Por Mex Faliero
Es difícil sintetizar La luz que no puedes ver. Tratando de ser concretos, en la Francia ocupada por los nazis hay una joven ciega que maneja una onda radial en la que lee cuentos clásicos, aunque en verdad sus relatos son códigos para la Resistencia. Hay también nazis que la buscan y, especialmente uno, un joven muy entendido en el asunto quien, a regañadientes, es utilizado para encontrarla y eliminarla. Pero la verdad que esta adaptación de la premiada novela de Anthony Doerr es más un relato coral, que intenta reflejar los horrores de la guerra a partir de la tragedia de cada uno de los personajes. Lo hace con algo de fantasía y también con un poco de inventiva dentro de un tema que está sumamente trillado. El guionista es Steven Knight -y cuesta encontrar rastros del autor de Promesas del Este– y el director de los cuatro episodios es el experimentado Shawn Levy, y aquí creo que radica parte del problema. Levy, ya un artesano, tiene experiencia en el terreno de las aventuras adolescentes e, intuyo, se quiso probar aquí en otro registro. No se puede negar que el tipo, a esta altura, narra con claridad, y logra acumular subtramas, tiempos y personajes sin que las cosas se embrollen demasiado. Pero es verdad que hay un costado edulcorado, sobre todo en los dos primeros episodios y en el epílogo, que le resta potencia al relato. Es como si Levy no se pudiera desmarcar del todo de ese registro familiar que ha sabido trabajar en sus películas (y recordemos que las tiene muy buenas, pero también muy malas) y le faltara una mirada adulta y más compleja. Claro que La luz que no puedes ver es una superproducción y se ve todo lo lujosa que debería verse, pero hay una cuerda un poco inane que la vuelve desabrida. Y, sí, Aria Mia Loberti es una revelación y Hugh Laurie y Mark Ruffalo pasan por allí con el aplomo de gente experimentada que no precisa hacer un gesto de más para moldear un personaje.
NdR: Los cuatro episodios de La luz que no puedes ver están disponibles en Netflix.
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