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The Blacklist – Temporadas 1 a 5

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Silenciosamente, por debajo del radar de buena parte de la crítica especializada, The Blacklist se convirtió en un pequeño gran éxito que hasta tuvo un spinoff (The Blacklist: Redemption, que duró solo una temporada) y que consolidó la carrera televisiva del gran James Spader. Esto no deja de ser paradójico, porque la creación de Jon Bokenkamp (con producción ejecutiva de Joe Carnahan, que también dirigió el piloto y un par de episodios más) no es precisamente silenciosa, sino todo lo contrario: es un objeto gritón y explosivo, exacerbado en sus formas y con pocos momentos de sutileza, porque lo suyo es la exageración, lo absurdo y lo desbordado. El punto de partida es ciertamente enigmático y atractivo: Raymond Reddington (Spader), uno de los criminales más peligrosos del mundo, de los más buscados por el FBI y que ha escapado a la justicia por décadas, se presenta un día en los cuarteles de la agencia con las manos en alto y dispuesto a que lo arresten. Pero no solo eso, porque también ofrece información que servirá para atrapar a un largo listado de malhechores que el FBI ni siquiera sabe que existe. Aunque claro, su oferta no es incondicional o desinteresada, porque los datos se los va a revelar a una sola persona: la novata agente Elizabeth Keen (Megan Boone), que recién está haciendo sus primeros pasos en la fuerza. ¿Por qué ella? Bueno, ese enigma será uno de los principales conductores de estas primeras cinco temporadas. Lo cierto es que Keene pasará a formar parte de una unidad solo destinada a atrapar a los delincuentes que forman parte de la Lista Negra de Reddington (como él mismo señala con toda pompa autoconsciente), la cual él va revelando progresivamente. Desde ahí es que la serie se convierte, desde su estructura narrativa, en una especie de versión actualizada de Los expedientes secretos X, donde “el caso de la semana” alterna o se fusiona con la mitología de fondo, que posee una gran cantidad de ramificaciones. Es que Reddington es un tipo con agenda propia, que busca mover a todas las personas a su alrededor como si fueran piezas de ajedrez y que tiene un pasado fuertemente ligado a los orígenes de Keene. Para ella, conocer a Reddington implicará adentrarse en un submundo casi inverosímil, repleto de conspiraciones, alianzas circunstanciales, lealtades a prueba de (casi) todo y, principalmente, toda clase de personajes estrafalarios y fascinantes. Por ejemplo, algunos de los ayudantes/cómplices/amigos de Reddington: Dembe (Hisham Tawfiq), su sacrificado guardaespaldas todoterreno; la Señora Kaplan (Susan Blommaert), la metódica y a la vez sensible encargada de «limpiar» toda clase de situaciones; o Glen Carter (Clark Middleton), un rastreador con actitudes que lo convierten en quizás la única persona capaz de sacar fácilmente de quicio a Reddington. Frente a eso, los compañeros de Keene funcionan como un espejo que hace todo lo posible por no resquebrajarse: el director Harold Cooper (Harry Lennix), Donald Ressler (Diego Klattenhoff), Aram Mojtabai (Amir Arison) y Samar Navabi (Mozhan Navabi) exhiben un profesionalismo y rectitud que los convierte, paradójicamente, en marginales -Aram es directamente un freak muy querible-, y que es puesto a prueba (o incluso puesto en crisis) a cada rato. Y no hay que olvidar a Tom Keene (Ryan Eggold), el marido de Elizabeth, de quien desde el principio sabemos que oculta algo y que es como un puente entre una supuesta realidad apacible y otra donde todo es sucio e ilegal. Las primeras cinco entregas de The Blacklist giran, mayormente, sobre las incógnitas que se van acumulando sobre las verdaderas historias e identidades de Raymond y Elizabeth, sobre qué oculta el primero y qué no sabe la segunda, aunque en algunos pasajes -especialmente a partir de la quinta parte- esa ecuación se invierta. La gran habilidad de la serie consiste en mezclar con gran habilidad lo procedimental con los grandes interrogantes, manteniendo siempre la atención del espectador. Eso lo logra desde una voluntad de reinvención constante, que no teme quemar puentes, dar saltos al vacío o sacar de la ecuación a personajes muy potentes, a tal punto de generar la sensación de que nadie está a salvo en ese universo tan violento y dramático como hiperbólico y divertido. En el trayecto, consigue delinear grandes -por fluctuantes, disparatadas y trágicas- historias de amor, como la de Elizabeth y Tom, y la de Aram y Samar; o fuertes lazos afectivos, como el que establece Elizabeth con Harold, que es el jefe que todos querríamos tener. Pero la relación más compleja y atractiva es, obviamente, la que Elizabeth entabla con Reddington, un ser cautivador, capaz de las peores cosas posibles, pero también de gestos de una llamativa nobleza. Y a quien Spader interpreta con absoluta maestría, siempre a caballo de una ironía filosa e hilarante: en él confluye una maldad casi irreal, pero también el imaginario que cimenta a los clásicos antihéroes. Y es imposible no quererlo, a pesar de todas sus acciones terribles.

-Las cinco primeras temporadas de The Blacklist están disponibles en Netflix.


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