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Cacería en Venecia

Título original: A haunting in Venice
Origen: EE.UU. / Reino Unido / Italia
Dirección: Kenneth Branagh
Guión: Michael Green, basado en la novela Las manzanas, de Agatha Christie
Intérpretes: Kenneth Branagh, Riccardo Scamarcio, Fernando Piloni, Tina Fey, David Menkin, Camille Cottin, Kelly Reilly, Jude Hill, Jamie Dornan, Michelle Yeoh, Emma Laird, Kyle Allen, Ali Khan
Fotografía: Haris Zambarloukos
Montaje: Lucy Donaldson
Música: Hildur Guðnadóttir
Duración: 103 minutos
Año: 2023


6 puntos


LOS FANTASMAS EXISTEN

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

En esta trilogía que ha armado (desde la dirección y el protagónico) sobre Hércules Poirot, Kenneth Branagh ha buscado poner en crisis al personaje creado por Agatha Christie. Los casos que afronta en Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo ponen en crisis su ético y moral, su forma de ver el mundo y hasta su historia pasada, sacudiendo su presente. Cacería en Venecia (basada en la novela Las manzanas) pareciera completar esa operación psicológica y temática, tomando recorridos autoconscientes de sus dos predecesoras.

El film, situado en 1947, encuentra a Poirot retirado en Venecia, casi queriendo huir de su profesión, por más que su fama lo persiga y un montón de personas le soliciten sus servicios. Su tranquilidad es interrumpida cuando aparece en la puerta de su casa una vieja amiga, Ariadne Oliver (Tina Fey), una escritora de novelas de suspenso que está pasando por una mala racha con sus últimos libros. Ella le trae una curiosa propuesta: asistir a una sesión de espiritismo y desenmascarar a la Señora Reynolds (Michelle Yeoh), una médium cuya labor luce demasiado real. Ese evento tendrá lugar en una antigua casa que toda la comunidad veneciana cree que está maldita y repleta de fantasmas de niños. Allí también asistirán Rowena Drake (Kelly Reilly), una cantante de ópera que desea comunicarse con el espíritu de su joven hija, Alicia, que se suicidó recientemente; Leslie Ferrer (Jamie Dornan), un médico traumado por sus experiencias en la guerra, y su hijo; los ayudantes de Reynolds; Olga Seminoff (Camille Cottin), el ama de llaves de Rowena; y hasta el ex prometido de Alicia, que tiene unas cuantas cuentas pendientes con Rowena. Todos se convertirán automáticamente en sospechosos cuando ocurra un crimen y aparezca un cadáver, con Poirot emprendiendo una investigación en una residencia que esconde muchos secretos y tiene toda la pinta de estar embrujada.

Las interpretaciones dominantes sobre Cacería en Venecia señalan que Branagh delinea aquí lo más parecido a una película de terror en su carrera, y algo de cierto hay en esa afirmación. Pero, en verdad, lo que lleva a cabo el realizador es más una reflexión sobre los temores de las personas, sobre cómo lo fantasmagórico no está tanto alrededor de los sujetos, sino dentro de ellos. Esa casa en decadencia, donde empiezan a ocurrir demasiadas cosas inexplicables, que van más allá del homicidio que Poirot investiga, es una especie de símbolo o representación de los miedos interiores, de las oscuridades escondidas dentro de cada uno de los personajes. Branagh, no solo como director sino también como encarnación de un ícono como es Poirot, se interroga -y también pareciera preguntarle al espectador- sobre las líneas que separan la creencia de la credulidad, los límites del artificio, las fusiones entre realidad y fantasía, además de la diferencia entre sugestión y percepción. Y así es que consigue plantear una especie de juego narrativo que va más allá de lo meramente deductivo, porque también tienen un rol lo filosófico y lo espiritual desde la mixtura de géneros y atmósferas.

Podría decirse que a Cacería en Venecia le falta ese humor corrosivo -que aparecía en algunos pasajes de las películas previas- necesario para consolidar una propuesta verdaderamente lúdica, aunque es cierto que eso es un poco inevitable, porque los giros y eventuales resoluciones acercan al relato al territorio del drama y hasta la tragedia. También es notorio que estamos ante un film correcto, pero sin grandes logros estéticos y que en algunos pasajes cae en remarcaciones innecesarias. Sin embargo, hay un mérito palpable que debe reconocérsele a Branagh, que es el saber utilizar una estructura narrativa ya miles de veces transitada con convicción y fluidez, para así volver a captar la atención del espectador, mientras profundiza en las ambigüedades de su protagonista. De hecho, los tramos finales introducen algunos factores de inestabilidad en Poirot que eluden unos cuantos lugares comunes. Contra algunos prejuicios y peligros, las aventuras del famoso detective no lucen como una mera repetición de eventos, sino como un hilo evolutivo en su recorrido ético y moral. Y eso no es poco para una franquicia dirigida al público adulto, que últimamente suele esquivar las salas.


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