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24 líneas por segundo: últimas imágenes del ombligo

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Hace bastantes años el cantante Iván Noble dijo en una entrevista que uno de los grandes errores del rock de los 90’s había sido hacerle creer el público que era más importante que los artistas. Me pareció una de las definiciones más felices y menos complacientes que un artista local, sobre todo uno relacionado con lo popular como el propio Noble, había dicho. Y no estoy tan seguro de la época en la que Noble dijo eso, pero sí que todavía no se había dado el auge de las redes sociales y la explotación del narcisismo y ombliguismo al que nos vemos sometidos en el presente. Por aquel entonces apenas habría algún celular de dos megapíxeles que subía la captura de un recital totalmente pixelado a un incipiente YouTube. El reciente estreno de los documentales sobre el Mundial de Qatar, Muchachos… y Elijo creer, y sobre todo su éxito comercial, ponen de manifiesto que aquello que Noble había señalado como agotamiento era en verdad un límite, el cual se ha atravesado y estandarizado una forma de relacionarse por parte del público. Y no parece tener vuelta atrás. Me explico: uno de los documentales, Elijo creer, es oficial de la AFA, tiene a los propios protagonistas del hecho deportivo siendo entrevistados, los supuestos ídolo de la masa chauvinista que nos refriega su fanatismo con rictus religioso. El otro, Muchachos…, es una película sin los protagonistas, contada a través de videos grabados con celulares, imágenes que ya habíamos visto en redes sociales, todas amontonadas y ordenadas por un texto de Hernán Casciari leído por Guillermo Francella. Uno pensaría que Elijo creer llevaría las de ganar, porque básicamente aparecen los que lograron el éxito. Los futbolistas. El cuerpo técnico. Pero no, el público asistió mayormente a verse a sí mismo gritando un gol de un partido que nunca veremos en la pantalla. A ver videos de Tik-Tok con un hincha que ha perdido la espontaneidad en pos de un video que, sabe, se está grabando, y sobreactuando nacionalismo en la búsqueda de la viralización. El ombliguismo en su forma más directa y explícita. El hincha creyéndose más importante que los protagonistas, que el hecho, como si el éxito no tuviera protagonistas y sólo fuera un símbolo vacío. Ser hincha de la hinchada es algo habitual del fútbol argentino. Es verdad que en esa lógica del chantaje patriotero con el que se construye la mítica de los Mundiales, esa cosa del “esto lo logramos todos”, habilita la invisibilidad de los protagonistas a favor de una masa gritona e impersonal. Pero sin generaciones cocidas al fuego del Instagram, del Tik-Tok, del exhibirse y convertirse en un producto valuado en “me gusta” y seguidores, una película como Muchachos… sería realmente imposible o irrelevante comercialmente. Nada sucede porque sí, mucho menos la decadencia.


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