente tenga que ver con su origen danés. Hay algo frío y a la vez físico en el film de Arcel que lo coloca en un lugar propio. Y si bien se podrá criticar que de Schinkel, como villano principal de la historia, es un sujeto cuya maldad se vuelca demasiado para el lado del patetismo, posiblemente esto tenga que ver con que el principal antagonista de Kahlen es él mismo. Además, hay que reconocer una virtud extra: en un relato que a muchos realizadores los habría habilitado para entregar un film de tres horas o más, Arcel entiende que el núcleo es un conflicto mínimo y personal, pero que puede atravesar a cualquier ser humano. Por eso va al hueso y resuelve, en apenas algo más de dos horas, la historia de un individuo que puede con todo, menos con su alma.


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