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24 líneas por segundo: El morbo paga

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

El crimen no paga, el morbo sí. Lo primero lo aprendimos viendo muchos policiales negros; lo segundo, viendo los números de taquilla de los cines. Se sabe que post-pandemia las cifras tuvieron un cimbronazo que puso todo patas para arriba, aunque algunos vicios se mantienen: las películas animadas funcionan, las de Marvel también, algún que otro tanque por supuesto. Algunos no tanto como antes, es cierto, pero la venta de entradas se ha ido acomodando a números más cercanos a la pre-pandemia, como arrojó el dato del primer trimestre de este año. Ahora bien, lo que ha sufrido una reducción de público evidente y, a esta altura, sin vuelta atrás, son las películas destinadas a lo que podríamos generalizar como un público adulto: dramas, biografías, comedias románticas gerontológicas, policiales con personajes maduros (sí, Liam Neeson). Ese público, es posible, tal vez haya abrazado definitivamente las plataformas como lugar para disfrutar del cine. Ahora bien, en este contexto de baja captación de audiencia, en la taquilla nacional se está dando un fenómeno singular: La ballena. La película de Darren Aronofsky se estrenó hace un mes y se mantiene, a esta hora, en el mismísimo momento en que escribo estas líneas, entre las cinco más vistas. Por ejemplo, este fin de semana llevará más gente que ¡Shazam! La furia de los dioses y Scream 6, dos películas que se estrenaron después, que uno imagina con público potencial, y que sin embargo no han estado a la altura de las expectativas. La ballena ya acumula 236.961 espectadores, mientras que la de DC va por los 173.915 y la de terror por los 217.100. El rendimiento de la película con Brendan Fraser debe ser uno de los mejores del año, no por cantidad de público, sino por la relación entre cantidad de salas, copias y venta de entradas. Ni qué decir cuando se la compara con otras películas que apuestan a audiencias similares, que raramente están superando los 100.000 espectadores. Se me dirá que el Oscar a Brendan Fraser, pero Todo en todas partes al mismo tiempo, con multiplicidad de premios y reestrenos para ver si arrima, apenas se acerca a las 90.000 entradas vendidas. Ni qué decir la última de Steven Spielberg, uno de los nombres más importantes del cine norteamericano de los últimos 50 años, que en Mar del Plata apenas estuvo dos semanas en cartelera y a nivel país no debe haber pasado los 40.000 espectadores. Se me dirá que Aronofsky, director generacional, pero tampoco, sus últimas dos películas, ¡Madre! y Noé, fueron sonados fracasos. Por lo tanto, no me queda mucho más que pensar que el motivo principal es el morbo: El morbo de ver la historia denigrante de una persona híper-obesa que solo piensa en morir; el morbo de ver cómo se representan esos kilos de más en la pantalla; el morbo de ver a un actor esforzándose al máximo en un maratón del sufrimiento perpetuo. Ese tipo de apuestas, más cercanas a lo deportivo que al arte, siguen generando un interés en el público. El morbo, el viejo y querido morbo. Ni la pandemia pudo contigo.


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