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Medicina letal – Miniserie

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Uno de los principales problemas que tiene Medicina letal, la miniserie de Netflix, es que antes y (mucho) mejor otra miniserie como Dopesick abordó el mismo tema: la crisis sanitaria en Estados Unidos a partir de la salida al mercado de un analgésico de la familia de los opioides, que generó una masiva adicción con las consecuencias esperables, desde muertos hasta un aumento del delito y una proliferación de la venta ilegal. Si bien las comparaciones son odiosas, aquí en realidad son justas si tenemos en cuenta que tanto Medicina letal como Dopesick, basadas en diferentes fuentes literarias de origen, hacen una misma apuesta formal: un relato coral que busca retratar el drama social y humano, la indecencia de las corporaciones y la fragilidad del sistema judicial y político. En ese arco narrativo, que busca ser abarcativo y completista del fenómeno, se busca una síntesis sobre los dilemas éticos que atraviesan a la sociedad norteamericana en su vínculo con las empresas y las instituciones. Y el principal problema de Medicina letal es que aquello abarcartivo que decíamos se apodera también del tono de la miniserie, queriendo ser un poco una sátira política a la manera de las últimas películas de Adam McKay, otra tanto un registro desaforado del capitalismo a lo Scorsese en El lobo de Wall Street y finalmente un acercamiento riguroso a los rincones del sistema jurídico. Y nada de eso funciona así, todo junto, y amontonado, saltando de escena a escena. Si tenemos en cuenta que detrás de cámaras está Peter Berg, discípulo del gran Michael Mann, quien siempre ha mostrado como mayor virtud ser concreto sobre los hechos que retrata (muchas veces basado en casos reales, como aquí), lo que mejor tendría que funcionar es el acercamiento riguroso a los rincones del sistema jurídico, pero ni siquiera. Precisamente la caracterización de los personajes es una de las grandes falencias de Medicina letal, y en ese sentido la investigadora interpretada por Uzo Aduba es un personaje tan irritante en su verborragia y arrogancia, que uno hasta por momentos se pone del lado de los Sackler y Purdue Pharmacy. Lo mismo sucede con el Richard Sackler de Matthew Broderick, una caricatura ridícula que es funcional al imaginario progresista respecto de la imbecilidad del capitalismo. Ya la primera escena de la miniserie, con Sackler queriendo apagar las alarmas de su casa, es un anticipo de lo que vendrá: una apuesta por el sensacionalismo y los excesos del peor grotesco. Pero el tema es tan fascinante que nos quedamos mirando, básicamente por el recuerdo que tenemos de Dopesick. El consejo final sería ese: miren Dopesick.

NdR: Los seis episodios de Medicina letal están disponibles en Netflix.


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