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Traición – Miniserie

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Si bien gran parte de las producciones de Netflix intentan tener un sello propio y distintivo -los documentales policiales son un buen ejemplo-, hay varias líneas de “originales” que en verdad procuran reproducir formatos ya establecidos en otros medios. Ahí tenemos, por caso, El Rancho o En los boxes, que son como muchas de las sitcoms que la televisión norteamericana produce a destajo. Dicho esto, podría pensarse a Traición como una aproximación de la plataforma a los thrillers de espionaje british, que suelen ser de duración limitada, algo que ya había hecho (con bastante éxito, por cierto), con Bodyguard. En esta miniserie, creada por Matt Charman (guionista de Puente de espías), todo parece tratarse de un juego de máscaras constante, en el que el pasado de los protagonistas es ciertamente difuso, aunque finalmente todo sea más simple de lo pensado inicialmente. Tenemos entonces a Adam Lawrence (Charlie Cox), el subdirector del MI6, que súbitamente debe quedar a cargo de la agencia cuando el director, Sir Martin Angelis (Ciarán Hinds), es envenenado. En cuanto la investigación avanza, se va revelando que detrás de ese atentado estuvo Kara (Olga Kurylenko), una ex espía rusa que ha tenido hace varios años más de un lazo -tanto profesional como personal- con Adam. La trama se irá enredando y complejizando de la mano de un empresario ruso moviendo buena parte de los hilos conspirativos y una serie de archivos que esconden trapitos sucios sobre muchas personalidades importantes. Eventualmente, todo eso pondrá a Adam en el ojo de la tormenta, con todos los indicios apuntando a que es un doble agente cuyo meteórico ascenso ha sido construido en las sombras por Kara. Como si eso fuera poco, el relato suma a Audrey Gratz (Alex Kingston), una política con grandes chances de llegar a ser Primer Ministro a la que extorsionan por un uso indebido de privilegios, y a Maddy (Oona Chaplin), la esposa de Adam, que es reclutada por la CIA para espiar a su propio marido. Hay que reconocer que todo este entramado narrativo podría derrumbarse rápidamente y caer en el ridículo, pero que Charman, durante varios capítulos, va desplegando la información con habilidad como para conducir al espectador por la serie de enigmas que plantea. Eso permite que hasta se puedan pasar por alto algunos cabos sueltos o situaciones forzadas, que parecen diseñadas un poco a los apurones. El problema de Traición va quedando a la vista, como suele pasar en el género y en el formato al que pertenece, hacia los últimos episodios, cuando todas las máscaras se caen y las cartas quedan a la vista. Allí Charman, como bien decíamos antes, simplifica en exceso todo el asunto, eligiendo las respuestas más obvias en lugar de adentrarse en los aspectos más ambiguos de los protagonistas. Podrá reconocerse que toma riesgos en los destinos que les asigna a algunos personajes (en particular el de Adam) y en cómo crecen otros que a priori podían parecer secundarios (como el de Maddy). Pero si el centro temático de la miniserie parecía ser la dualidad, esta solo es explicitada mediante giros de último momento que en verdad se veían venir a la distancia. Hay, es cierto, una apuesta a la amargura, pero lejos de cualquier resolución que desestabilice o que obligue a un proceso reflexivo. A Traición le falta algo de profundidad y verdadero sentido paranoico para ser un exponente realmente potente del género de espionaje y se conforma con ser un relato apenas correcto.

-Los cinco episodios de Traición están disponibles en Netflix.


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